jueves 6 de septiembre de 2007
El primer empleo
Juan Urrutia
T ODO el mundo tiene problemas, problemas y más problemas. El mío —hace ya unos añitos— era encontrar trabajo sin tener experiencia, enchufe ni ganas. Si esta usted familiarizado con la búsqueda de tesoros mayas sabrá a lo que me refiero. Era una ilusión, una quimera, una interminable caminata por el desierto empresarial. Finalmente en cierta conocida multinacional me dieron un gran consejo: “vete al infierno”. ¿Y por que no? Pensé. Así comenzó mi aventura y así se la voy a contar. Lo fundamental a la hora de encontrar un buen empleo es buscarlo. Busqué durante largos minutos en el callejero de mi ciudad hasta dar con la sucursal del infierno más próxima, envié mi currículo y compré seis kilos de revistas viejas para amenizar la espera. Siete meses después recibí la ansiada llamada. ¡RING, RING! - ¿Diga? - ¿Es usted mismo? - Así es, contesté. - Bien, le llamo respecto a una solicitud de empleo que realizó para trabajar en el infierno. Tenemos disponible el puesto de diablo menor. - No puedo aceptarlo, tengo más de dieciocho años. - Siendo así, podemos darle el de diablo mayor si demuestra aptitudes. - ¿Cuales son las condiciones?-pregunté por precaución, con las multinacionales y el infierno hay que tener cuidado- - Salario mínimo del cual se descontará un diez por ciento de su alma al mes, seguridad social, contrato a fin de mala obra, tridente de la empresa y horario indefinido. - A mí me parece bien, pero mi futura mujer tiene la absurda pretensión de comer a diario, si el sueldo fuera un poco mayor seria perfecto. Un silencio diabólico inundó la línea telefónica, y cuando me disponía a colgar convencido de haber metido la pata volví a oír la voz de mi misterioso interlocutor. - Es usted avaricioso, me gusta, si le parece podemos concertar una cita con el jefe para… ¿le viene bien el lunes a las ocho? - ¿Con lucifer? Pregunté asombrado. - OH, no, no, no, no, ese horrible nombre se lo puso el clero por rencores personales y mala fe. Su verdadero nombre es Manolo. - ¿Bromea? espeté sin salir de mi asombro. - Nunca, me lo prohibió el médico. - Que sádico. - Por eso está en el infierno. - ¿Por sádico? - No, por médico. - Respecto a la entrevista, si le conviene la hora, será en el mismo infierno. ¿Vive cerca? - Vivo sobre una discoteca y bajo una bolera. - ¡Vaya! Entonces su casa será sin duda el mismo infierno, no se hable más, en su casa este lunes a las ocho. - Un placer divagar con usted, caballero – como verán, otra cosa no, pero educados los diablos son un rato- Yo no iba a ser menos, así que me despedí con la educación que corresponde. No seguir el protocolo con un ser del averno es arriesgarse a importunarlo. Un amigo mío lo hizo y fue maldecido con perder siempre el autobús, que no es poco. La entrevista fue de lo más convencional. No faltaron las preguntas de rigor, ya saben, esas que a uno le avergüenza responder como: ¿por qué se fue de su anterior empresa? ¿Cómo es que lleva dos años sin trabajar? O ¿cree usted que este pudiera ser su oficio definitivo? Normalmente el aturdimiento le hace decir a uno sí como única respuesta a todo el interrogatorio. Sin embargo Satanás, que casi todo lo ve –salvo ciertos programas de sobremesa-, sabía que las respuestas eran: no tengo anterior empresa, al terminar los estudios sólo me interesaban las chicas o salir de farra y ¿trabajar toda la vida? Debe usted estar loco. Mi inicua actitud le resultó grata lo cual fue determinante para mi contratación. Estoy convencido de que ya habrán llegado a la conclusión de cuáles serían mis funciones. Era, sencillo: se trataba de encontrar personas de buena fe y engañarlas para buscar su más ignominiosa ruina y postrimería. Así es, fui comercial de seguros y fondos de inversión. Lo cierto es que hoy día los jóvenes tienen difícil encontrar su primer empleo. Ni siquiera vender su alma al diablo suele ser suficiente para conseguirlo.
miércoles, septiembre 05, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario