jueves, abril 19, 2007

Ignacio San Miguel, Van Helsing, Ezquerra, Aguirre y la bestia

viernes 20 de abril de 2007
Van Helsing, Ezquerra, Aguirre y la bestia
Ignacio San Miguel
M UCHOS recordarán a aquel sacrificado personaje, doctor en diversas disciplinas, llamado Abraham Van Helsing, que se enfrentaba con valor y tenacidad a los vampiros, sobre todo al conde Drácula, según la novela de Bram Stoker y las diversas películas que trataron este tema. Fue interpretado muy bien por un actor de rostro severísimo, Peter Cushing, verdadero cruzado antivampírico, un verdadero héroe en la tremenda lucha. En los momentos cruciales se enfrentaba con el diabólico conde y cuando quedaba acorralado en un rincón de la amplia estancia finisecular (del siglo XIX, claro) ¿qué hacía entonces? Sacaba un gran crucifijo que llevaba escondido y lo plantaba ante las fauces de Drácula. Era de ver entonces cómo manoteaba, se retorcía y aullaba este aristócrata, incapaz de soportar la visión del símbolo sagrado. ¿A qué viene todo esto? Pues a que he podido ver un vídeo de los últimos brutales acontecimientos de Bilbao. Y en una de las escenas captadas se ve a Iñaki Ezquerra enfrentado a un alocado nacionalista que vocifera y manotea. Ezquerra levanta un dedo admonitorio ante la faz del frenético y profiere con voz sonora: “¡España! ¡España!” El individuo se retuerce, vocifera aún más fuerte palabras ininteligibles y mueve los brazos como aspas de molino. Ezquerra vuelve a alzar el dedo y a lanzar el conjuro. Más aullidos y más desesperación. Una y otra vez se repite la palabra fatal y los chillidos consiguientes. Cuando presencié esta escena me vinieron a la memora en seguida Van Helsing y el vampiro. No he podido menos de mencionarlos aquí. Ya se sabe que lo principal de aquella jornada no fue la escena descrita, sino la asquerosa agresión sufrida por el vicepresidente del Foro de Ermua Antonio Aguirre. Tanto asco da la agresión misma como el comportamiento de la policía vasca, que dejó marchar libre al agresor, y, sobre todo, la actitud de la gente que presenció el ataque. Había señoras que sonreían y gritaban: “¡Que se muera! ¡Que se muera!”. También hombres, pero cito a las mujeres por resultarme más notable. He llegado también a sospechar (tengo derecho a hacerlo) que las convulsiones que sufría Aguirre, derribado en el suelo, pudieron hacer creer a aquellos seres enloquecidos por el odio que su muerte estaba próxima, que eran las convulsiones de la agonía, y de ahí sus gritos deseándole un rápido fin. Se vieron frustrados, pues pudo levantarse ayudado de varias personas, Ezquerra entre ellas, y se alejó del lugar en medio de la rechifla y los insultos. Bastantes medios de comunicación se han inclinado por hacer bromitas basándose en la índole de la agresión. Algo completamente improcedente en que ha caído hasta la misma radio COPE. Uno se pregunta si en esta radio hubieran mostrado tan buen humor en el caso de que el agredido hubiese sido miembro del Partido Popular. Es un simple interrogante que surge forzosamente ante actitudes fuera de lugar y que hacen sospechar de un cierto grado de sectarismo. Aunque, quizás, sea pecar de un exceso de suspicacia. Lo zopenco de estas bromas resalta cuando se considera que la agresión bien pudo dejar lesiones irreversibles en la víctima. Y no sólo eso. Se han dado casos de muerte en ataques de esta naturaleza. No es que sea lo más frecuente, pero no es muy difícil. Las personas que chillaban deseando la muerte de Aguirre, intuían esta posibilidad. No es nada probable que los nacionalistas responsables se paren a reflexionar sobre la índole de su movimiento, del que han surgido asesinos y seres bestiales como el agresor de Aguirre. Deberían pensar que es una desgracia que sean estos tipos los que caractericen el nacionalismo, más que los hombres de letras o de ciencias. Una situación muy penosa, a poco que se considere. Muy bien puede ocurrir que la falta de acervo cultural genere un resentimiento interno en estas personas que con facilidad se convierta en ira. No creo que haya remedio mejor para esta situación que dedicarse a la lectura. Una escritura plácida, tersa, de belleza ática es lo más conveniente. Deberían cogerle gusto a la lectura de Gustavo Adolfo Bécquer, por ejemplo. También me parece muy apropiado Juan Valera. O Juan Ramón Jiménez. Una mente acostumbrada a la buena lectura no parece que pueda inclinarse por una conducta de patadones brutales. No es ninguna garantía segura, todo hay que decirlo, pero me parece un camino acertado. Aunque será muy difícil que lo sigan, bien lo sé. En el Foro de Ermua parece haber un considerable componente de una izquierda exigente y honesta, de la que son buenas muestras Iñaki Ezquerra, Antonio Aguirre, Mikel Buesa y un largo etcétera. Precisamente porque no son corruptos les ha dado la espalda su propio partido, el corrupto PSOE. Merecen admiración, aprecio y solidaridad, ya que no resulta cómoda la situación de aislamiento a que están siendo sometidos. Es muy frecuente (yo diría que lo más habitual) en cualquier movimiento u organización de la clase que sea que aquellos cuya honradez moral e intelectual les obliga a mantenerse fieles a los principios, se encuentren con que, de forma paulatina, se va gestando un sector hostil que les va volviendo la espalda. Los López, los Elorza, los Recalde, los Gallaron, están ahí extendiendo sus tentáculos de derrotismo. A estos no les interesan los principio morales. Los llaman “moralismo” con desprecio. Los factores de la conveniencia, del posibilismo, son los que operan en ellos y moldean su discurso, que encubre el deseo incoercible de hacer concesiones para vivir en paz. Es simple derrotismo encubierto. Por esto hay que rendir tributo de respeto y aprecio a la gente que se muestra éticamente insobornable como Rosa Díez, Gotzone Mora, los antes citados y otros más.

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