jueves 26 de abril de 2007
Balonazos inmobiliarios
Ernesto Ladrón de Guevara
S EMANA negra para la bolsa por causa del efecto dominó de la llamada “burbuja inmobiliaria”. Simple aviso de lo que se nos viene encima. La economía española se ha sustentado en la última década, de forma irresponsable y hasta corrupta, en el ladrillo. Y éste es un ladrillo boomerang. Lo hemos tirado a lo alto y en breve nos caerá sobre la cabeza de nuestra economía. Todo ha girado en los últimos años en la especulación sobre el suelo y en el negocio inmobiliario: muchos ayuntamientos se han financiado fundamentalmente traficando con el suelo y buscando plusvalías a través de él para sostener políticas legítimas. Eso en el mejor de los casos, pues en el peor son algunos munícipes los que han engordado su hacienda particular. La fuente principal del PIB, de muchas zonas de nuestra España querida ha sido la construcción, la invasión de las costas, ahora la ocupación de los núcleos rurales desnaturalizándolos, la destrucción del valioso patrimonio medioambiental litoral e interior, de nuestras montañas y de nuestros valiosos lugares históricos y monumentales. Hemos asestado un golpe mortal en el cuello de la gallina antes de comernos los huevos. Hemos borrado del mapa muchos de nuestros reclamos turísticos de futuro por la ambición de mucha gente que ha querido enriquecerse en el menor plazo posible mientras se imponía la moda del adosado o de la casa de veraneo. Hemos vivido, en suma, muy por encima de nuestras posibilidades. ¿Dónde ha quedado el mandato constitucional de impedir la especulación conforme al interés general del suelo? (art. 47) Lo han hecho añicos. En lugar de trabajar para crear tejido industrial, entramado productivo, formar a nuestros jóvenes para construir nuevos espacios de economía basada en la investigación y el desarrollo, en la innovación tecnológica, toda la clase política sin excepción se ha volcado en edificar, en ampliar nuestras urbes, en ocupar suelo creciendo en superficie en lugar de en altura incrementando hasta el infinito los costes de urbanización, con la mirada puesta en la revalorización del precio del suelo. ¿Qué consecuencias puede traernos esta política? Lo que ha pasado esta semana no es más que picor en la nariz, al que seguirá el estornudo, la tos y la neumonía. La política crediticia bancaria basada en las hipotecas ha dejado endeudada a la mayor parte de nuestras familias, lo que reduce considerablemente el consumo interno, uno de los motores de la economía. Más aún con la escalada de los tipos de interés, aún bajos. Ese sector bancario puede quedar fuertemente afectado por el incremento de la morosidad y la acumulación de inmuebles por el embargo de impagados. Al propio tiempo, una caída de la compra de vivienda o un sobredimensionamiento del parque inmobiliario puede traer consigo la ruina de muchos promotores que no podrán sacar a la venta sus locales sin decremento de sus beneficios o con pérdidas, lo que puede conllevar un pánico con salida al mercado de más inmuebles no ocupados y un descenso en cadena, a su vez de los precios, y la pérdida de las plusvalías anotadas en la cuenta de muchos de nuestros conciudadanos que han encontrado en la compra de segundas o terceras viviendas una forma de inversión. En definitiva, con una diversificación tan escasa de nuestra economía, con un entorno físico y natural cada vez más deteriorado que suponga un reclamo insuficiente para el turismo, con un sector primario en decadencia por la mala negociación en el espacio europeo de nuestros intereses y con un sector industrial fuertemente afectado por la deslocalización hacia el Este, un análisis tirando a pesimista apunta un escenario negro. Dios quiera que esta reflexión esté equivocada en sus previsiones.
miércoles, abril 25, 2007
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