jueves 26 de abril de 2007
Asesinato en Irán
Alberto Míguez
Al enterrar a toda prisa el cuerpo de la periodista canadiense de origen iraní Zahra Kazemi, tras haberla asesinado en una comisaría, las autoridades iraníes han demostrado hasta qué punto ciertos principios universales que dicen defender en nombre del Islam, les importan un bledo.Canadá había pedido que el cuerpo de la fotógrafa y periodista fuese devuelto para ser enterrado en su país de adopción donde vive su madre. Zahra Kazemi permaneció detenida quince días y todo indica que fue torturada hasta la muerte sin que, por supuesto, pudiera ver a un abogado o comunicarse con el consulado canadiense en Teherán. Su cuerpo era la prueba del crimen y por tanto los sayones islámicos del régimen fundado por Jomeini lo hicieron desaparecer. Era el cuerpo del delito.La reacción canadiense ha sido lógica pero un tanto meliflua. Se retiró al embajador (¡qué menos!), pero el ministro de Exteriores, Bill Grahan, quiso compensar a los clérigos chiítas que (mal) gobiernan aquel país señalando que la “situación es muy confusa” y que la decisión de enterrar a la fotógrafa forma parte de la lucha existente entre las autoridades religiosas, el poder judicial y la policía contra las autoridades elegidas democráticamente y que representa el primer ministro Jatami. Es una explicación ingeniosa y simpática pero que oculta la realidad del crimen y que otorga a los “liberales” de Teherán un plus que ni merecen ni servirá para nada.Canadá debería llevar este asunto ante la comunidad internacional y concertar la respuesta con sus amigos y aliados: Estados Unidos y la Unión Europea. Este crimen se produce precisamente cuando el presidente Bush acaba de acusar al régimen clerical dirigido por el ayatollah Rafsamjami, –guía espiritual de ese disparate siniestro–, de ayudar, albergar y promover a ciertos grupos terroristas que parecen haber encontrado en los ayatollahs de Teheran posada y fondos.Asombra, por ejemplo, la tímida reacción del presidente Aznar, cuando hace unas horas le preguntaron por la connivencia con el terrorismo internacional de dos países “amigos” de España, Siria e Irán. Tras el número de Jatami en Madrid exigiendo todo tipo de fantasías protocolarias y la renacida amistad con la dictadura siria, sería muy conveniente que el gobierno español o su portavoz explicara a la ciudadanía en qué consiste la amistad hispano-siria o hispano-iraní. O mejor, cuales son las afinidades selectivas que sustentan ambas intimidades. ¿En qué era peor, por ejemplo, el régimen de Sadam Husein del de Rafsamjami o de la sangrienta dictadura de partido único que dirige El Asad en Siria?
miércoles, abril 25, 2007
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