martes, abril 24, 2007

John Stossel, Los acojonadores

miercoles 25 de abril de 2007
EL COMPLEJO INDUSTRIAL DEL MIEDO
Los acojonadores
Por John Stossel
Me avergüenzo de mi profesión. En vez de informar de aquello que puede ser verdaderamente peligroso, los periodistas especializados en consumo nos dedicamos a dar la voz de alarma sobre productos, situaciones, etcétera, cuya peligrosidad es más que dudosa.
Comencé a darle vueltas a este asunto con motivo de una entrevista que le hice a Ralph Nader hace unos años, antes de que dejara de hablarme. A Nader le preocupaba casi todo. ¿Los alimentos? "Pueden pudrirse sin que los hayas sacado de tu propia nevera". ¿Los pollos? "Están saturados de pesticidas, herbicidas y fungicidas". ¿Los aviones? "Su mantenimiento es inadecuado". ¿Las alfombras? "Son nidos de mugre. Y eso significa contaminación doméstica ambiental". ¿El café? "La cafeína no es muy buena para usted".

Y así todo el rato. El mero hecho de entrevistarlo era una empresa agotadora. Los tipos como Nader son el combustible con que funciona el Complejo Industrial del Miedo, esa yunta de activistas, burócratas y abogados litigantes que se forran a base de aterrorizar a la gente.

Los medios deberían mostrarse escépticos ante las profecías apocalípticas de esta banda, pero rara vez proceden así. En mi programa de televisión, 20/20, hemos emitido reportajes terroríficos sobre los peligros que acechan tras las trituradoras de papel, las porterías de fútbol, los teléfonos móviles, etcétera. Siempre hay una punta de verdad: alguien resultó herido, un informe detectó tal riesgo..., pero muy rara vez ponemos el peligro en perspectiva; todo lo contrario: ponemos el grito en el cielo a las primeras de cambio, entre golpes de efecto formidables.

A veces ni siquiera manejamos bien las cifras. ¿Se acuerda del "verano del tiburón"? Fue ridículo. Aquel año, el número de ataques apenas varió con respecto a los precedentes. Pero en los procedentes había elecciones o juicios como el de O. J. Simpson que cubrir. Por no haber, no había ni líos de faldas. Así las cosas, Time dedicó una de sus portadas al "verano del tiburón".

Los medios deberían haber puesto en perspectiva los peligros relacionados con los tiburones. Pero no lo hicieron.

Si usted nos hace caso, andará pensando que Estados Unidos está sufriendo una "epidemia de cáncer" por los pesticidas, los aditivos y demás productos químicos misteriosos. Pero resulta que la incidencia del cáncer está disminuyendo, y que las tasas de mortalidad llevan años cayendo. Las buenas noticias no reciben mucha atención. Y es que los grupos de interés no encuentran la manera de sacar tajada de ellas.

¿Se acuerda de la campaña contra los implantes de pecho? Hubo activistas y abogados que dijeron que la silicona provocaba enfermedades como el lupus o el cáncer de mama. Connie Chung perpetró un reportaje dantesco para la CBS, la Agencia Federal para los Medicamentos (FDA) prohibió las prótesis de silicona y miles de mujeres se convencieron, de la noche a la mañana, de que sus problemas médicos derivaban de las prótesis que se habían puesto.

¿Cómo reprochárselo? El Complejo Industrial del Miedo les decía que estaban siendo lentamente envenenadas. El abogado John O'Quinn contribuyó a extender el miedo... y, de paso, puso el cazo: demandó numerosas veces a los fabricantes de prótesis, hasta que consiguió que abonaran a sus clientes más de 1.000 millones de dólares. Fortune calificó a O'Quinn y a su socio de "abogados del demonio". A O'Quinn no le gusta hablar de cuánto dinero se embolsó con tales demandas, pero ahora es tan rico como para permitirse tener un galpón con 900 coches de lujo.

Luego de que las demandas de O'Quinn y compañía provocasen la quiebra del fabricante de prótesis Dow Corning, y luego de que muchas mujeres cayeran presas del pánico ­–las hubo que llegaron a abrirse ellas mismas el pecho para extraer los implantes–, los científicos empezaron a decir que no hay evidencia alguna de que la silicona provoque cáncer o enfermedades autoinmunes.

La FDA ha vuelto a autorizar los implantes de silicona, y miles de mujeres están implantándose prótesis, prótesis con la misma silicona que se empleaba antes...

¿Ha pedido perdón O'Quinn por aterrorizar a las mujeres y mandar a la quiebra a la empresa Dow Corning? No. ¿Ha devuelto el dinero que se embolsó? Por supuesto que no. Sería el primer abogado en hacer semejante cosa. Todo lo contrario: O'Quinn ha optado por poner en el disparadero a los autores de los informes médicos. "¿Quién compra y paga esa ciencia?", me dijo una vez, indignado. Me dijo más: que se sentía orgulloso de pleitear contra empresarios ricos...

Los periodistas confían en abogados como O'Quinn, en burocracias como la FDA y en grupos de presión como el de Nader, dedicados a hacer sonar las alarmas y "ensuciar" a las malvadas empresas. Deberíamos, repito, ser más escépticos. El Complejo Industrial del Miedo tiene sus propias motivaciones para hacer lo que hace.


© Creators Syndicate Inc.


Desde Manhattan
Los terceros partidos
José Carlos Rodríguez

Ralph Nader es un demagogo profesional, que ha centrado su atención en varias ramas del consumo, siempre en el aspecto más negativo y con absoluto desparpajo a la hora de hacer estadística creativa.

Como es lógico, la atención de los medios de comunicación se centra en los dos principales candidatos a la Presidencia de los Estados Unidos, en sus crónicas de las vecinas elecciones de noviembre. El estadounidense es un sistema bipartidista, con escasas opciones para terceros partidos, que no obstante han tenido una influencia notable en las elecciones. Uno podría remontarse a Ross Perot, el multimillonario héroe tejano. Pero tenemos un ejemplo mucho más cercano en las últimas elecciones a la Presidencia y Ralph Nader. El veterano líder de los movimientos de defensa del consumidor, como se autodenominan con impropiedad, acaparó un significativo porcentaje de los votos, principalmente de la izquierda, que bien pudieron ser decisivos.

Muchos temen que Nader repita su éxito, para regocijo de George W. Bush y su partido. Es verdad que la situación no es igual. Esta es la primera elección tras el 11 de septiembre y lo que se juegan los estadounidenses es mucho más importante que las habituales tonterías de Nader; y el elector lo sabe. Además, la plataforma en la que se apoyó en las anteriores elecciones, el partido ecologista, le ha cerrado las puertas porque no quiere fisuras contra Bush, que se está convirtiendo en un unificador de la izquierda hasta niveles insospechados. Pero también es cierto que las encuestas están muy igualadas, incluso después de la Convención Demócrata y que los últimos votos, que como sabemos pueden dar o quitar nada menos que la Presidencia, se están volviendo especialmente caros. Y Nader tiene un elemento que le favorece. A diferencia de Kerry, que mostró una faz belicista en su discurso en Boston, Ralph Nader es radicalmente opuesto a la guerra y puede arrancar algo más que simpatías en el electorado, parte del cual preferiría votarle a hacerlo por un Kerry que tampoco se distingue esencialmente del propio Bush en este tema.

En España apenas se sabe quién es Ralph Nader. Es un demagogo profesional, que ha centrado su atención en varias ramas del consumo, siempre en el aspecto más negativo y con absoluto desparpajo a la hora de hacer estadística creativa. Sacó un libro en 1965 titulado Inseguro a cualquier velocidad, en el que alertaba sobre que los automóviles estadounidenses producían multitud de muertes y heridos porque eran inseguros. No dijo, sin embargo, que la tasa de mortalidad por milla recorrida era en ese año menos de la tercera parte que en los 20’, en una tendencia a la creciente seguridad que se ha ido manteniendo. junto con el mensaje catastrofista de Nader. Un hombre que piensa que "el consumidor ha de ser protegido en ocasiones de su propia indiscreción y vanidad", pero que pide el voto al mismo consumidor cuyo juicio desprecia. Nada de ello, no obstante, impedirá que un puñado importante de votos acuda a él antes que a John Kerry.

Los republicanos, por su parte, tampoco se pueden frotar las manos. El partido ha sido tradicionalmente aislacionista (término con el que se asociaba a Bush cuando ganó las elecciones) y una parte importante del voto republicano lo sigue siendo. Y es muy crítico con la actuación de W. en Irak, a lo que hay que sumar dos elementos más. Un Patriot Act que es un ataque –temporal, se dice- a ciertas libertades, y un aumento desbocado del gasto público, no solo militar, que hace temer a algunos sobre la sostenibilidad a largo plazo de sus recortes de impuestos. De toda esta corriente de opinión se podría beneficiar el Partido Libertario, que es muy crítico con Irak, no menos que con la Patriot Act y exige un estricto cumplimiento de la Constitución que limitaría hasta hacerlos irreconocibles los poderes Federales. El propio The Economist publicaba un artículo en este sentido hace un par de meses y es cierto que podría restar votos decisivos a los republicanos.
De modo que el comportamiento electoral de dos partidos minoritarios va a ser más importante en esta elección que en otras. Lo significativo es que los dos coinciden en un aspecto esencial: la crítica a la intervención de la Coalición Internacional en Irak. Una actuación que va más allá de este conflicto armado y que trata del modelo de persecución del terrorismo islámico.

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