martes, septiembre 25, 2007

German Yanke, Maragall y la democracia

miercoles 26 de septiembre de 2007
Maragall y la democracia Germán Yanke

Hay cosas que, casi sin duda, sólo se pueden leer y escuchar en España. Al menos en lo que se da en llamar “países de nuestro entorno”, los que le sirven al presidente Rodríguez Zapatero para colocarnos en lugar preeminente de su particular “Liga de Campeones”. El ex presidente de la Generalidad de Cataluña, Pasqual Maragall, por ejemplo, al tiempo que nos cuenta que su dimisión fue la condición del presidente para la aprobación del Estatuto —que ya es cosa chusca y vergonzosa—, afirma que, si el Tribunal Constitucional pone reparos al texto finalmente aprobado, “nos pondría a los pies de los caballos”.
Se refiere el señor Maragall a que, como el nuevo Estatuto de Cataluña ha sido aprobado en referéndum, “el pueblo” podría poco menos que soliviantarse. Se olvida el ex presidente catalán que no es precisamente a los adversarios de la reforma soberanista que, al parecer, terminó con su mandato, a los que se debe achacar la eliminación del recurso previo de constitucionalidad para evitar esos problemas. Y, por otra parte, de que, a la vista de la participación en el referéndum aludido, no parece que “el pueblo” se soliviante ni se apasione por la reforma que los políticos catalanes han propiciado para atender a sus cuitas en vez de a la ciudadanía.
Pero lo más grave es que, desde posiciones políticas que pretenden estar incluidas en el sistema democrático, se defienda la esperpéntica y gravísima teoría de que, en el caso de una confrontación entre el teórico principio democrático y el principio de legalidad, este último debe ceder para que los políticos no queden “a los pies de los caballos”. He escrito teórico principio democrático porque, en la verdadera democracia, la mayoría está limitada por la ley, por el Estado de Derecho, por los procedimientos establecidos y por los derechos de las minorías. Limitada, no reducida o coartada. Si Maragall no entiende que una mayoría de catalanes, por enorme que sea (y en este caso la desafección fue más significativa que la mayoría que votó sí), no puede saltarse la legalidad y la Constitución, es que no entiende el sistema democrático. Vamos, que el secretario general del PSOE tendría que haberle pedido su renuncia por sus ideas y no como condición para aprobar el Estatuto.
Éstos son los mimbres con los que se quiere construir la España plural. Paradójico resulta que el engendro suponga dar al traste con los fundamentos de un Estado de Derecho democrático. Y que se vocee de ese modo.

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