miércoles, abril 18, 2007

Luis Pousa, El reto de tener mas niños

jueves 19 de abril de 2007
LUIS POUSA
CELTAS SIn FILTRO
El reto de tener más niños
En el año 2030, Galicia registrará un niño o joven por cada 3,4 personas de más de 65 años. Esa es la proyección poblacional efectuada por Eurostat, mediante un estudio que abarca a todas las regiones de los países miembros de la Unión Europea.
El panorama descrito por la oficina de estadística no es precisamente halagüeño, pero nada impide que esa situación pueda modificarse de aquí a la fecha de referencia, y los datos sean sensiblemente diferentes a los predichos. Entre otras razones, porque la administración en sus distintos niveles -europeo, central, autonómico y local- tiene capacidad para poner en marcha mecanismos que modifiquen esas previsiones en sentido positivo, y no únicamente apelando a políticas demográficas activas. También porque la propia sociedad gallega puede modificar su conducta, y optar por tener más hijos y antes, pero para que esto ocurra tienen también que cambiar unas cuantas cosas.
Admitido que los dos grandes motores del envejecimiento, y de la propia dinámica de la población gallega, son la caída de la mortalidad y de la fecundidad, numerosos especialistas sostienen que la caída de la fecundidad obedece a la eficacia de las técnicas anticonceptivas modernas, que permiten evitar embarazos no deseados y planificar el número de hijos y las fechas de nacimiento. Es decir, lo que antes era un fenómeno azaroso, independiente de la voluntad de la pareja, ahora se puede controlar. De lo que, en un principio, pareciera colegirse que la decisión de tener menos hijos y más tarde es fruto de un deseo mayoritariamente compartido por la sociedad gallega actual.
Sin embargo, no es exactamente así. Quienes entienden del caso advierten una discrepancia de fondo: el número de hijos realmente deseado es mayor que el número de hijos que efectivamente se tienen. ¿Por qué? Pues porque las condiciones de vida, argumentan los entendidos, sea por la falta de tiempo, por la falta de recursos económicos o por otras carencias, en ocasiones por la confluencia de varios factores, les hace desistir de sus deseos. Y no pasan del primer hijo. Los estudiosos sugieren que si la gente tuviera los descendientes que desea tener, la tasa de fecundidad se aproximaría al nivel de reemplazo generacional: dos hijos por mujer. De ser así, Galicia no perdería población y el envejecimiento sería más atenuado.
Ahora bien, como ya se ha escrito, si la familia sin hijos condiciona a la mujer que trabaja, con hijos todavía más. Y el trabajo a tiempo parcial no es la solución, pues hace recaer sobre las espaldas de ésta ambas funciones, con lo que en parte todavía persiste su papel de mujer cuidadora, compaginándolo con el de la tareas remuneradas. Raramente ese papel es elegido de forma autónoma por ella, sino que se corresponde con el guión que otros le escribieron; predestinándola a cuidar de sus hijos, de sus padres, de sus suegros, etc. Esa figura, que afecta a la mujeres de 45 y más años, se está extiguiendo. La sociedad gallega afronta ahora un estadio superador del "naturalismo determinista", justificativo ontológicamente de la dedicación de la mujer a la tareas del hogar.
En vez de las "tareas femeninas", se imponen las "tareas sociales", compartidas por hombre y mujer, y más y mejores políticas de bienestar. Quizá así el dibujo de la pirámide de población gallega cambie para mejor.

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