jueves 19 de abril de 2007
CRISTIANISMO Y MEDIO AMBIENTE
El imperativo moral del ecologismo evangélico
Por Jordan Ballor
El debate entre evangélicos sobre cuál debería ser la respuesta más apropiada a los retos y preguntas que plantea el cambio climático ha dado un inquietante giro en las últimas semanas. Y, en un preocupante caso de repetición histórica, este cambio recuerda el tono del debate que durante la pasada década tuvo lugar entre cristianos conservadores y progresistas sobre el tema de la pobreza.
A mediados de los años 90, en el apogeo de la acción política para reformar la ayuda social, los conservadores religiosos fueron típicamente representados como contrarios a la expansiva ayuda social estatal porque no les importaban los pobres. De la misma manera, los cristianos evangélicos que dudan de la veracidad de las afirmaciones sobre la extensión y las causas del calentamiento global están siendo representados cada vez más como personas que niegan la responsabilidad cristiana de cuidar el planeta.
A principios del mes pasado, evangélicos conservadores como James Dobson, de Focus on the Family, y Tony Perkins, del Consejo de Investigaciones sobre la Familia (Family Research Council), expresaron su oposición al activismo evangélico sobre el calentamiento global, centrándose especialmente en las actividades del reverendo Richard Cizik, vicepresidente de relaciones gubernamentales de la Asociación Nacional de Evangélicos (NAE). Este grupo de líderes evangélicos envió una carta exhortando a que se llamara la atención a Cizik o que se pidiese su dimisión, debido a su "implacable campaña" a favor de que se impulse actuaciones federales para hacer frente al cambio climático.
En respuesta, el New York Times publicó un editorial la semana pasada en el que afirmaba que la carta de los evangélicos conservadores era "un triste recordatorio de cómo una agenda radical, como la del tipo de conservadurismo que estos hombres predican, puede eclipsar todo lo demás". Concluía que "es anticuado limitar la definición de moral a la forma cómo se comportan los seres humanos entre seres humanos" y que "el asunto moral más grande de nuestro tiempo es nuestra responsabilidad con el planeta y todos sus habitantes".
Comentando sobre las repercusiones de la carta de Dobson, Lisa Miller de Newsweek apuntó que "el propio Cizik es lo suficientemente inteligente como para aprovecharlo para posicionarse como mártir". Miller también citó los planificados comentarios de Cizik dirigidos a la junta directiva de NAE: "Es hora de que volvamos a ser gente conocida por el amor y cuidado al planeta y a nuestros semejantes".
De esta manera y de muchas otras, la oposición al activismo evangélico sobre el cambio climático se ha mezclado con un asunto más importante, como es la responsabilidad cristiana con el medio ambiente. Pero claro, la responsabilidad cristiana con el medio ambiente, que Cizik denomina "cuidado de la creación", es mucho más amplia que el asunto del calentamiento global. Aunque pueda ser una estrategia retórica eficaz afirmar que a los oponentes no les "importa" la creación, tales aseveraciones nublan en lugar de clarificar el verdadero fondo del debate.
En su exposición del mandamiento contra dar falso testimonio, el catecismo de Heidelberg, importante documento confesional del cristianismo reformado, advierte que el mandamiento obliga al cristiano a "amar la verdad, a decirla con candidez y a reconocerla abiertamente". También dice que los cristianos deben "cuidar y defender" el buen nombre de nuestro prójimo. La atribución de motivos falsos a quienes se oponen al activismo del cambio climático corre el riesgo de violar estos significativos imperativos morales.
Aunque esté claro que esa caricatura de la falta de interés de los conservadores por los pobres es muy difícil de borrar, las cosas han empezado a cambiar hasta el punto en que "conservadurismo compasivo" ya no es un oxímoron y hay esperanzas de que el discurso político pueda elevarse a un nivel más productivo.
Por ejemplo, el activista cristiano de izquierdas Tony Campolo tiene la integridad de admitir que las afirmaciones de los cristianos conservadores de que el Gobierno no tiene la principal responsabilidad a la hora de cuidar de los pobres no es debido a una falta de interés por la pobreza. En su lugar, apunta Campolo, "la derecha religiosa, por convicción, está segura de que ayudar a los pobres es algo que debería realizarse de forma individual o a través de la iglesia". Hay un compromiso compartido de ver la pobreza como un tema moral, pero hay desacuerdo a nivel de política y prudencia sobre las mejores maneras de abordar este problema.
De la misma manera, la preocupación cristiana por el medio ambiente es ciertamente un asunto moral que requerirá más atención a medida que los avances tecnológicos y las capacidades de la ciencia aumenten. Tanto quienes se oponen a que el Gobierno actúe contra el cambio climático como quienes lo proponen tienen la responsabilidad de ser abiertos y honestos sobre los puntos en los que discrepan y en los que están de acuerdo.
Para los evangélicos conservadores que se oponen a la actuación política para abordar el cambio climático, esto significa poner muy en claro y de forma explícita que la responsabilidad cristiana de administrar adecuadamente la creación de Dios es un imperativo moral indudable. Dobson y los demás signatarios tienen algo de culpa por las palabras mal escogidas que se usaron en su carta, pues al mencionar explícitamente sólo los temas de aborto, el matrimonio y la sexualidad como "los grandes asuntos morales de nuestro tiempo", se autoexpusieron a una buena cantidad de críticas legítimas. Jim Wallis, un destacado activista evangélico progresista, fue rápido en destacar que la guerra, la pobreza y los temas medioambientales también eran preocupaciones morales importantes.
Para los defensores de las soluciones políticas del calentamiento global, como Cizik y Wallis, este imperativo moral significa reconocer el compromiso de sus rivales de "cuidar" de la creación, incluso entre los desacuerdos a veces mordaces sobre las formas y las instituciones responsables de ese cuidado. Con este compromiso compartido, quizá el diálogo sobre el cambio climático podría conseguir avanzar más allá de la denigración y la demagogia.
Jordan Ballor es editor asociado del Instituto Acton para el Estudio de la Religión y la Libertad en Grand Rapids, Míchigan.
* Traducido por Miryam Lindberg del original en inglés.
miércoles, abril 18, 2007
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