jueves 27 de septiembre de 2007
Un pequeño país, Bélgica
DARÍO VALCÁRCEL
LOS analistas se dividen ante el riesgo que amenaza a Bélgica, 109 días sin gobierno: riesgo, lejano quizá, de ruptura del estado. El Rey acudirá probablemente a defender la unidad del país. Hemos hablado con valones, flamencos, holandeses y franceses. Resumimos cuestiones de hecho, poco opinables. Opinamos en los dos últimos párrafos.
Bélgica nació en 1830 para integrar a las comunidades flamenca y valona, neerlandófona y francófona, distantes de Holanda, flotantes en el vacío desde que en 1803 Napoleón disolviera por sí y ante sí una construcción de 1900 años, el imperio romano-germánico. Una rama de la dinastía Sajonia-Coburgo fue entronizada. Los valones eran entonces más ricos que los flamencos. Hoy los flamencos ingresan más que los valones, tornas invertidas por las que la seguridad social de Walonia se financia también con aportaciones del norte.
Un francófono inteligente, Guy Verhofstadt, primer ministro de 1999 a 2007, pregunta por ejemplo: ¿Cómo repartimos la deuda nacional? Discrepa otro primer ministro, también democristiano, también de calidad, Jean-Luc Dehaene, precisamente por ser flamenco. El partido más votado, los democristianos flamencos de Yves Leterme, no han podido formar gobierno desde su elección del 10 de junio. Hay tendencias borrosamente definidas, partidarias de la separación. Pero es dudoso que el país pueda romperse. Hay once partidos con representación parlamentaria en una cámara de 150 escaños: dos democracias cristianas, valona y flamenca, dos partidos socialistas, dos liberales, dos ecologistas, dos de extrema derecha, todo duplicado. Un tipo basto, Filip Dewinter, líder de la extrema derecha flamenca, explica que «Bélgica es un paciente en fase terminal al que debe aplicarse la eutanasia». Su intervención refuerza la unidad del país.
Un elemento inquietante: Bruselas es la capital de la Unión Europea. Si el estado belga se dividiera, como Checoslovaquia, surgiría un problema comunitario añadido. El nacionalismo peor reaparecería como un triunfo de la irracionalidad frente a la esperanza en una Europa estable, basada en el derecho. Algunos observadores (Quentin Peel, en el FT) rechazan la exageración mediática. Bélgica no se romperá: vivirá largos años. Es la mezcla de problemas lingüísticos, culturales y económicos lo que genera la actual confusión. Es urgente cortar, como Alejandro, el nudo gordiano.
El rey Alberto, 73 años, aboga por una gran coalición, fórmula integradora, útil en momentos de crisis. Como otros monarcas europeos, quiere simbolizar la permanencia del país. Hermano menor de Balduino, antiguo play boy de los años cincuenta, se ha transformado con la edad en un buen servidor del Estado. Las monarquías europeas son fenómenos extraños, no fáciles de entender, no despachables de un plumazo.
Verhofstadt, primer ministro saliente, demostró durante ocho años cómo los problemas de identidad nacional, aparentemente insolubles, pueden aplazarse. A falta de solución, un aplazamiento de 50 años, o de 200, será mejor que una ruptura. La monarquía belga tiene ahora una ocasión. Balduino I era un monarca ejemplar, demasiado ejemplar: un santo cuyo voto de pobreza le llevaba a ver los telediarios en su vieja televisión en blanco y negro. Por contra, el rey actual vive en su tiempo. Desde hace tres meses hace consultas, consciente del limitado papel que le corresponde: derecho a ser consultado, a estimular, a advertir. Sin el apoyo de aquellos a quienes consulta, el rey no tiene poder. Su función es la de convencer. Algunos partidos flamencos tratan de limitar aún más el estrecho margen real. Un autor respetado define al rey como garante de la lealtad a la federación por parte de los partidos. La corona asegura a los francófonos, hoy minoritarios, el respeto a sus derechos: «Reducir el poder del rey, escribe Pierre-Yves Monette, es cortar las posibilidades de sobrevivir del país». Alberto II podrá emplearse una sola vez en la crisis. Lo hará para defender la unidad. Si fuera un líder, intentaría galvanizar a la nación con un mensaje eléctrico. Pero no es un líder sino un rey.
miércoles, septiembre 26, 2007
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