martes, septiembre 04, 2007

Jose Javaloyes, Lineas rojas en la Rusia de Putin

miercoles 5 de septiembre de 2007
Líneas rojas en la Rusia de Putin José Javaloyes

La actualidad internacional, a veces tan generosa, ha puesto dos cuestiones muy entretenidas en el temario de la agenda moscovita del presidente Rodríguez. De alguna manera, quita de en medio la minucia de las colaboraciones que un ex miembro del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) prestó a los servicios herederos del KGB. Sin saberse aún la razón por la que el director de la llamada “Casa” montó un inusual y sonadísimo espectáculo informativo para los medios sobre aquel asunto, el titular del Consejo de Ministros viajará en breves fechas a Moscú, donde tendrá encuentros de trabajo con el presidente ruso.
Algo habrá de decir Rodríguez, allí mismo o a su vuelta, sobre las “líneas rojas” que Sergei Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores en el Gobierno de Putin, ha señalado dentro de las relaciones rusas con Occidente. Una es la cuestión de la independencia de Kosovo, con apuesta incondicional por la resistencia serbia frente a tal eventualidad. La otra, el asunto de la barrera antimisiles a desplegar entre Chequia y Polonia, con cohetería defensiva junto al Báltico servida con radares ad hoc sobre el territorio checo.
Dos temas de suprema sensibilidad para lo que Rusia considera que son sus intereses estratégicos vitales, aunque también para el equilibrio estratégico internacional; especial y muy significativamente, el asunto de los misiles. Respecto de esto último insiste Lavrov en el énfasis que puso Putin, a primeros del pasado julio, cuando se entrevistó con el presidente Bush en Kennenbunkport, sobre la conveniencia de hacer de la necesidad virtud, compartiendo el uso, norteamericanos y rusos, del radar azerbayano de Gabala para controlar el espacio iraní ante un eventual lanzamiento de cohetes hacia Occidente por el régimen de los ayatolás.
Para la diplomacia rusa éste sería el quid del problema: convertir la confrontación en cooperación. Y ello desde el supuesto de que existe una simetría poco menos que manifiesta en el conjunto de intereses puestos en juego dentro de la relación triangular entre la propia Rusia, la Unión Europea y Estados Unidos. En un caso, dice Lavrov, los intereses norteamericanos y los europeos son comunes, mientras que en otro la complementariedad se establece entre europeos y rusos; presumiblemente, pensarán éstos, en el campo de la energía…
Tal visión es del todo discutible desde apreciaciones, por ejemplo, como las de Francia, donde el presidente Sarkozy denunciaba días atrás la “brutalidad rusa” en la aplicación de su política energética con países del Este europeo, como Polonia y Ucrania.
Cuestionable es también el criterio ruso asimismo expuesto por el director de su diplomacia, de que Rusia y Estados Unidos “han heredado del pasado una responsabilidad común para mantener la paz estratégica en el mundo”. Tan cierto como que tal “herencia” existe es que la misma resulta de configuración asimétrica. Y que habrá que aceptarla a beneficio de inventario, muy discriminadamente.
El pasado de referencia fue un pasado de guerra fría: una contienda que no terminó en tablas, sino con la derrota de la parte rusa; una parte que, aunque ahora no lo sea, fue entonces soviética. Las derrotas, al fin y al cabo, las soportan las naciones, fueran cuales fuesen los regímenes suyos que las encajaron. Lo mismo, justo que al revés, ocurre con las victorias…
Pero, en fin, hay problemas como éste que tienen fácil solución si se pone un poco de buena voluntad, como muy posiblemente le hará ver el presidente Rodríguez al presidente Putin cuando se vean en Moscú. Una consideración de este tenor sería la que le expondría al llegar al Kremlin y antes de entregarle, como presente de Estado, el Bálsamo de Fierabrás. Que hoy se conoce por el nombre de “Alianza de Civilizaciones”.
jose@javaloyes.net
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