lunes 27 de abril de 2009
Apuntaciones sobre Manuel Cantarero
Antonio Castro Villacañas
E L pasado 27 de marzo falleció en Madrid Manuel Cantarero del Castillo, persona sin duda conocida por muchos de mis lectores. Para ellos y para cuantos no sepan nada de él van dirigidas estas apuntaciones, retrasadas deliberadamente para enfriar mi reacción ante su muerte, pues no en vano Manolo fue durante muchos años -desde que llegó a Madrid procedente a medias de Tánger y de su nativa Málaga, hasta su forzosa retirada de la vida activa a causa de la niebla que poco a poco invalidó su mente a partir de los años noventa- un gran camarada mío, un buen amigo y hasta en determinadas ocasiones un envidiado rival o competidor en el afán de realizar estas o aquellas tareas o misiones políticas.
Manolo nació el año 1926 en Málaga. Tenía, pues, edad suficiente para darse cuenta de que España se iba materialmente desgarrando en dos mitades a partir de 1931, pues la quema en el mes de mayo de iglesias y conventos de su ciudad natal, reflejo de la habida en Madrid días antes, tuvo un cierto eco en su domicilio particular por la diferencia existente entre el acendrado catolicismo de su madre y la fría perspectiva laica de su padre. Los seis años siguientes acentuaron ese desgarramiento nacional y local en un determinado sentido, y en otro muy distinto los diez posteriores cuando su padre vivía en el exilio y él aprendía -merced a su madre y a cuanto le enseñaban en las organizaciones juveniles de la Falange- que esa España desgarrada podía y debía repasarse y retejerse para hacerla mejor y más viva.
A ese menester dedicó Cantarero el resto de su existencia. Primero, dentro de su centuria malagueña o desde esta en sus actividades escolares o juveniles. Luego, como marino mercante, periodista, abogado o funcionario de la Seguridad Social. Siempre, apasionado por la política, haciendo política, la política que en cada momento estuviera a su alcance, aquella política que le permitieran hacer las circunstancias y las personas que dominaban las situaciones.
Cuanto antecede quiere decir que Manolo Cantarero perteneció a la muy poco estudiada tendencia falangista integradora, esa que dentro de un continuo respeto a la doctrina y la figura de José Antonio procuró actualizarla mediante distintas actitudes y diferentes comportamientos. Esa tendencia incluye nombres tan significativos como los de Dionisio Ridruejo, Pedro Laín Entralgo, Antonio Tovar y Gaspar Gómez de la Serna, entre otros, todos "hermanos mayores" de la que yo bauticé como "generación intermedia", es decir, la formada en el Frente de Juventudes por quienes vivimos la guerra y la postguerra padeciéndolas sin protagonizarlas, razón por la cual no tuvimos nunca la necesidad íntima de explicar y justificar cuál fue nuestra conducta durante ellas, ni tampoco nos vimos obligados a abandonar -y aún menos a combatir- un Régimen que no contribuimos a crear y sí nos daba -en aquellos años 50 y 60- posibilidades de difundir nuestra postura en medio de una creciente audiencia juvenil y popular.
Cantarero destacó pronto entre cuantos plantearon la conveniencia de que la historia y la cultura de las diferentes Españas -territoriales, políticas y sociales- se asumieran por el Estado y la sociedad nacidos a consecuencia de la guerra que siempre calificaron "de liberación nacional" por entender que en ella el pueblo combatiente había pretendido librarse de las premisas y los prejuicios del pasado... En la "nueva España" debía ser normal la convivencia de diversas maneras de ver y entender la vida, con la única exclusión de las que -por su tendencia al separatismo o al rudo radicalismo sociopolítico- promueven y significan la muerte de España y de la convivencia nacional.
El "aperturismo" de Manolo Cantarero y todos sus camaradas no fue nunca comprendido por el franquismo, pero sí por sus enemigos. Ello motivó que los monárquicos y demás derechistas se opusieran con todas sus fuerzas a que en el Régimen nacido del 18 de Julio se creara y fortaleciera una especie de "izquierda nacional", ardiente defensora de las justas reivindicaciones sociales y demás principios básicos del Movimiento que había ganado la guerra, porque desde 1945 venían tramando con amplios sectores de la izquierda perdedora el que esta aceptara la restauración borbónica a cambio de que la nueva monarquía le entregara el monopolio de la representatividad de los españoles "pobres"... Es lógico que los entonces perdedores aceptaran la oferta monárquica, derechista y tan solo relativamente cristiana, porque con ella no podían perder más de lo que ya tenían perdido y sí ganar todas las posibilidades de, cuando pasara algún tiempo, darle un vuelco a la restauración del débil Estado monárquico y liberal. La experiencia de los últimos treinta años nos demuestra que tenían razón los republicanos estorileños y que tampoco a ellos les venía bien el que apareciera y cobrara fuerza otra izquierda -no marxista, no separatista, no laica- propugnadora de una España crítica y no dividida ni en clases ni en estratos socioeconómicos, como sí lo es la por ellos y sus socios forjada desde 1976 en adelante. Por eso rechazaron siempre cualquier intento de Manolo Cantarero para que entre todos hiciéramos una España de todos y para todos.
Su desacuerdo con la política oficial del Régimen franquista le llevó a dejar la Secretaría General del SEU, último puesto político que ocupó en la estructura entonces vigente. Fue uno de los fundadores de la Agrupación de Antiguos Miembros del Frente de Juventudes, de peculiar entidad política por estar a la vez dentro y fuera del Movimiento oficial y único, pues pretendía reformar la democracia orgánica haciéndola cada día más social y auténtica. Fundó también el semanario "Criba", del que se apartó pronto por su escasa difusión. Intentó más de una vez en los años 60 ser Procurador en Cortes por el tercio familiar, sin conseguirlo nunca por las causas antes apuntadas. Fracasó también desde entonces en sus repetidos intentos de introducirse en los antifranquistas movimientos democráticos y socialistas que por aquellos días comenzaban a dar señales de vida. Fundó junto con otros antiguos camaradas suyos el grupo Reforma Democrática Española, que nunca alcanzó ni el número de adheridos deseados ni la esperada repercusión sociopolítica, con el propósito de superar la Guerra Civil por el procedimiento de incorporar personas de cualquier filiación o procedencia ideológica a la clase política dirigente, pero como él era, según propia definición, "un hombre de procedencia falangista, republicano y con clara y decidida vocación socialista", no logró introducirla en la Alianza Socialista Democrática creada en 1976 con miras a que en la naciente democracia monárquica hubiera una única y poderosa opción socialista.
Cuando Adolfo Suárez presentó su proyecto de Ley para la Reforma Política, el PSOE y demás grupos socialistas propugnaron el voto negativo. Manolo Cantarero, como todos sus antiguos camaradas, defendió el positivo, pero con reparos suficientes para que los suaristas y demás neodemócratas no le admitieran en las listas de quienes en caso de salir elegidos diputados, cosa fácil en razón de la ventaja que suponía el claro apoyo de la prensa y la radio públicas, el Ministerio de la Gobernación y las Jefaturas Provinciales del Movimiento, tendrían a su cargo el aprobar la nueva Constitución borbónica.
Rechazado por Suárez y los socialistas, Cantarero creó con sus viejos amigos y camaradas de la Reforma Democrática una nueva formación política, la esta vez llamada Reforma Social Española, que no obtuvo ningún escaño en las elecciones de 15 de junio de 1977 pese a obtener en toda España mayor número de votos que los logrados por algunos candidatos nacionalistas en sus respectivas provincias... Sus reiteradas pretensiones de figurar entre los componentes de un Parlamento legislativo se hicieron realidad el año 1982, pero para ello debió renunciar a cualquier ambición de reforma social o democrática e incorporarse a las pretensiones del Partido Popular, que poco o nada tenía entonces y tiene ahora de ser o parecer "falangista, republicano y socialista"... Manolo Cantarero se quejaba de que el PP apenas le permitía participar de forma activa y directa en las Cortes, donde él representaba a Guadalajara. Quizás por ello, o por imposición de sus superiores, cambió su escaño del Parlamento español por otro en el europeo, donde estuvo hasta 1990 como diputado del PP formando parte del Grupo Demócrata.
Las divergencias doctrinales, de temperamento y de estilo hicieron que el PP le retirara su apoyo al terminar la legislatura 1986-1990. Quizás ello fue la causa, o por lo menos algún tipo de componente, de la enfermedad mental que desde entonces le acompañó hasta su reciente muerte. Ella le ha impedido darse cuenta de que sus siempre nobles y honestas ilusiones de una España nueva y mejor, de todos y para todos, no se han realizado en ninguno de los sectores que él pretendió animar con su propia aportación personal.
Estoy seguro de Manolo Cantarero, viejo y antiguo camarada, seguirá luchando por la Patria, el Pan y la Justicia -como siempre- desde el lugar donde Dios le haya situado. No descansará en paz, porque mantendrá su ánimo activo y apasionado al servicio de cuanto necesite su apoyo. Ello motiva que con fe y esperanza yo le pida desde aquí que no se olvide de nosotros, los que con él compartimos fatigas y sueños.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5166
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