jueves, septiembre 06, 2007

Jose Javaloyes, Por claudicar en el Sahara

jueves 6 de septiembre de 2007
Por claudicar en el Sahara José Javaloyes

Nadie en sus cabales podría pensar que el cambio diplomático español en el problema del Sahara Occidental iba a salirnos gratis. Siempre, quien la hace la paga. Y la diplomacia (¿) de Rodríguez la ha hecho gorda. En las relaciones internacionales, muy especialmente, no existen los actos gratuitos ni las ejecutorias sin sanción, positiva o negativa.
El incumplimiento de los compromisos contraídos sobre los títulos del pueblo saharaui, reconocido como titular de un derecho de autodeterminación sancionado por la legalidad internacional, ha traído la respuesta argelina, en cuanto que interesadamente protectora de ese pueblo. Y la respuesta, aunque Argel la haya vestido con argumentos técnicos (el supuesto retraso en el desarrollo de los acuerdos suscritos), e incluso con reclamación de daños, ha sido la denuncia del contrato suscrito con Repsol y Gas Natural para la realización de un ambicioso proyecto, el Gassi Touil.
Algún día se podrá conocer con amplitud suficiente la causa por la que la equidistante diplomacia española, en 200, dio un giro de 45 grados cediendo a las pretensiones marroquíes, luego de haber sostenido durante casi 30 años el propio decoro histórico frente a la interrupción marroquí del proceso descolonizador del Sahara Occidental. Ante la agresora invasión marroquí del territorio —que no fue un acto de la sociedad civil jerifiana porque la sencilla razón de que en Marruecos no existe sociedad civil, sino grey pastoreada por Miramamolin, señor de vidas y conciencias—, España sólo aceptó que transfería la administración del territorio, que no la soberanía sobre el mismo, puesto que ésta correspondía al pueblo saharaui, su único titular.
El contexto de Guerra Fría en que se produjo tanto la llamada Marcha Verde como la subsiguiente negociación para la entrega española del territorio, hizo que la diplomacia argelina marrara sus cálculos en una esgrima de torpezas de la que al final sólo se beneficiaría Marruecos. Combinando la presión armada del frente Polisario de entonces con los patrocinios del separatismo canario como peón del sovietismo en el Atlántico Medio, Argelia constituyó al poder norteamericano, de rebote, en tutor de las pretensiones marroquíes sobre el Sahara y en eventual opción de reserva estratégica para sus apoyos militares, en el caso hipotético de que el cambio de régimen político en España, a la muerte de Franco, derivara en la práctica real por el radicalismo de izquierda con el que, 30 años después, ha verbalizado internacionalmente el zapaterismo a propósito de Iraq.
El marco histórico general del problema del Sahara ha cambiado en los términos por todos sabidos, pero en ese cambio, que hubiera permitido que prevaleciera la posición de España, por enteramente expresivo de la legalidad internacional, ha naufragado la razón y el derecho por la misteriosa alineación de Rodríguez con las pretensiones marroquíes sobre la antigua colonia española.
Y es justamente en esta tesitura, cuando, desde el giro diplomático español, los saharauis comparecen poco menos que atados de pies y manos ante el anexionismo marroquí, el marco político en que se ha producido el rebote argelino contra Repsol y Gas Natural.
jose@javaloyes.net

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