miercoles 5 de septiembre de 2007
Bono replica a Almunia Germán Yanke
También en el PSOE. Aunque traten de pasar sobre ascuas respecto al significado político que para el socialismo español tiene la baja de Rosa Díez y la aparición de un nuevo partido (callando o insultando, que de ambas maneras se quiere sobrevolar el tema). Aunque se insista sin mucho ingenio en las discrepancias internas del PP. Aunque el presidente del Gobierno, para comenzar el curso, no diga nada con la profundidad intelectual que se puede esperar de un líder. Aunque el poder ate más que cualquier otra amarra. También en el PSOE.
Ahora el señor Bono se enfada con el comisario europeo Joaquín Almunia y le exige no dar “consejos” después del fracaso electoral que tuvo en el 2000. En política pasan estas cosas: el fracaso es, al parecer, sólo de Almunia, como si el lioso camarote en el que se encontró no fuese cosa del PSOE, como si no fuese su partido el que se presentaba a las elecciones, como si el señor Bono fuese de otro partido distinto y como si no se pudiera aprender de los fracasos. Por otro lado, el comisario europeo no había dado ningún “consejo” electoral, sino que se había limitado, con mucho sentido común, a alertar sobre promesas electorales con grandes costes que, tras los comicios, o no se cumplen del todo o causan un daño económico mayor que el bien que quieren lograr.
La crítica del ex ministro de Defensa, seguramente, tiene como fundamento la doble tesitura en la que se encuentra: quiere demostrar que es un amigo leal, que merece el ofrecimiento del presidente de estar en las listas electorales, y no tiene nada serio para hacerlo. Así que si alguien levanta la voz, aunque sea con la moderación de Almunia y con el sentido común del comisario, se grita para acallar a uno y emocionar al jefe. Es un poco patético, la verdad, y a uno le da una cierta pena que el ex ministro —que sin duda podría potenciar el modular el debate en el PSOE— se dedique a la propaganda fácil.
El caso del señor Bono refleja bien el ambiente intelectual en el PSOE: basta la retórica para modificar las actitudes. El ex ministro pasó a serlo, ex ministro, porque discrepaba de una política en torno a los nacionalismos que se había convertido en la columna vertebral del Gobierno. Bajo la apariencia de cuestiones personales, a nadie ocultó su disconformidad. Ahora no ha cambiado, sino que se envuelve el mismo proyecto en grandes y vacías palabras presentadas como patrióticas. Al discrepante, en el socialismo actual, le basta. Uno puede seguir entusiasta porque la política es la misma: otro se suma a la emocionada rendición porque la retórica ha cambiado.
Y el que paga es Joaquín Almunia, que sólo había abierto la boca para decir una verdad de Perogrullo. A quién se le ocurre venir ahora, tal y como están las cosas, con verdades…
martes, septiembre 04, 2007
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