jueves, septiembre 06, 2007

Dario Valcarcel, Intromisiones de Alemania

jueves 6 de septiembre de 2007
Intromisiones de Alemania

POR DARÍO VALCÁRCEL
DESDE hace tres años la economía alemana se consolida. En 1989 comenzó la reunificación, un histórico esfuerzo dirigido por el providencial, sí, providencial, Helmut Kohl. Con otro canciller las cosas habrían sido diferentes. La deuda económica y moral asumida fue enorme. Se sigue pagando. Durante dos generaciones los alemanes del este se acostumbraron a trabajar para un estado policial. La vida de los otros, la película de Florian Henkel von Donnersmark, lo explica.
La República Federal es uno de los grandes motores de la Unión. Por eso es significativa su recuperación económica. La Alemania física vuelve al liderazgo, pero también está de vuelta la Alemania de las ideas. Lo cual requiere, entre otras cosas, la aceptación por parte de la sociedad alemana de su falta de dimensión en un mundo global. Alemania sólo avanzará si acepta su papel europeo. Con Francia más los cuatro nórdicos, Benelux, la Italia del norte y España (entera) tendrá el peso de una Europa de 500 millones de habitantes. Una Europa que necesitará reforzar los lazos internos entre sus estados miembros.
Francia y Alemania configuraron Europa en 1950: dos visiones complementarias y en algunos puntos antagónicas. Centralismo francés y federalismo germano fortalecieron a la comunidad. El horror anterior había sido tal que, después de 1945, se impuso el borrón y cuenta nueva. Los nórdicos son hoy más necesarios: sin ellos no se avanzará en la paz, los derechos humanos, el cambio climático.
Schröder fue, entre 1997 y 2005, eficaz y parcial. Negoció para mantener el poder exportador, traducción de la fuerza y el prestigio (la hora trabajada en la industria alemana es la mejor pagada del mundo). Los empresarios que acompañaban a Schröder en sus viajes a China (seis), Rusia (quince), Arabia Saudí (dos) no querían que el canciller hablara de derechos humanos. «No se desvíe del objetivo principal, logre contratos para las firmas alemanas, refuerce el poder de Alemania», repetía Jürgen Hambrecht, presidente ejecutivo de la empresa química BASF. El argumento prevaleció: Schröder no mencionó la tortura ni la censura en sus viajes (lo cuenta Judy Dempsey el domingo en el Herald Tribune). Ahora la cancillería ha cambiado. Existe una estrategia distinta: no sacrificar los derechos humanos a los contratos privados. Merkel tiene en este punto el respaldo socialdemócrata (8 ministros democristianos, 8 del SPD). Se sabe respaldada. El vicepresidente Müntefering, el ministro de asuntos Exteriores, Steinmeier, el de Finanzas, Steinbrück, o el de Medio Ambiente, Gabriel, la apoyan.
Los resultados económicos refuerzan la autoridad moral de los gobiernos. Alemania se ha consolidado fiscalmente: el gobierno federal, los gobiernos regionales y la seguridad social tuvieron 1.200 millones de euros de superávit en el primer semestre 2007 (23.000 millones de déficit, mismo período año anterior). A pesar de la crisis, Alemania crecerá al 2,9 por ciento en 2007.
Berlín ha sido más estricto en su control del gasto público que Estados Unidos, Francia, Reino Unido. Quienes hoy proponen nuevas reducciones de impuestos, dice el ministro Steinbrück, abogan por una vuelta a las políticas que dejaron en herencia una deuda de 1.500.000 millones de euros.
Hay, claro, prioridades inmediatas: la salud del partido y de la coalición. Sin éxito electoral, nada existe. Pero están también las grandes prioridades, aquellas por las que se ganan las elecciones. Las hemos enumerado: paz, derechos humanos, cambio climático. Alemania y Estados Unidos avanzaron durante años en esa dirección, con enfoques distintos aunque parecidos objetivos. Hoy estamos en medio de un largo paréntesis, que se cerrará en 2008. Pero Alemania no ceja ni cejará una sola semana.
A lo largo de su vida, los pueblos se encuentran un día ante un cruce de caminos. Alguien, por ejemplo Putin, pierde el norte. Entonces un líder demócrata debe dar un golpe en la mesa: Cuidado, van ustedes hacia un camino de perdición. Putin llama intromisiones, interferencias, a las advertencias de Merkel.

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