domingo, abril 15, 2007

Felix Arbolí, Los tres colores de la discordia

lunes 16 de abril de 2007
LOS TRES COLORES DE LA DISCORDIA
Félix Arbolí

E L 14 de abril, pero del año 1931, en España se proclama por segunda vez la República. El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra y a veces, hay algunos tan obcecados, que lo intentan hacer hasta tres veces. Cuando ocurrió este suceso que por lo visto a los españoles no nos suele dar buena suerte, vistas sus históricas consecuencias, faltaban aún quince meses para mi aparición por el mundo de los mortales. Es decir, que nací republicano, aunque no me gustaría morir bajo ese mismo régimen, si no me garantizan que será distinto al que sufrimos los supervivientes de ese desbarajuste y vandalismo. Se puede ser republicano, franquista, monárquico, socialista, falangista, comunista y hasta anarquista, siempre que se tenga limpieza de miras y respeto a la ideología de los demás, aunque uno se sienta a años luz de ella. Esta es mi modesta y sincera opinión y el lema de mi vida en el terreno de la fe y la política. Desgraciadamente, me da la impresión de que pertenezco a una especie un tanto anómala en los tiempos que corren y más de uno se sentirá airado y pedirá enfurecido mi cabeza. Lo siento por ellos, que no por mi. Por lo que supe posteriormente y sabrán mis agudos e inteligentes lectores, el nuevo Régimen se instituyó tras unas elecciones municipales, que no generales, como las que se van a celebrar ahora y en las que muchos lobos tienen puestos sus ojos, esperando que ocurra lo mismo que entonces. Hay que estar preparados para desenmascarar y detener a esos taimados. En aquella ocasión, aunque en los municipios de menor importancia ganan los monárquicos y son mayoría sus votos numéricamente en el cómputo general, en las principales ciudades lo hacen los republicanos, con Madrid y Barcelona a la cabeza y lo que se celebraba como una simple renovación de los ayuntamientos, se convierte en la proclamación rápida y sorpresiva de un nuevo modelo de Estado. Como dato curioso, Eibar es la primera ciudad española, (perdón si ofendo a algunos vascos), donde ondea la nueva bandera y su nuevo escudo, que cambia la corona real por la mural, en la fachada de su casa consistorial. El estallido del entusiasmo popular es enorme y coches, autobuses, tranvías y calles se llena de vociferantes ciudadanos y multitud de banderas republicanas, que nadie se explica cómo han podido exhibirse tan rápidas y en tal cantidad. Nunca he llegado a comprender el cambio de bandera con la inclusión de esa franja morada sustituyendo a la roja. Si este símbolo representa a la nación, país o patria, (elijan la que más le agrade), y no al sistema de gobierno que lo rige, no debiera ser modificada. Sólo es susceptible de cambio el escudo, ya que éste suele tener connotaciones partidistas y estar acorde con la situación política imperante. El posible ejemplo francés y su guillotinesca revolución contra la depravada monarquía de Luis XVI y Maria Antonieta, que implantó la bandera tricolor como símbolo de una nueva y reformada Francia, pudo haber sido la causa de este cambio un tanto singular por nuestra parte. Siempre hemos sido proclives a imitar aquellos países que han protagonizado sucesos importantes y graves, incluso aumentándolos dada nuestra singular naturaleza peleona y altiva. Estos hechos históricos de la España contemporánea los viví sin darme cuenta, dada mi corta edad. Gracias a un muy querido personaje de mi infancia, “Tío Manolo”, como yo le llamaba, aunque no nos uniera parentesco alguno, los fui conociendo, a través de sus largas e interesantes charlas en mis visitas a Chiclana. Siempre que podía, con la lógica curiosidad de todo niño e incluso ya adolescente, me acercaba a su enorme y señorial caserón, un tanto anticuado, donde en un desordenado despacho, rebosante de libros, fotos, documentos y otros objetos más o menos curiosos e inútiles que acostumbramos a conservar, yo el primero, nos reuníamos para conversar. Junto a una antigua mesa de caoba, reminiscencia familiar de mejores tiempos, excesivamente ocupada por montones de papeles, carpetas, diarios de pasadas fechas y una escribanía de plata con la figura de “Don Quijote” lanza en ristre, a la que tenía en gran estima por su valiosa antigüedad ya que había pertenecido a su abuelo, él ocupaba el sillón central y yo la silla más próxima y libre de obstáculos. Sobre la pared, presidiendo el entorno, un cuadro de José Antonio, el fundador de la Falange, cruzado de brazos y con camisa azul, enmarcado en plata. Posiblemente hubiera sustituido a alguna antigua escena familiar que permanecería oculta en alguno de los cajones. Era un retrato muy frecuente en los hogares españoles recién terminada la guerra. Junto al citado cuadro, un diploma acreditativo de sus méritos a una condecoración concedida y varias medallas justificativas de sus acciones en el frente. Fue de los primeros que se alistaron en la falange chiclanera y de los pocos que tuvieron experiencia personal de trincheras, penalidades y peligros de una cruenta guerra cuerpo a cuerpo. En una pequeña hornacina, la imagen del Corazón de Jesús, en su advocación de Cristo Rey, tan en boga entonces en las casas familiares. Todo muy en consonancia con las normas imperantes en la nueva y “reconquistada” España, donde el sentimiento religioso y político, estaba tan arraigado y presente. La paciencia de mi “tío” y el cariño que me demostraba, me motivaban a no dejarle en paz, una vez que tenía la ocasión de encontrarme con él. Por sus charlas que yo “bebía” sin pestañear siquiera, pude conocer este turbulento periodo de nuestra Historia, cuando yo iniciaba mi aventura vital. Recuerdo, - mi memoria en estos asuntos es realmente prodigiosa-, como me comentaba dolido la caída y el exilio de Alfonso XIII. - “Los considerados monárquicos y el propio gobierno de Su Majestad, que alardeaban de su lealtad y entusiasmo mientras se hallaba seguro en el Trono, no hicieron nada por impedir su caída y destierro. Le dieron la espalda ignominiosamente y en un claro ejemplo de cobardía ni lo intentaron defender. Dicen que una de las posibles causas de la desaparición del régimen monárquico, fue su permisividad con la dictadura de Primo de Rivera, padre de José Antonio, que duró diez años, de 1921 al 30. “ Su mirada se eleva admirativamente hacia el cuadro del Fundador. En su manera de hablar le noto contrariado, ya que su familia es muy monárquica y aunque es una cuestión que huele en esos tiempos a “naftalina”, denota sentir algo cuando trata éste tema. Sobre el cenicero humea una colilla, cuando lía un nuevo cigarro. Aspira profundo y suelta con rapidez la densa humareda negra que brota con fuerte impulso de su boca y nariz, llenando toda la estancia de una estela nebulosa y un fuerte olor, que me hace sentir un molesto picor en la garganta y cierto escozor en los ojos. - “Según el criterio y consejo de sus leales ministros, entre ellos el Conde de Romanones y don Gabriel Maura, al Rey no le queda otra alternativa que abandonar España camino del exilio. Se reciben amenazas de que si no lo hace rápidamente bombardearían el Palacio Real. Al advertir mi expresión de sorpresa, se adelante a mi posible pregunta… - “ Tal como te lo cuento. Uno de los pilotos dispuestos a realizar esta “proeza” era el comandante Ramón Franco, hermano del Caudillo y héroe del “Plus Ultra”. Fue el primero en realizar la travesía en hidroavión del Atlántico Sur en 1926. Un auténtico ídolo popular. Se comentaba que hizo varios vuelos sobre la residencia oficial de la Familia Real, dispuesto a lanzarle algunos pepinazos y sólo se lo impidió el gran número de críos y mujeres que a esas horas de la tarde jugaban y conversaban en la cercana Plaza de Oriente. Este hermano era de tendencia republicana y fue diputado por Ezquerra Republicana, aunque luego se sumó al levantamiento y murió en Mallorca en un extraño accidente aéreo, en 1938. Dicen que era masón”. Da una nueva calada al cigarro, contempla ensimismado la bocanada de humo que expulsa y prosigue su relato. “ El día que España durmió monárquica y se despertó republicana, (ojo al detalle, que hay “moros en la costa” y se avecinan unas nuevas elecciones municipales, cuando soplan vientos tricolores y hablo de la actualidad), solo dos ministros estaban dispuestos al uso de las armas en defensa del Rey, Gabino Bugallal Araujo y don Juan de la Cierva, ya que ni Dámaso Berenguer, el responsable del desastre de Annual contra Marruecos y ministro de la guerra en esas fechas, ni don Juan Bautista Aznar Cabanas, almirante y gaditano, presidente del último gobierno monárquico, hicieron nada por impedir la desaparición del Régimen al que habían jurado servir y defender con lealtad. - El que fue Rey de España desde el mismo día de su nacimiento, el 17 de mayo de 1886, tuvo que abandonar el país, camino del exilio a Marsella, usando la puerta trasera de palacio, llamada del Moro, para evitar el peligro que corría su vida ante la vociferante multitud que se agolpaba ante la fachada principal con intenciones nada pacíficas por supuesto. Ni cortesanos, ni monárquicos “de los de toda la vida”, hicieron nada, ni se acercaron a despedirlo con el respeto y la consideración debidas. En tres coches, uno de ellos conducido por el propio Rey, en unión del Conde de Miranda y unos escasos adictos a su Causa y servicio, se inicia la marcha a las nueve menos cuarto de la noche de ese mismo día y muy cerca de las cuatro de la mañana embarcan en Cartagena en el crucero “Príncipe Alfonso”, para iniciar su destierro en Francia. Hay varias versiones sobre este trayecto, que yo me limito a exponerte, sin mostrar inclinación a ninguna en especial. Una de ellas indica que el comandante del buque que alejaba al monarca de España, no tuvo mucha delicadeza hacia tan importante pasajero y ordenó izar la bandera republicana llevándolo a bordo, sin que le entregara la antigua Enseña al monarca cuando éste se lo solicitó para llevarla como recuerdo. La otra, por el contrario, dice que dicho comandante transmite en un parte su lealtad al nuevo gobierno y le pide autorización para no izar la nueva bandera mientras se encuentre el Rey en el barco. Ignoro cual de las dos es la certera”. Habla bastante exaltado sobre este episodio. Evidentemente le hace daño recordar hechos y actitudes con los que no se halla identificado. Enciende un nuevo cigarro y me atosigo con tanto humo concentrado en los estrechos límites de un cuarto cerrado. Cosquillea mi garganta y toso a veces, aunque lo disimulo de la mejor manera ya que no quiero darle un pretexto para interrumpir tan interesante historia. “La familia real sale de palacio al día siguiente por carretera. Al llegar a Galapagar, la despide emocionado y respetuoso el Conde Romanones, que esperaba su llegada sentado sobre una roca del camino. Es el único político que tiene ese detalle. En la estación de la localidad, suben al tren para continuar el viaje por ferrocarril hasta Cartagena. No han querido salir de Madrid para evitar posibles altercados y percances del desbordado pueblo. Don Juan, que estudiaba en la Escuela Naval de San Fernando, es trasladado a Gibraltar en un submarino. Con él abandonaba España el último miembro de la familia. Cosa curiosa, solo en siete provincias habían ganado los monárquicos por mayoría: Lugo, Vitoria, Pamplona, Soria, Ávila, Cádiz y Palma de Mallorca. El Rey murió en Roma, abandonado y decepcionado, el 28 de febrero de 1941, diez años más tarde de su precipitada salida. Pero contra lo que se ha dicho y escrito, fue Rey hasta su muerte ya que no abdicó de sus derechos dinásticos hasta ese mismo año, en su tercer hijo. Don Juan, que ostenta desde entonces el título de Conde Barcelona.”. Mi “tío” habla con cierta amargura sobre este periodo. Al igual que otros muchos que se dedicaron a la causa de una nueva España con entusiasmo y devoción, se siente desengañado al ver incumplidos los ideales que creyó defender y por los que se produjeron tantas muertes. La Falange en la que él había puesto sus ilusiones y a la que se había entregado por completo atraído por su ideario y entusiasta de su doctrina social inspirada en la utopía de un hombre iluminado, ha perdido su inicial carisma y ardor joseantoniano, que fue lo que motivó a gran parte de nuestra juventud a alistarse en sus filas y ofrecer sus vidas generosamente por ese “imperio hacía Dios” que proclamaban sus canciones. Debió ser tremenda la angustia de este monarca solitario y desterrado, sin el calor de su familia, viviendo en la frialdad de un hotel hasta el final de sus días, y ninguneado por el general que ganó esa guerra que muchos creyeron de restauración y que se convirtió en un constante impedimento a todo lo que se relacionara con el monarca y con su hijo y sucesor en los derechos al Trono. Se olvidó, de los innumerables privilegios recibidos cuando reinaban, incluso su padrinazgo de boda y recomendaciones para sus ascensos en su fulgurante carrera militar. . Hoy aniversario de estos hechos, que unos y otros relatan y recuerdan a su manera, aunque abunden los fanáticos de esa bandera tricolor de tan nefastos recuerdos, debidos a los errores y debilidades de los que no supieron estar a la altura de las circunstancias y mantener el orden y la armonía que precisa la convivencia de un país, para no perder su grandeza y sus virtudes. Tuvieron a todo un pueblo ilusionado y lo convirtieron en una caterva de verdugos que ávidos de revanchas y llenos de rencores, convirtieron sus ideales en una cámara de tortura donde las represalias y ejecuciones estuvieron a la orden del día sin causas que las justificaran. Se les desbocó el caballo en su galopar y cuando quisieron detenerlo no encontraron freno posible. No debemos pasar por alto el detalle de que ahora, que aún no tienen cogida la sartén por el mango, solo hablan de agravios, de memorias escoradas hacia una sola posición y de desmembramiento de la Patria, para hacer más factible su aniquilamiento y desaparición como nación indivisible. Y de este malestar general, nadie está libre, ni se puede sentir impune, porque unos y otros solo piensan en injuriar, ofender y descalificar al adversario que, no tiene por qué ser el enemigo. Manifiestos de intelectuales y artistas que usan su fama y consagración para proporcionar más leña al fuego. Proclamas y descalificaciones tendenciosas y sagaces buscando el efecto consecuente en las próximas elecciones municipales, que muchos pretenden convertir en una especie de consulta general, (ya tuvimos un precedente de este equívoco y sus sorprendentes y rápidos acontecimientos). Y una pugna virulenta e incontenible que ha convertido a nuestra España en dos mundos enfrentados e irreconciliables. No existe el término medio, que es la virtud, en esta lucha sin cuartel y sin descanso. Vivimos y esto es lo más grave, viendo al enemigo en nuestra propia casa, en nuestras tertulias, en nuestros centros de trabajos, porque somos incapaces de razonar, respetar y amar, sin necesidad de verle la etiqueta a nuestro prójimo, ni sacarle los colores a ver si coinciden con los nuestros.

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