viernes, septiembre 07, 2007

Carlos Luis Rodriguez, El Principe sin Maquiavelo

viernes 7 de septiembre de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
El Príncipe sin Maquiavelo
No sabemos si Maquiavelo dejó escrito en algún sitio que los consejeros áulicos deben buscar apoyos más allá de la voluntad de su señor; de lo contrario, estarán siempre a merced de intrigas para las que no tienen armas suficientes. Si son valiosos, sus adversarios se empeñarán en derrocarlos, con la esperanza añadida de que la caída del alfil deje al rey al descubierto. Si resultan irrelevantes, se le susurrará al poderoso que es mejor eliminar un estorbo.
Antón Losada encaja en la primera hipótesis. Alter ego de Quintana, compañero en su Larga Marcha de Allariz a San Caetano, inspirador del New BNG, especie de Anthony Giddens del nacionalismo, 007 en operaciones al servicio del líder emergente, su problema es la ubicación en el engranaje del poder. De Maquiavelo a Giddens, la historia ofrece un catálogo de modelos en los que Losada podía haberse inspirado.
Está el asesor que opta por quedarse en los aledaños de la administración, sin involucrarse en las batallas cotidianas, y el que prefiere entrar en un rincón discreto, lejos de flashes y micrófonos. El hombre cuya cabeza se sirvió en el Consello de ayer entra en el tinglado en el lugar menos discreto y más desprotegido, expuesto a las entradas de los socios socialistas y los codazos internos del BNG. Su temperamento, su complexión incluso, ayudan también a que se le dé desde el primer momento el papel de malo, similar al que desempeñaba Guerra, pero sin la cobertura que tenía don Alfonso.
Porque es muy distinto ser un Maquiavelo solitario que estar pertrechado con un aparato, unido a una tendencia poderosa, capaz en su suma de vender caro el pellejo. Véase si no la diferente suerte de un conselleiro chamuscado como Suárez Canal, que viste el traje ignífugo de la UPG, y este Losada que anda desprotegido.
La cabeza está servida, se comen al alfil, y el príncipe Quintana queda al descubierto. Quienes a estas horas celebran el acontecimiento son los rivales externos e internos del vicepresidente. Para Touriño y los suyos es como anular parte del disco duro de sus aliados. La cofradía upegalla y el beirismo resistente logran que el quintanismo quede cojo, a merced de las complejas combinaciones del mundo nacionalista. Por si hubiera alguna duda sobre el diagnóstico, basta con pensar en la forma y el momento.
La despedida de Losada no se produce dentro de un paquete de relevos en la administración; se singulariza. Tampoco hay lo que podría llamarse un intercambio de piezas, en el que Antón iría acompañado en la salida de otra con rango equivalente. La conclusión obligada es que sólo salieron a cazar los socialistas, y sólo ellos obtienen el trofeo para la vitrina.
¿En qué momento se produce el sacrificio político? Pues tras una ofensiva nacionalista que, como tantas otras, tiene apariencia de huracán y acaba en brisa. Después de unos días enfurruñado, el BNG no sólo da por superada la perrencha, sino que hace entrega del número dos. No es necesario exagerar la perspicacia para saber quiénes han ganado y quiénes perdido.
Cuando uno acude al diccionario se encuentra con un adjetivo que clama al cielo por su injusticia: maquiavélico. Según una de sus acepciones, dícese del que actúa con astucia y doblez, cuando la doblez y la astucia son sólo una parte de la doctrina del florentino. ¿Qué significaría losádico? A lo mejor queda sólo como comportamiento turbulento, pero tampoco esto sería justo. El caso es que aquí hay un Príncipe nacionalista huérfano de Maquiavelo.

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