martes, abril 17, 2007

Julian Schvindlerman, El deber de recordar

miercoles 18 de abril de 2007
DÍA DEL HOLOCAUSTO
El deber de recordar
Por Julián Schvindlerman
De todas las manifestaciones de odio contemporáneas, la negación del Holocausto destaca por su vigor. Es tan alucinante, tan inconcebible moralmente, que su sola mención remite a un mundo irreal, a una suerte de espacio virtual inmoral habitado sólo por los fanáticos más fanatizados. Negar a las víctimas su sufrimiento es un acto tan vil, tan inhumano, que, correctamente, las sociedades civilizadas han puesto a sus perpetradores fuera de toda aceptación social; algunas naciones lo castigan incluso con la cárcel.
La abundancia de evidencia histórica es tal, que sorprende la persistencia de la ofensiva negacionista. El Holocausto es posiblemente uno de los hechos históricos más investigados, debatidos, testimoniados. Todavía contamos entre nosotros con algunos supervivientes, testigos presenciales de una tragedia indescriptible que toman fuerzas de donde ya no hay para dejar un legado de memoria y advertencia. Aun así, aun cuando hombres y mujeres surgidos de las profundidades del abismo nos hablan con sus brazos tatuados de aquel horror, los herederos ideológicos del nazismo persisten (y no parecen mostrar signos de agotamiento) en la tergiversación del pasado, amparados en la misma judeofobia febril de sus antepasados más cercanos.

Se ha postulado que la negación del Holocausto es una forma de antisemitismo. Tal como este último, posee los atributos de la irracionalidad, la malicia y la continuidad. El negador de la Shoá es un antisemita que apela a novedosos recursos para mantener viva la llama del odio al judío, esa llama que lo devora internamente y que tantas veces a lo largo de la historia ha consumido la decencia humana en una hoguera de delirio y sinrazón. Lo que sigue es una sabia observación del académico y activista libertario canadiense Irwin Cotler: "Hay cosas en la historia judía que son demasiado terribles como para ser creídas, pero no tan terribles como para no haber sucedido".

Se suceden las conferencias internacionales dedicadas a promocionar la negación del Holocausto: El Cairo y Teherán (2006), Abu Dhabi (2002), Ammán (2001)... En la tristemente célebre Conferencia de Durban (Sudáfrica), celebrada en septiembre de 2001 bajo los auspicios de Naciones Unidas, se incorporaron elementos minimizadores del mismo. Que el encuentro se denominara "Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y otras formas de Intolerancia" no fue sino la guinda orwelliana de semejante guiso.

Por lo que hace a Occidente, cuna de este "revisionismo histórico", nos encontramos con que conocidos negacionistas, como David Irving y Robert Faurisson, emprenden acciones legales contra aquellos que los señalan como falsificadores de la historia. Son seres sin alma con egos sensibles, mentirosos que montan en cólera cuando quedan expuestos a la luz de la verdad.

Si del odio al judío proviene la negación del Holocausto, la minimización del mismo puede sustentarse en la cobardía. Según el Daily Mirror, una escuela británica ha decidido remover la Shoá de sus clases de Historia para no "ofender" a sus alumnos musulmanes. A éstos se les dice en sus casas y en las mezquitas que el genocidio nazi contra los judíos es un mito, y cuando en el colegio se les enseña lo contrario se alteran.

En fechas recientes se inauguró en París la Rue Raoul Wallenberg. Es pequeña y está situada en un barrio marginal. En la placa conmemorativa se ha omitido el hecho de que Wallenberg se dedicó a salvar judíos durante la Segunda Guerra Mundial, es decir, el hecho por el que ha pasado a la posteridad y por el que, presumiblemente, se le ha dedicado esa placa y esa calle... Por lo demás, la ceremonia inaugural tuvo lugar en la mañana de un sábado, es decir, en pleno shabbat, por lo que fueron numerosos los diplomáticos israelíes y los líderes judíos que no pudieron asistir. "Puede que los responsables tuvieran en cuenta la sensibilidad de los islamistas radicales que viven en el vecindario", aventuró Shimon Samuels, del Centro Simon Wiesenthal.

Con creciente inquietud, advertimos también la extensión de la banalización del Holocausto. "Temo que no hemos aprendido de nuestra historia", ha declarado el profesor alemán Wolfram Richter, de la Universidad de Dortmund, a propósito de la supuesta discriminación europea hacia los inmigrantes musulmanes. "Mi principal temor es que acabemos haciendo a los musulmanes lo que hicimos en el pasado a los judíos". Por su parte, el alcalde de Londres, Ken Livingstone, ve "ecos" de la "demonología de la Alemania nazi" en el debate europeo acerca de la vestimenta musulmana, y la académica Fania Oz-Salzberger, hija del renombrado novelista israelí Amoz Oz, ha comparado la situación de las musulmanas residentes en Europa con la de su abuela, que hubo de huir de Praga ante el avance de las tropas alemanas.

Tal como han señalado Efraim Karsh y Rory Miller (de cuya monografía "Europe's Persecuted Muslims?" he tomado las citas anteriores), esto sucede a la par que aumenta el sentimiento de vulnerabilidad de las comunidades judías en Europa, en gran parte debido a la intimidación violenta que ejercen, precisamente, aquellos que hoy están siendo descritos como posibles víctimas de un nuevo "Holocausto" europeo.

En un mundo en que los judeófobos niegan el Holocausto, los cobardes lo minimizan y los cínicos lo banalizan, combatir el olvido cobra especial relevancia. Así pues, los actos que se celebran cada año no deben limitarse a recordar lo sucedido –algo muy digno de por sí–, han ser también ejercicios de cordura, una suerte de antídoto contra la desinformación ambiental.

Sigamos el ejemplo de quienes regresaron del mismo infierno con la inquebrantable decisión de narrar lo inenarrable y honrar, así, la memoria de los asesinados. Pongamos sobre aviso a nuestros contemporáneos y contribuyamos a preservar la valía y la memoria de los desamparados, su triunfo moral ante la encarnación del Mal.


JULIÁN SCHVINDLERMAN, escritor y analista político argentino.

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