jueves, abril 19, 2007

Antonio Parra, Hoy publico un libro en Internet

viernes 20 de abril de 2007
Hoy publico un libro en Internet
Antonio Parra
P UBLICAR un libro es lo más parecido a un parto. Lo mismito que echar un hijo al mundo, haciendo abstracción de que mi vástago “Grimorio Anónimo Asturiano. Magia Natural y Filosofía Oculta” no es hijo de la carne y de la sangre, sino del espíritu. Otros me costaron más. Casi enteros años de labor pero a éste lo puse en manos de mi comadrona Elena Díez de la Cortina Montemayor en quince días. Ha sido editado por Manuscritos.com. La cibernética es un adminículo imprescindible en esta hora de nuevas tecnologías. A los viejos bibliómanos y bibliognostas nos gusta el contacto físico con el papel ¡oh voluptuosidad de la carne! Pero acaso se trate nada más que de una delicuescencia de los tiempos “heavy” y ahora ha amanecido el alba de lo “light”. Una era más sucinta, espiritual y menos profusa de carnes, aunque entre lo nuevo sigue habiendo bastante carnaza, que la anterior, nos ha nacido. También es menester escribir corto por aquello de las prisas. No hay tiempo y a esa noción me he ceñido al dar a la estampa este fruto de mi imaginación La relación de autor y lector de esta forma se transforma en algo más impersonal, perfunctorio y anodino. A los que escribimos hoy la edición sigue siendo un poco como el amor en los tiempos de cólera. Con todo, ahí estamos. El libro que Vds. pueden bajar de la red por 7 euros es breve y me esforcé por garantizar la amenidad teniendo en cuenta esta época en la cual todos andamos con prisas. Para leer mi Grimorio no hay que echar merienda. Se lee en un par de horas y creo que de un tirón. Trata de las apuntaciones objetivas que hace el censor de un noviciado jesuita a este libro publicado por el P. Castillo en 1733. el veedor anónimo que, por todas las trazas debe de ser el P. Isla, toma en sus manos el centón y escribe “faroles” al margen en los que observa la vida, nos da noticia de gentes y costumbres de su pueblo, Luanco, un lugar maravilloso a menos de una legua de Gijón, y establece colaciones y parangones con un estilo muy sabroso. Ni que decir tiene que esta Historia Natural no pasó la censura y no pudo implantarse como texto obligatorio en el Colegio de San Isidoro de Oviedo que regentaban los PP. De la Compañía, habida cuenta que algunas afirmaciones son del todo peregrinas. Pero era a base de estos textos que se copiaban de mano y permanecían en las aulas amarrados a una cadena como se estudió a lo largo dela Edad Media. En Alcalá. En Salamanca. En la Sorbona. En Oxford. En Verona. Eran muy caros y valían una fortuna. Por eso los ataban, amarrándolos en blanca, a un poste desde el cual el magíster de turno informalmente al final de las clases respondía a las dudas o cosas que no habían comprendido los “alumni” en el aula durante su explicación oficiosa. El siglo XVIII rompe con los vicios ocultos de aquella pedagogía y alienta nuevos aires enciclopédicos. En este sentido el libro del P. Castillo es el último canto del cisne de un sistema aberrante y en descrédito. “Siempre las mismas voces, siempre las mismas premisas falsas” se quejaba el P. Feijoo, que por entonces era monje precisamente en Oviedo, de la Escolástica. Los nuevos descubrimientos estaban arrumbando los postulados del tomismo o las ideas de San Alberto Magno o los principios suarecianos. Antes la ciencia se consideraba magia y era un arte más que un saber. Las ciencias positivas desenmascaran las tesis y silogismos de los viejos paraninfos pues, como dijo Cajal los microbios de hoy son los diablos de antaño y es que todo en la naturaleza incluso lo más mágico y ocultista está sujeto a las leyes de la Física. No hay “deus ex machina” y las explicaciones que daban los antiguos a ciertos fenómenos de la Naturaleza no pueden ser más peregrinas y se compadecen escasamente con la realidad. Sin embargo, y todo hay que decirlo, que los antiguos estaban en posesión de una ciencia fruto de sus observaciones y su experiencia hoy perdidas y que es posible rastrear a lo largo de estas páginas que someto a su escrutinio, amables lectores. Me cabe el orgullo de ofrecerles esta primicia informativa en la cual se rinde tributo al humor y a la grandeza de mi querida Asturias que es la cuna de la patria de todos en este grimorio tan extraño leído por un jesuita ilustrado y jovellanista siguiendo el patrón de aquellos abates afrancesados ya va para tres siglos. En resolución, pongo en sus manos mi texto con la venia. A ver qué le parece, amigo lector

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