miércoles, abril 25, 2007

Maragall destapa la reforma constitucional encubierta

26-IV-2007
Maragall destapa la reforma constitucional encubierta
EDITORIAL

Las pretensiones de los impulsores del Estatut no son un simple "error que no ha merecido la pena", sino por el contrario, un deliberado intento de fraude de ley que todavía puede prosperar si no lo impiden los magistrados del Tribunal Constitucional

No hay que extrañarse de que socialistas y nacionalistas hayan corrido a desmarcarse de las explosivas declaraciones de Pasqual Maragall al diario italiano Europa, en las que el ex presidente de la Generalitat considera "un error" el haber impulsado la reforma del Estatut de Cataluña sin modificar antes la Constitución, y en las que confiesa, "vista con la perspectiva de hoy", que dicha reforma estatutaria ha supuesto "un esfuerzo que no ha valido la pena".
Vaya por delante que, para que nuestra Ley de leyes hubiera podido ser compatible con el farragoso engendro soberanista con el que socialistas y nacionalistas han pretendido y todavía pretenden reformarla de manera artera, hubieran sido necesarias muchas más modificaciones en nuestra Carta Magna que la que sugiere Maragall con un simple cambio en su artículo 2. Habría hecho falta una auténtica voladura de nuestra Constitución, empezando por el pilar histórico, jurídico y político que la sustenta, como es la Nación española.
Para Maragall, sin embargo, es "un error" que nuestra Constitución no reconozca a España como una "nación de naciones". Corregir ese supuesto fallo sería no reconocer la realidad de España, sustituyéndola por una delirante e ingobernable falsedad histórica, jurídica y política que supone, además, una contradicción en los términos y un atentado a la lógica más elemental. ¿Sería Maragall, por otra parte, capaz de decir los nombres de esas supuestas naciones que, junto a Cataluña, Galicia y el País Vasco, conforman, según él, la nación española?
Muchas cosas se podrían puntualizar a la afirmación de Maragall de que "la nación de naciones" es "una denominación que utilizaba el federalismo español", al margen de señalar que resulta una manera bastante pobre de maquillar un disparate que equipara la parte al todo. Sin embargo, lo importante ahora es subrayar que Maragall admita que eso no forma parte de nuestra Ley de Leyes y que reconozca que el Estatut soberanista fue un "intento de corregir manera indirecta" ese supuesto error de nuestra Carta Magna.
Aunque tampoco deje de ser relevante la forma despectiva con la que Maragall parece referirse a los "287 artículos, en los que se especifican las competencias de Catalunya, una por una y en cada campo" , más importante es que señale, respecto a la reforma de la Constitución, que "probablemente" hubiera sido "imposible", "pero también la del Estatuto ha sido imposible", ya que "está vigente, pero sólo de forma provisional", a causa del proceso pendiente en el TC.
Y aquí está la cuestión que Maragall, sin embargo, no se atreve a desarrollar. Y es que vista esa "imposibilidad" de cambiar las reglas constitucionales sin el consenso con el PP, lo que pretendieron y siguen pretendiendo socialistas y nacionalistas –en una operación tiempo atrás calculada, aunque en parte desbaratada por las recientes y justificadas recusaciones de algunos magistrados– es que el Tribunal aceptara el pulpo como animal de compañía. Y esas pretensiones de los impulsores del Estatut no son un simple "error que no ha merecido la pena", sino, por el contrario, un deliberado intento de fraude de ley que todavía puede prosperar si no lo impiden los magistrados del Tribunal Constitucional.

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