jueves 26 de abril de 2007
Hacia el Elíseo con un solo mensaje: autoridad
Eulogio López (Hispanidad.com)
N O son los principios los que llevan a Nicolás Sarkozy al Elíseo sino el miedo. Su contrincante, la bella Ségolène, habla de un cambio “sin brutalidad”, que es una manera muy feminista, es decir, bastante hipócrita, de llamar bruto, es decir, animal, irracional, a su rival, sin que pueda ser acusada de brutalidad en la injuria. Pero don Nicolás, a pesar de los riesgos (recuerden, el lema de la izquierda francesa para la segunda vuelta es “Sarkozy da miedo”) insiste, porque sabe que está pregonando el valor que más anhela, no los ricos, sino toda la clase media francesa y europea: un poco de autoridad, un pelín de disciplina. El conservador Sarkozy sabe que en la eterna disputa entre libertad y orden, a día de hoy, la gente apuesta en Occidente por el orden, es decir, por la seguridad. La razón es muy sencilla: la gente tiene miedo. No, los “valores” a Sarkozy le importan tan poco como a la moderna derecha europea, derecha pagana, o a los centro reformistas españoles del PP. Sarkozy se deja mimar con Simone Veil, la conservadora que introdujo el aborto en Francia, y le resulta “chocante” –¡qué graciosillo es este chavalote!- la postura de la Iglesia sobre la homosexualidad. (Curioso porque, al mismo tiempo, se niega a que los gays adopten niños). Pocas ideas tiene don Nicolás sobre educación, aunque dirigió ese Departamento, y pocas sobre justicia social porque, no nos engañemos, en materia económica, en todo Occidente, la izquierda y la derecha defienden el mismo sistema, que desde hace dos siglos recibe el nombre de capitalismo. Sarkozy cree en el capitalismo de mercado mientras Royal opta por el capitalismo de Estado, el uno está con Davos y la otra con Porto Alegre, pero ambos trabajan con el dinero de los demás, de miles de ahorradores o de millones de contribuyentes y repiten el esquema de Chesterton: “¿Qué más me da que todas las tierras del condado sean del Estado o pertenezcan al Duque de Wellington?”. Pero hay algo que aún distingue a la derecha: el orden. La gente tiene miedo, todo Occidente vive dominado por el miedo. Y no al terrorismo: a lo que teme la mayoría es a la delincuencia común, al pequeño robo, a la insolencia de una juventud malcriada, a las violaciones, a las bandas de atracadores en domicilio... En definitiva, la gente tiene miedo del vecino, de inmigrante, del desconocido. El subsector económico que más crece es el de la seguridad privada. Sarkozy busca a un votante que no cree en los políticos pero que está votar a aquel político dispuesto a emplear mano dura, entre otras cosas porque el miedo siempre nos lleva a pensar que la mano dura se aplicará con el prójimo. Y ese votante tampoco piensa en que esa violencia ciudadana se produce, precisamente, por falta de principios, por puro nihilismo. No piensa en la educación sino en la represión. Hay mucha gente que, aunque no lo diga, quiere un cambio “con una cierta dosis de brutalidad”. Lo mismo puede decirse del centro del señor Bayrou. El centrismo no es más que hartazgo de los políticos profesionales y miedo ala vida, al hombre, al otro. Naturalmente, muy pocos son tan sinceros como para reconocer que el miedo constituye la clave de su existencia. Quizás porque la cobardía es dura de sufrir, dura de prever, dura de recordar. Y, sobre todo, dura de aceptar. Para mí que si Sarkozy no fuerza la nota, y vende disciplina, será el próximo presidente de Francia.
miércoles, abril 25, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario