La economía se convierte en el centro del debate político y electoral
Carmen Tomás
Decíamos ayer que era una cuestión de tiempo ver cómo el deterioro económico se convertía en realidad y afectaba al empleo. Ese momento está aquí, y el Gobierno, a verlas venir y negándolo.
6 de septiembre de 2007. El último artículo que escribí antes de las vacaciones de verano se refería a las dificultades que muchas familias españolas empezaban a tener, y a que la primera muestra fehaciente de ello sería la imposibilidad para muchos de salir unos días de descanso de su domicilio habitual, o la obligación de reducir las salidas. Entonces, hace más de un mes, el euribor superaba el 4,5% y ya se empezaba a notar el peso del pago de la hipoteca en los presupuestos familiares. Bien, pues la vida ha vuelto a la normalidad (excepto los colegios, para desgracia de los padres) y las cosas no han mejorado, sino que, como era lógico pensar, han empeorado. A la hipoteca, cuyo índice de referencia ya se ha puesto el 4,8%, hay que sumarle la subida de los precios de algunos productos básicos de la cesta de la compra, la congelación de los salarios, los mayores impuestos y -lo peor- el aumento del desempleo en sectores clave como son el turismo y la construcción. Me viene a la memoria, ante la actitud de desidia, de negar la evidencia que adopta el Gobierno con la que se nos viene encima, lo dicho por Mariano Rajoy en la tribuna del Congreso de los Diputados con motivo del debate sobre el estado de la nación. Recuerdo que dijo que en materia económica daba igual quién se sentara en el sillón azul porque las cosas habían ido bien por la herencia recibida del PP. De hecho, creo que incluso llegó a decir que daba igual si había o no ministro de Economía. En las últimas horas, Rajoy ha alertado a los españoles sobre la inacción del Gobierno, que ahora sí es motivo de alarma. La realidad es que la herencia de los gobiernos de Aznar se acaba y no se han preocupado de buscar soluciones. El parón de la construcción es incuestionable, se ha ralentizado la concesión de hipotecas, ha aumentado la morosidad y empieza a notarse la subida del paro y la rebaja en el número de cotizantes. El Gobierno puede seguir echándole la culpa al mal tiempo, puede seguir diciendo -como la ministra de Vivienda- que son pocos los afectados por la subida de los tipos de interés, incluso que el euribor ha tocado techo. Como todas las falsedades, tienen las patitas muy cortas. Y cuanto más tarde en reaccionar, peor van a ir las cosas y más factura le acabará pasando. Si cree el Gobierno con el mensaje de la política social va a tapar las dificultades que cada uno en su casa empieza a notar para llegar a fin de mes y para ir desgajando del presupuesto gastos que venía haciendo hasta hora, está muy equivocado. Cada vez está más claro que el bolsillo, como habían dicho muchos economistas y muchos periodistas tachados de catastrofistas, va a ser parte esencial de los próximos meses en el debate político y en la calle. No digamos si además el espectáculo de la política exterior española nos deja episodios como el vivido por Repsol y Gas Natural en su proyecto gasístico argelino. Si, como asegura el diario Negocio, el Ejecutivo lo sabía desde el 31 de julio y ha estado de vacaciones dejando en la cuneta a dos grandes empresas españolas, en la indefensión más absoluta, cuando hemos visto cómo se empleaba a fondo en otras operaciones empresariales, es para echar a correr y para que los españoles tomen buena nota. Al final, "la economía estúpidos, la economía". La rendición ante ETA y el fracaso del proceso de negociación, muy importante; el intento de destruir la nación, muy importante y grave; la división entre los españoles agitando fantasmas, peligrosisíma. Pero verán cómo el personal reaccionará cuando se de cuenta de que se ha dilapidado en cuatro años uno de los periodos más largos de bonanza económica por desidia, falta de ideas y dejación de responsabilidades.
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