lunes 3 de septiembre de 2007
Escenarios electorales en Marruecos
HASTA ahora, Marruecos se consideraba uno de los pocos países árabes que parecía exento del contagio de la fiebre islamista generalizada. La teoría ha sido durante décadas que puesto que el Rey es al mismo tiempo el máximo dirigente político y la más alta autoridad religiosa, el «Emir Al Muminin» o «Comendador de los Creyentes», su figura sola servía para contener cualquier tentación extremista. Sin embargo, todo indica que en las elecciones del próximo viernes, el Marruecos que se despertará después de la jornada electoral será un país muy distinto: o bien se tendrá que aceptar una victoria aplastante de las candidaturas integristas, o se confirmarán los pronósticos que hablan de un rechazo activo de la sociedad hacia las instituciones políticas, o ambas cosas a la vez. Teniendo en cuenta las intermitentes llamaradas de actividad terrorista -con implicaciones cada vez más claras con Al Qaeda-, en todo caso se puede prever un escenario inestable y muy inquietante para un país del que nos separan apenas 14 kilómetros a través del mar.
Han sido demasiadas décadas de corrupción sistemática de la vida política, de subterfugios dialécticos para ocultar el hecho incómodo de que en Marruecos gobierna una monarquía absoluta, de hablar de «Democracia Hassaniana», de ignorar la crisis social y económica, para esperar ahora que los marroquíes sigan apoyando un modelo que ha demostrado sobradamente su inoperancia. Marruecos no es un país pobre, sino un país en el que se han creado diferencias abismales entre ricos y pobres y la clase media ha desaparecido. Como ha sido prácticamente una constante en la mayoría de las naciones musulmanas, después de largos periodos de dictadura, los que sacan provecho de cualquier gesto de apertura son siempre los extremistas religiosos poco amigos de la democracia. Con el simple procedimiento de acercarse humildemente a los problemas de verdad de la gente logran convencer a muchos miles de ciudadanos de que hacen por ellos mucho más que todos los ministerios.
Al rey Mohamed VI se le acumulan los problemas. No consigue sofocar la actividad creciente de grupos terroristas, las elecciones no resuelven los problemas políticos, las negociaciones no hacen avanzar el conflicto del Sahara Occidental y la economía no consigue despegar para que la perspectiva generalizada de los jóvenes deje de ser la emigración. Habría sido deseable que el régimen marroquí hubiese optado por movimientos de liberalización cuando estos seguían corrientes pro occidentales y modernizadoras, en vez de hacer ahora experimentos con fuego. Hay quien cree que ya es demasiado tarde para ayudar a un país con el que España comparte no pocos intereses, pero en nombre de esos intereses comunes, debemos seguir apoyando a Marruecos, aunque sin perder de vista que también el realismo nos indica que al mismo tiempo hay que prepararse para lo peor.
lunes, septiembre 03, 2007
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