jueves, abril 19, 2007

Ismael Medina, La dictadura de los truhanes

viernes 20 de abril de 2007
La dictadura de los truhanes
Ismael Medina
H E permanecido tres semanas fuera de España y ausente de Vistazo a la Prensa. Periodo de recreo familiar y de sosiego intelectual, aunque no del todo ajeno a lo que sucedía en nuestra maltratada piel de toro, tan llena de rasgaduras y costurones. Tiempo suficiente, sin embargo, para meditar sobre el tragicómico acontecer español sin el atosigamiento del agreste día a día político y mediático, un emparejamiento de fortuna en el que es difícil discernir la índole subterránea de las mutuas dependencias. Y para confirmar que España ha dejado de contar en el ámbito internacional de las decisiones y se nos contempla como un manicomio político y social en el que nada, o muy poco, responde a criterios de razón. Me ha venido a la memoria durante estas meditaciones aquellos lejanos tempos de la primera mitad de los sesenta en que frecuentaba la casa de José Antonio Novais, en la Colonia Metropolitana, o éste acudía en la madrugada a la cafetería, en la sede de la Prensa del Movimiento, casi siempre acompañado por la duquesa de Medina Sidonia, más conocida como la "duquesa roja". Con Novais, un singular y paradójico personaje de cuya mano conocí a Isabel, la "duquesa roja", me unía una lejana amistad, iniciada a poco de llegar a Madrid en 1943. Años aquéllos en que, concluida la guerra mundial, se registraron no pocas defecciones de escritores desde "Arriba", que los había acogido sin tomar en consideración el pasado republicano de no pocos de ellos, al "ABC", persuadidos de que con el triunfo aliado había llegado el final del régimen de Franco y sobrevendría, con el respaldo aliado, la monarquía en la persona de don Juan de Borbón Battenberg. Los intelectuales son los primeros en abandonar al el barco del régimen en que medraron. Un fenómeno históricamente generalizado que se reprodujo en toda Europa cuando ya se atisbaba el triunfo aliado. Yen Italia con especial énfasis. También en el ámbito comunista cuando comenzó a desmoronarse el imperio soviético. La casa de Novais, corresponsal de "Le Monde", era frecuentada por sujetos de muy diversa catadura política, que acudían a él para que trasladara al órgano de la izquierda francesa sus alegatos contra el franquismo. Allí conocí a los más asiduos, entre ellos a González Ruíz con quien tropezaría durante mis años de corresponsalía en Roma en dura pugna con la conspiración taranconiana. Y descubrí lo que Otero Novas escribió en uno de sus libros: que la oposición al régimen fue más retórica que efectiva y nunca le inquietó. Tampoco en términos de atosigamiento la ejercida desde la Secretaria de Estado vaticana, la cual, bajo la batuta de monseñor Benelli, no hacía ascos a connivencias con comunistas y separatistas. En algunas ocasiones me quedaba a solas con Novais hasta la alta madrugada y analizábamos la situación, en particular las tomas de posición de la prensa y los partidos políticos europeos respecto de lo que realmente ocurría en España. Novais, tanto si estaba sobrio como si no lo estaba, repetía una y otra vez: "No entienden nada". La muletilla de Novais, que era certera, es precisamente la que, durante mi excusión inglesa, me ha dado pie para exhumar los anteriores recuerdos. ESPAÑA SIGUE SIENDO DIFERENTE NADA se entiende ahora fuera de nuestras fronteras, aunque por motivos muy diversos a los de entonces, de lo que sucede en España desde que el PSOE accedió al poder "por accidente". No se puede acusar a Juan Pedro Quiñonero de sectario en la selección de lo que editorialistas y columnistas escriben de España en la prensa internacional. Los metros racionalistas que prevalecen en los países llamados occidentales sumen en la perplejidad a políticos y comentaristas ante la despatarrada y tramposa incoherencia impresa por Rodríguez a su gestión de desgobierno. Y asimismo que, pese a sus alocados desvaríos, siga contando con un persistente colchón electoral. El viejo lema fraguista para el turismo de "España es diferente" adquiere hoy una dimensión inusitada en el ámbito político. Ni tan siquiera ahora, pese al sangriento oleaje del fundamentalismo islamista, se atreven los especialistas en terrorismo a equiparar en su orígenes y objetivos la matanza del 11 de marzo de 2004, gracias a la cual accedió Rodríguez al poder, con los atentados de las torres gemelas de Nueva York o del metro de Londres. ¿Y por qué es resistencia a la equiparación? He dispuesto de tiempo y tranquilidad para meditarlo. La vista de la causa por la matanza del 11 de marzo se ha convertido en caja de Pandora. Se multiplican las contradicciones y crece la confusión a medida que se avanza en la deposición de los testigos. Me pregunto si las declaraciones de unos y otros serían las mismas en el supuesto de que se aplicaran penas severas a los testigos que mienten a sabiendas y conculcan la advertencia previa que les hace el presidente del Tribunal sobre la obligación de decir la verdad y las puniciones establecidas por el Código Penal. O si el Ministerio Fiscal actuara en defensa de los intereses supremos del Estado y del bien común, en vez de ser la disciplinada correa de transmisión de las conveniencias coyunturales del gobierno y del partido en el poder. O si la indagatoria del juez del Olmo no tuviera más agujeros que un queso gruyere. Resultará comprometido para el Tribunal, de seguir la vista de la causa como hasta ahora, esclarecer lo que realmente se esconde tras el genocidio y dictar una sentencia ecuánime. El rigor de su presidente puede verse frustrado por la deliberada ocultación de pruebas o la calculada tergiversación que rezuman las declaraciones de determinados funcionarios policiales o de próximos a los inculpados, en flagrante contradicción con las de otros. Pero si en la sala judicial menudean las contradicciones, emergen actuaciones policiales desconcertantes y asistimos a justificaciones esperpénticas, fuera del aula estallan bombas mediáticas que acrecientan la consternación. Las dos más recientes las han detonado el que fura director general de Información Internacional del presidente Rodríguez, Javier Valenzuela, y el director de "El Mundo", Pedro J. Ramírez. El primero con su libro "Viajando con ZP". Y el segundo con su "Carta del director" del pasado domingo, titulada "La joinr venture". RODRÍGUEZ SE UFANABA DE LAS CLAVES QUE LE DIERON LA VICTORIA ELECTORAL EL retrato que Valenzuela traza de Rodríguez es inquietante, pese al esfuerzo del autor para que prevalezca el elogio. Confirma, aún sin quererlo, que tenemos un presidente del gobierno cuyo destino habría de ser la tumbona del psiquiatra. Pero como lo más sustancial fue divulgado, subrayo una frase de Rodríguez relacionada con la matanza de los trenes de Atocha. Escribe Valenzuela: "Yo mismo -suele decir- gané las elecciones españolas con temas de política internacional: la guerra de Irak y el terrorismo islamista que produjo los atentados del 11-M". Una envanecida y freudiana declaración que se presta a graves interpretaciones. Es evidente que Rodríguez confunde la política internacional con pataletas demagógicas, las cuales carecen de trascendencia cuando las protagonizan extremistas inmaduros. Pero imperdonables en un presidente de gobierno obligado a servir los intereses de la Nación por encima de sus personales fobias y filias. Corrobora el propio Rodríguez que se valió de la guerra de Irak como uno de los manejos encaminados a ganar las elecciones que los sondeos le daban por perdidas, al tiempo que para alinearse servilmente con Chirac, Schröeder y Mohamed VI, quienes luego le dejarían a solas frente a los USA. Considero indiscutible que la ofensa a la bandera norteamericana y la promesa de la retirada de nuestras tropas de Iraq en la campaña electoral no fueron sólo producto de su inquietante infantilismo político y de rencor hacia Aznar, sino también de pactos preelectorales con los políticos antes citados. Los europeos no perdonaban a Aznar que su acuerdo con Polonia los dejara en situación de inferioridad a la hora de las decisiones en el seno de la Unión Europea. Y el déspota de Marruecos el fracaso de su tanteo de fuerza en el islote de Perejil, de muy superior alcance al que se le otorga desde la izquierda cerril. El protagonismo que Rodríguez asume respecto de la guerra de Irak, cuya argumentación desmiente el envío de tropas a la guerra de Afganistán y al avispero de el Líbano, también lo alardea respecto de la matanza terrorista de Madrid como el otro peldaño de "política internacional" para su asalto revolucionario al poder. Conviene tomarlo en consideración puesto que otorga al genocidio un dimensión internacional que excede del terrorismo fundamentalista islámico. Y asimismo, de los delincuentes comunes que se sientan en el banquillo como presuntos autores o favorecedoresde la matanza. LAS TARDÍAS REVELACIONES DE PEDRO J. RAMIREZ PEDRO J. RAMÍREZ ocultó durante tres años la conversación telefónica que sostuvo con Rodríguez a las diez de la noche del 11 de marzo. Una conversación que, a mi modo de ver, justificaría que el magistrado Gómez Bermúdez ordenase comprobar si está registrada aquella llamada telefónica, requiriera para declarar al director de "El Mundo" e incluso reclamara del presidente del gobierno, mediante los trámites prescritos por la ley, que ratificara o desmintiera su existencia y la validez de la trascripción. El contenido de las revelaciones, sospechosamente silenciado por la mayoría de los medios, afecta a cuestiones sustanciales del proceso judicial. Toda la conversación es sustanciosa y comparece en ella el rencor de Rodríguez hacia Aznar, así como la evidencia de que el entonces presidente del Gobierno comunicaba al secretario general del P(SOE) las incidencias de la investigación policial, aquellas mismas que el ministro de Interior, Acebes, trasladaba de inmediato a la opinión pública. Recogeré, sin embargo, los tramos de mayor importancia: Rodríguez: "Saben desde hace horas que ha sido Al Qaeda pero no lo quieren reconocerŠMira, yo sé por medios policiales que se han encontrado ya los restos de uno o dos de los suicidas" PJR: "¿Estás seguro de eso?" Rodríguez: "Es una información que nos llega desde dentro. Oye, hemos gobernado durante trece años y tenemos gente dentro" Conviene recordar que fue Gabilondo, en la SER, quien propaló la especie del hallazgo de los restos de un terrorista suicida. Y es evidente que la confidencia le llegó desde el PSOE. La duda radica en si también fue engañado Rodríguez o éste, aún conociendo la falsedad de la noticia, pretendió que el director de "El Mundo" la hiciera suya, la publicara y le concediera mayor verosimilitud, al punto de reiterarla hasta el mismo día de las elecciones. No cabe duda, asimismo, de que la existencia de al menos un terrorista suicida. reforzaba la especie de un atentado de Al Qaeda, hasta ese momento incierta e indemostrable. Rodríguez, cuya vanidad y cortas luces suelen traicionarle, hizo también a Pedro J. una comprometedora confidencia que confirma lo que Matías Ros denunció en Vistazo a la Prensa desde el primer momento: que eran los hombres de Vera en la Policía Nacional y en la Guardia Civil quienes manipulaban la información que recibían los altos mandos del ministerio de Interior y éstos proporcionaban al gobierno. Aquellos mismos que, a tenor de lo que emerge en la vista de la causa, tenían como confidentes a los traficantes asturianos de dinamita y algunos de los musulmanes encausados o liquidados en el piso de Leganés, que están en el secreto del montaje de la furgoneta Kangoo y de la famosa mochila de Vallecas, amén de en el misterio de los explosivos que realmente se utilizaron. ¿Esos mismos agentes que Pérez Rubalcaba, una vez al mando del ministerio de Interior se apresuró a premiar con ascensos y a situar en puestos claves del aparto policial? Es innegable a estas alturas, y lo confirma la conversación con Pedro J. Ramírez, que el P(SOE) disponía de fieles "topos" en espacios clave de las Fuerzas de Seguridad del Estado, los cuales no acertaron a marginas los sucesivos ministros de Interior del gobierno Aznar. Un error que el Partito Popular ha pagado caro. RODRÍGUEZ SE CONFABULÓ CON KERRY TANTA o mayor importancia poseen otros dos tramos de la conversación. Pregunta Pedro J. Ramírez a Rodríguez si tan seguro está de a autoría de Al Qaeda. Y éste responde: - "Estamos en contacto con la gente de Ferry. Tienen topos en la Casa Blanca y les han dicho que aunque avalen oficialmente la tesis del Gobierno sobre ETA, ya saben ha sido Al Qaeda". El pésimo olfato de Rodríguez en política internacional y su visceral animosidad hacia Bush le indujo a apostar por Ferry en la pugna electoral por la presidencia de los USA cuando ya era presidente del Gobierno. Fue uno de sus muchos patinazos que han contribuido al descrédito de España como Estado en el que confiar. ¿Persiguió Kerry con esa confidencia atraerse el respaldo de Rodríguez, o le pagó su apoyo, anticipadamente concertado, con un propiciatorio embuste? Tanto da lo uno como lo otro. Lo cierto es que así convenía a Rodríguez, cuya estrategia electoral para desmontar las opciones del Partido Popular consistía precisamente en la sembradura del miedo social a las presuntas y sangrientas consecuencias de la guerra de Iraq para las tropas españolas, las cuales, por cierto, se establecieron en territorio iraquí cuando ya la fase convencional del conflicto estaba concluida. FELIPE GONZÁLEZ ESTABA PERSUADIDO DE LA IMPLICACIÓN DE ETA PREGUNTA el director de "El Mundo" a renglón seguido de la anterior confidencia si los atentados no `puidieron ser una faena a medias entre el terrorismo islámico y ETA. La respuesta fue: - "Eso es lo que dice Felipe, que ha sido un trabajo por encargo de ETA. Sería la primera vez que pasa algo así". No puede echarse en saco roto que Felipe González creyera en la conexión entre terrorismo etarra y terrorismo islámico. No sólo por haber dispuesto de amplias y seguras fuentes de información interior y exterior durante trece años. Quiso terminar con ETA por la vía del contraterrorismo, que desde hace largo tiempo se ha demostrado la más válida, aunque sus ministros de Interior, Corcuera y Barrionuevo, junto a Vera, erraran en la elección de quienes debían ejecutar el encargo. Sus posteriores relaciones en ámbitos internacionales de poder político y financiero le aportan información sobre los entresijos de los conflictos y sus concomitancias. Entre ellas, las interdependencias entre las organizaciones terroristas de toda laya. Y en particular, las existentes entre ETA y el terrorismo islámico que ahora se quieren silenciar, pese a que es de sobra conocido que los asesinos etarras se entrenaron y abastecieron con asiduidad en acogedores países islámicos como Libia, Iraq o Afganistán. La Internacional del Terror, a la que en más de una ocasión me he referido, no fue una invención de Jacques Bergier, sino una realidad de gran alcance tras su creación en Cuba en 1969. Tampoco desconoce González los tortuosos manejos de los servicios secretos de las grandes potencias y las de menor entidad, como Marruecos, país en que mantiene nada desdeñables intereses financieros con Mohamed VI y su corte de corruptos. Tampoco desconocía González la existencia de las reuniones periódicas de movimientos y organizaciones de "naciones sin Estado", en la que participaba ETA además de conocidos "movimientos de liberación nacional". Se celebraban en la abadía d San Martín de Cuixá, próxima a Perpiñán, escenario por cierto de la reunión de Carod Rovira con Ternera y otros miembros de ERC y ETA, amén de misteriosos agentes de dos servicios secretos. Si el mismo día de la matanza advirtió a Rodríguez de que los atentados fueron un trabajo por encargo de ETA, debe admitirse que lo hizo con conocimiento de causa. Y no sólo porque lo dedujera a tenor de su experiencia y sus relaciones internacionales. Contribuyen a dar la razón a González los comunicados de ETA en "Gara", en uno de los cuales calificaban los atentados del 11 de marzo de "lucha armada". ¿"Lucha armada" islámica o "lucha armada" de afines? No creo que el descarado chantaje que ETA-Batasuna ejerce sobre Rodríguez se limite a la amenaza de hacer públicos los términos de los compromisos pactados en el curso de una negociaciones de "paz" emprendidas en 2002. Ni el empeño de Rodríguez en proseguirlas a cualquier precio, aún a costa de hundir el crédito de la Fiscalía General del Estado, utilizada para bloquear acciones judiciales que perjudiquen a Otegui y sus secuaces, así como la empecinada resistencia a impedir que los batasunos participen en las próximas elecciones bajo unas u otros siglas, ahora la desenterrada ANV. Ni tan siquiera vale para explicarlo el temor a nuevos atentados que, tras el de la T-4 de Barajas, arruinarían por completo el torticero "proceso de paz" en que Rodríguez se embarcó. Algo más demoledor debe saber ETA. Es posible que aquello mismo advertido por González. Hay motivos para sospecharlo. LA FICCIÓN DE LA ALTERNCIA Y LA MANO MSÓNICA ¿FUE casual que la matanza se registrara tres días antes de unas elecciones generales que según auguraban las encuestas ganaría de nuevo el Partido Popular? ¿Y lo fue que de inmediato el PSOE orquestara una compleja campaña de acusaciones contra el gobierno de Aznar que, además de ilícita, requería por sus dimensiones y apurada estrategia de acoso un complejo dispositivo? Se trata de dos cuestiones básicas que habría de plantearse el Tribunal y que a tenor de lo actuado hasta el momento permanece sin respuesta plausible. Y precisamente en este punto debo reiterar algo de lo que escribí en ocasiones tras el no esperado desenlace electoral. Aznar anunció nada más acceder al poder en 1996 que abandonaría el gobierno y la presidencia del PP una vez consumadas dos legislaturas. Era consciente de que así lo exigía la estrategia internacionalista de la alternancia, la cual tenía en España el antecedente de la voladura interna de UCD y la acción institucional del 23 de febrero de 1981 para que los socialistas de González accedieran al gobierno de la Nación con una duración prevista de dos legislaturas. Pero los sondeos de opinión, los que realmente se consideran válidos y no suelen salir a la luz, daban por segura una mayoría relativa al PSOE en las elecciones de 1996. Y no creo que fuera casual que estallaran como un alud los hasta entonces silenciados escándalos de los GAL y de una corrupción galopante que dieron al traste con las expectativas socialistas. Este proceso sistemático de forzada y vidriosa alternancia da pábulo a la sospecha de que era indispensable una conmoción política susceptible de inclinar hacia el PSOE esa estrecha franja del voto del descontento o de la indecisión que suele decidir los resultados electorales, tanto en España como fuera de ella, siempre entre nosotros con la ayuda suplementaria al partido más votado de la nefanda ley D´Hont. Meses atrás me llegó la confidencia de que la rama más radicalmente laicista de la masonería preparaba desde hace ocho años el dispositivo político encaminado a garantizar el acceso al poder del los socialistas una vez que se cumplieran los dos mandatos de Aznar. Fracasaron mis esfuerzos para confirmar la confidencia. Y si hoy la traigo a colación no es con la pretensión de sugerir que esa pueda ser la clave de la matanza del 11 de marzo, sino desde la convicción de que encaja en la estrategia de la alternancia para la ficción de la continuidad democrática antes descrita. Nada de insólito tendría ese apoyo a Rodríguez. Además de lo expuesto es de sobra conocida la pertenencia de Rodríguez a la masonería, así como la de varios de sus ministros de mayor confianza y de componentes de su entorno en la ejecutiva del P(SOE). No se recata Rodríguez, de otra parte, en enviar mensajes simbólicos a los "hermanos", como la rebuscada pose con el signo más significativo de vinculación al iluminismo que "El Mundo" recogía en la fotografía que ilustraba la información sobre la entrevista en Antena 3. ES NECESARIO DESENMASCARAR A LOS INDUCTORES LA cuestión de fondo no reside tanto en confirmar que los acusados o los muertos en el piso de Leganés fueron o no los autores materiales de la matanza y si existió la connivencia con ETA a que se refería González. Radica en desenmascarar a los inductores, pues los hubo. Si algo ha quedado claro a lo largo de la vista de la causa es la incapacidad de los presuntos autores para instrumentar una operación como la del 11 de marzo con objetivos políticos muy concretos y de gran alcance. Operación de la que la lógica aconseja no descartar las acciones de distracción en que se convirtieron los explosivos que antes y después de la matanza no estallaron en puntos distintos del ferrocarril próximos a Madrid o el confuso bloqueo de la furgoneta etarra con explosivos en Cañaveras. Puestas sobre la mesa las piezas de este macabro rompecabezas encajan las de estas otras acciones terroristas frustradas por el azar o por así estar previsto. No me dejo llevar por las posiciones encontradas entre dos irreconciliables grupos mediáticos: el que lidera "El Mundo", seguido por Libertad Digital y la COPE; y el que mantienen a la contra "ABC", El País" y la SER, con acompañamiento periférico de sus filiales. Pero lo hechos son testarudos y a estas alturas de la inacabada película configuran el material sobre el que ha de trabajar el entendimiento. Y los hechos alertan sobre llamativas coincidencias, algunas de las cuales he señalado anteriormente. Pero existen otras muchas que siguen sin despejar. Por ejemplo: ¿Quiénes, y con qué finalidad, profanaron la tumba del GEO muerto en el intento de asalto al piso de Leganés y quemaron sus restos? ¿Acaso se temía una eventual exhumación judicial aportara pruebas comprometedoras? ¿Y no es llamativo que el policía que vivía en el piso contiguo al de los escondidos en el piso de Leganés haya tardado tanto en reclamar como suyos los papeles relativos a ETA que quedaron esparcidos tras la explosión y que, pese a su experiencia, no detectara nada anómalo en la vivienda de sus vecinos? Se multiplican las suspicacias a tenor de lo que hasta el momento han dado de sí las comparencias ante el Tribunal de la Audiencia Nacional. Demasiadas contradicciones y casualidades que enturbian el conocimiento de la verdad en vez de contribuir a su esclarecimiento. Nada insólito cuando una dictadura de truhanes convierte la trampa en razón de Estado.

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