jueves, abril 19, 2007

Miguel Angel Loma, El tomate de Carrillo

viernes 20 de abril de 2007
El tomate de Carrillo
Miguel Ángel Loma
Q UE lo de ser comunista es un chollazo es algo requetesabido, pero aún así no deja de resultarme sorprendente. Y me venía este pensamiento tras ver una foto en un periódico donde Santiago Carrillo aparecía como protagonista de uno de los múltiples actos, más o menos culturales, a que es invitado, para repartir marchamos de legitimidad democrática e impartir lecciones de memoria histórica y moral pública, levantándome el recuerdo de un programita de esos del Tomate de hace unos meses, donde también apareció el angélico doctor honoris causa de la política española. Por si alguien no lo ha visto nunca, si algo caracteriza al programita tomatero de sobremesa (programa estrella de Tele 5), es la saña que se gastan en destripar a todo bicho viviente al que, por la causa que sea, lo consideren objetivo de sus inquinas. Salvo escasas excepciones (y éstas, presumiblemente por razones puramente personales, consecuencia de las secretas relaciones entre los protagonistas del mundo del famoseo y los periodistas del corazón o la entrepierna), sus víctimas preferidas son aquellos que pasan por sus peores momentos, que han venido a menos, o que tienen sus facultades tan mermadas que pueden ser presa fácil del escarnio; obvio es decir, que sus objetivos más apetecidos son aquellos que carecen de posibilidad alguna de defenderse porque ya están difuntos. Su presentador, Jorge Javier Vázquez, junto a su cohorte de «profesionales», son de lo más valiente a la hora de alancear fiambres o de burlarse de personajes vulnerables. ¡Con lo beneficioso que resultaría para la higiene de la cosa pública que todo ese plantel de reporteros, apostados durante horas a las puertas de domicilios o persiguiendo a famosetes y friquis de tres al cuarto por tierra, mar y aire, dedicase sus correrías y seguimientos con cámaras ocultas a desvelarnos los secretos, enredos y tejemanejes de tantos poderosos y políticos corruptos! Pero retomo el tema: en el citado programa con motivo de no sé qué acto cultural, presentación de libro o similar, que se celebraba en Madrid, una intrépida alcachofista tomatera que pululaba por el lugar se topaba con Santiago Carrillo, que estaba sentado fumándose un cigarrito en un rincón de la sala, se supone que tras el acto (cultural, aclaro). Conociendo la mala sangre que anima a los reporteros del programa, que tienen siempre la pregunta más molesta e inoportuna hacia quienes se dirigen, con expectación aguardé el tenor de la entrevista... ¿Alguna preguntita incómoda al héroe de Paracuellos? ¿Algún recuerdo ligeramente molesto sobre sus juveniles hazañas bélicas de retaguardia? ¿Alguna indirecta que contuviese una mínima dosis del veneno al que nos tienen acostumbrados las viborillas mediáticas tomateras? ¡Tate, tate, buen rollito y aguacate! Sonrisas y caricias dialécticas al abuelete que ya se sabe que los del Tomate son muy respetuosos con la gente de edad provecta. Todo fueron chorraditas sobre el tabaco, sobre la conveniencia o no de fumar en público, para que al final nos aclarase entre sonrisas don Santiago que las limitaciones a la libertad de fumar se debían a... Esperanza Aguirre. ¡Marquesa, chúpate esa! Y todo adobado con mucha sonrisita y buen rollito por parte de la periodista. ¿Se imaginan la que formarían en el Tomate si uno de sus reporteros trincara fumando en una sala pública a un político de signo político contrario a Carrillo? Qué chollazo es eso de ser comunista, y no sólo para poder fumar donde te peta. En los años mozos te cepillas a quien puedes en nombre de la revolución y liberación de los pueblos oprimidos por la odiosa burguesía capital-clericalona. Te jactas de proclamar y defender, sin ningún género de escrúpulos, la ideología de odio que ha asesinado a cien millones de personas y amargado a medio mundo. Te haces amiguito de tipos como el rumano Ceaucescu, que te invita a veranear en su feudo y hasta te regala un coche; e intimas con Fidel y el resto de la tropa. Cuando Franco se muere, regresas a una España que, gracias a tu innegable «colaboración», dejaste destrozada y que ahora te encuentras levantada, pero no precisamente por el sudor de los tuyos. Te pones una peluca y juegas al veo-veo, sabiendo que gozas de pactada inmunidad. Te invitan al Club Siglo XXI, en nombre de la reconciliación y la superación del pasado, y así entras definitivamente en sociedad democrática del bracete de tito Fraga. Te conviertes en el referente de marquesonas y democristianos que pierden el culillo por abrazarte y hacerse la foto contigo, mientras rompen por detrás las que tenían junto a Franco. Más tarde, cuando se desploma el muro de ignominia que condenó a media Europa a la tiranía y la miseria (que así están todavía los pobrecitos), te conviertes en adalid de la libertad y en héroe de la democracia. Te nombran Honoris Causa y te pones a impartir lecciones de ética y, si te apuran, hasta de moral cristiana en la parroquia de Entrevías. Y al final de tus días, vuelves a desenterrar la hoz corta cuellos y el martillo machaca conciencias echando leña al fuego del guerracivilismo entre españoles. (Y eso, por no hablar de la historia de sus coleguis comunistas de allende nuestras fronteras, de tantos parientes e hijos de Putin a quienes ningún tribunal reclamará responsabilidad alguna, que de la noche a la mañana reciclaron sus estrelladas botas militares en lujosas botas capitalistas, y se las andan poniendo a golpe de negocios mafiosos y repartiendo Polonio entre sus amistades más íntimas). Conocido y comprobado es el privilegio de que gozan los comunistas, pero no deja de sorprender cuando hasta las peores hienas mediáticas les rinden pleitesía y comen en su mano. Que un tipejo de gravísimo pasado criminal como Santiago Carrillo constituya el referente ético de media España, denota el grado de putrefacción e ignorancia que padecemos.

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