miercoles 5 de septiembre de 2007
Crisis asistida del matrimonio José Luis Manzanares
Llevamos algún tiempo de malas noticias. Cada semana batimos una marca. Es que no paramos. Del fracaso escolar al consumo de cocaína. Aumentan la violencia de sexo —o sea, de género— y también la juvenil y aun la infantil. De poco sirven los ímprobos esfuerzos de los sociólogos, los criminólogos, los psicólogos y otros profesionales. Lideramos las estadísticas europeas de accidentes laborales. Siguen los problemas con los inmigrantes ilegales, posiblemente más numerosos aquí que en Francia, Alemania y el Reino Unido, no por separado, sino sumando. El personal sanitario denuncia las frecuentes agresiones e insultos que padece por parte de los enfermos o de sus familiares. Y la indisciplina en nuestros centros de enseñanza llega a tal extremo que el Defensor del Pueblo postula el regreso al Ud. como granito de arena para invertir la tendencia del igualitarismo ramplón.
Estos días hemos alcanzado el primer puesto en la tasa europea de divorcios. El mérito parece corresponder al llamado “divorcio-exprés” con el que nos agració el legislador hace un par de años. Puesto que ya no hay que separarse como paso previo al divorcio, y como éste puede solicitarse a los tres meses de la boda y sin necesidad de motivación, resulta que tenemos tres divorcios por cada nuevo matrimonio, o sea, un incremento de 277% en cinco años. Un motivo de asombro para propios y extraños. Y un buen dato para los enemigos de la familia que llaman tradicional y tildan de obsoleta.
Los efectos de la libre voluntad de los cónyuges –o de uno solo- se amplían notablemente, pero tanto progreso nos aproxima al matrimonio temporal de algunos países musulmanes. Se entra en un círculo vicioso porque precisamente el divorcio a la carta devalúa el compromiso inicial. Se generalizan así las rupturas que hubieran podido evitarse con un poco más de respeto a la palabra dada. Eso de en la salud y en la enfermedad, y hasta que la muerte nos separe. Demasiadas preguntas y respuestas para unos renglones veraniegos, pero es lo cierto que el matrimonio, según fue entendido siempre en España, ya no existe. O se ha refugiado en el ámbito religioso.
Se acabó la vocación de permanencia. Nada de periodos de reflexión ni de razones objetivas. La mediación es una entelequia prohibida expresamente por la Ley de Violencia de Género, tan preocupada porque las mujeres, o su familia o la portera, denuncien no sólo las agresiones de cierta entidad, como debe ser, sino también cualquier injuria o vejación leve, lo que puede suponer el fin de una larga y razonable convivencia. Y si a lo dicho añadimos las bodas de parejas homosexuales, se explica que muchos ciudadanos tengamos la impresión de que nos han expropiado el matrimonio que contrajimos en su día y nos han dado a cambio un sobre con recortes de periódico..
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martes, septiembre 04, 2007
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