Vuelta
07.09.2007 -
F. L. CHIVITE f.l.chivite@diario-elcorreo.com
Hay algo descorazonador en estos inicios de curso. Echen un vistazo. Todo se repite demasiado. No sé. Todo parece angustiosamente idéntico a sí mismo. Vemos de nuevo al PNV con sus viejos aires de antaño. Esa eterna indeterminación tan favorecedora que le permite mantenerse en el poder como un monarca maduro pero bronceado y con prendas juveniles al que nadie cuestiona. Y vemos a los feroces etarroides poniendo todo su empeño en volver a ser los que fueron, ay. Y en evocar hazañas de otras épocas a las que al parecer retrocederían con gusto. Y luego está otra vez ese desvergonzado tono de país de nuevos ricos, vocinglero y derrochador (me temo que en Europa ya nos van conociendo), quejándose como cada septiembre de lo que cuestan los libros de texto y de lo caras que son las batas y los cuadernos de los niños. Qué pena. Y empieza el campeonato de fútbol, que es como la gran pulsión nacional. Y los políticos profesionales de regreso a sus apaños. A inventar cada mañana una bonita declaración. O una fea excusa. Algo que decir. Para que no los olvidemos. Para que nos demos cuenta de que siguen ahí. Por el bien de la ciudadanía, claro. Y si además, como es el caso, añadimos a todo esto la típica regresión al nicho primigenio que suele provocar siempre la proximidad de unas elecciones generales, la sensación de que nada cambia, de que no podemos evitar ser como somos y de que, en realidad, no hay salida, te puede dejar sin respiración. A no ser que te hayas ventilado bien en vacaciones. En el fondo, todos los países aspiran a conseguir algo así como un carácter nacional. Una forma (más o menos patológica) de ser. Y una manera (más o menos ridícula) de posar para la historia. Y a la vez, por qué no decirlo, de aburrir y desmoralizar a sus ciudadanos. Sin embargo, no sé por qué, fíjense, a mí me da la sensación de que nos gustan estos rollos. Aunque no queramos confesarlo. Nos gustan las repeticiones. Insistir en las mismas heridas. Y en las mismas miserias. Nos hace gracia. Volver a darnos otra vez los mismos cabezazos en el mismo muro. Con fruición. Nos encantan los sabores conocidos y el ciclo de las estaciones. Que todo siga siendo como ha sido siempre. Y que los viejos problemas nunca se resuelvan del todo. Porque, si los viejos problemas dejaran de serlo, entonces qué. Lo malo es que pensar así, me temo, es síntoma de edad. Lo contrario es admitir que las grandes cuestiones en las que uno ha puesto el alma y la vida no merecían probablemente tanto. En fin. Por supuesto que las cosas cambian. Y que nada es igual. A pesar de nuestros esfuerzos por evitarlo. Y a pesar de estos primeros días de septiembre, siempre tan parecidos a sí mismos. Tan recurrentes.
viernes, septiembre 07, 2007
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