miércoles, abril 18, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Haz el amor y no la bomba

jueves 19 de abril de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Haz el amor y no la bomba
Quiso ayer la casualidad que la nueva señal de alarma sobre el declive demográfico coincidiese en la misma página de nuestro periódico con el procesamiento de dos bombistas autóctonos. Uxío y Xiana, que así se llaman, se hicieron famosos por colocar un artefacto en una sucursal compostelana de Caixa Galicia en julio de 2005.
La estrepitosa acción (la bomba estalló) hubiese tenido cierta coherencia de haberse tratado de dos clientes descontentos de la entidad por culpa de un crédito rechazado, o un cargo indebido. Sin embargo, no fue ése el motivo, sino la lucha por una Galicia independiente, en la que por lo visto no tendrán cabida las oficinas bancarias, ni tampoco la electricidad ya que, como se sabe, las torres de alta tensión son también un objetivo favorito de esta gente.
Pero supongamos que Uxío y Xiana, por unos medios o por otros, logran hacer realidad su sueño y colocar la bandera de Galicia junto a los mástiles que hacen guardia frente al edificio de la ONU en Nueva York. Si unimos la escasa fortaleza del independentismo a la reticencia que la gran mayoría de los gallegos sienten hacia esa idea, necesitarían al menos cincuenta o cien años para cul- minarla del todo.
El problema es que de Galicia quedará entonces muy poco. De cumplirse los vaticinios de la Unión Europea, habrá por esas calendas un país portátil que cabrá en unos cuantos rascacielos de Shanghái. Un país en miniatura poblado de gente mayor, a la que vendrán a visitar en verano jóvenes dispersos por el mundo. Independizarán una Galicia vacía, que ya se habrá independizado hace tiempo del futuro.
Ni siquiera necesitarán luchar mucho por la emancipación. A lo mejor hasta la regalan, porque a ningún Estado o Unión Europea le va a interesar retener un territorio tan costoso. Ministro y comisario de Economía respirarán aliviados cuando se produzca el traspaso de la soberanía, ante la emoción contenida de Uxío, Xiana o quienes lleven la batuta de aquella.
Ya de vuelta, ante una multitud que agita sus bastones, proclamarán que Galicia ya puede caminar sola por el mundo, e irán a colocar una corona conmemorativa en el lugar donde estaba la oficina bancaria que saltó por los aires en un verano de 2005. Caixa Galicia tendrá buena parte de su negocio fuera, y una sede asiática impresionante en un rascacielos de Shanghái.
Si estos dos chavales fuesen revolucionarios de verdad, se darían cuenta de que la auténtica revolución que su país precisa es la demográfica. Haz el amor y no la bomba, tendría que ser el lema de los luchadores por la emancipación. Al tan odiado Estado español le trae sin cuidado que, de vez en cuando, estalle un artefacto, pero le preocuparía que los gallegos, siguiendo el mandato bíblico, crecieran y se multiplicaran.
En el mundo de hoy, y en el que viene, ya no vale dar pena, ni poner más petardos que los valencianos en las fallas. El peso poblacional es clave, y es lo que está en el fondo de muchas decisiones relacionadas con las infraestructuras. Una población en retroceso es electoralmente menos temible, y hace que la inversión se justifique también menos. La estadística de la UE sobre Galicia es mala por lo que aventura, pero sobre todo por las pautas que les da a los altos encargados de tomar decisiones.
Uxío y Xiana se han equivocado. Su aportación a la independencia sería tener muchos hijos para darle la vuelta a la predicción. La soberanía que añoran no es posible sin gente ni cajas.

No hay comentarios: