jueves 27 de septiembre de 2007
La ONU se moviliza: objetivo, Birmania José Javaloyes
La reunión urgente del Consejo de Seguridad, a instancias de Gran Bretaña, para analizar la situación en Birmania, da la medida de la gravedad de la situación en aquel país del sureste asiático. Situación resumible, otra vez, en el desafío de los monjes budistas, como punta de lanza del malestar nacional, y en la escalada de la respuesta armada de la dictadura. Esta creciente presión popular y de los monjes budistas saca a la dictadura militar birmana del fondo del olvido en que permanecía —salvo esporádicas llamaradas de rebeldía— desde 1962, en una primera presentación, y luego de 1990, tras de la catastrófica derrota electoral sufrida por el partido que el régimen patrocinaba en un intento fracasado de permanecer en estado de camuflaje. De un tiempo a esta parte. bajo la tutela político-económica de los dos gigantes asiáticos, China y la India, interesados en los recursos naturales del país. Especialmente gas y petróleo…
El factor de continuidad en la resistencia cívica al poder de los militares ha sido la figura de un premio Nóbel birmano, abanderada de las libertades democráticas dentro de un país de los del sureste asiático, en donde el poder castrense es el común denominador, más allá de la diversidad de formas políticas del Estado. Tailandia ejemplifica singularmente esta generalidad autocrática, con una monarquía que modula y regula, conforme pinta la coyuntura, la sombra endémica del Ejército sobre los gobiernos práctico. Por lo demás, en toda la geografía política de la región, y en los archipiélagos adyacentes, las realidades democráticas tienen a veces la duración vital de ciertas especies de insectos, o la delgadez extrema de las láminas de agua en los pantanos.
Pero, en Birmania, la crisis del sistema, por la activada presión internacional, pudiera haber llegado a un punto sin retorno. La articulación de la resistencia a la dictadura en torno a los monjes budistas, y tomando como bandera a la figura de San Suu Kyi, parece haber encontrado la suma crítica de los elementos que se precisaban para despegar al Ejército de la silla en que está sentado desde hace más de 40 años.
Si durante la rebelión anterior no bastó la muerte, en 1988, de 3.000 resistentes al sistema, puede suceder ahora que sean las últimas 20 víctimas mortales de la represión, o acaso algunas más, lo que determine el principio del cambio.
Nunca como ahora el acoso internacional sobre la dictadura birmana ha sido tan manifiesto, comenzando por el propio de los Estados Unidos, expresado por el presidente Bush, en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, anunciando nuevas sanciones. Se trata de una presión que en principio parece de muy bajo coste para el tandem anglo-americano.
Mientras los militares imponen un régimen de toque de queda para una temporada de dos meses, algo que augura acumulación de nuevas tensiones, contrasta la actitud de la Liga Nacional para la Democracia pidiendo —ahora con el apoyo de la ONU— soluciones dialogadas y pacíficas para salir del atolladero a que se ha llegado en los actuales momentos. En condiciones así no habría de resultar improbable un ajuste interno dentro de la estructura militar, que permitiese eso que el pueblo birmano reclama, alentado por el arrojo, impasible y heroico, de los monjes budistas.
jose@javaloyes.net
miércoles, septiembre 26, 2007
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