lunes 27 de abril de 2009
Rosa Aguilar o el timo de las ideologías
Ismael Medina
N O entiendo la sorpresa generalizada por el cambio de despacho y siglas de Rosa Aguilar. Estaba pactado desde las pasadas elecciones municipales. Las ganó el PP, aunque con mayoría simple (43,96% y 14 escaños). Pero socialistas y comunistas de logotipo (IU 35,66% y 11 escaños; PSOE 15,07% y 4 escaños) llegaron a acuerdo para birlar la alcaldía al PP. Resumo los términos del pacto secreto entre Rosa Aguilar y Rodríguez con la intermediación de Chaves: ocuparía despacho de cierto tronío en Madrid o en Sevilla pasados sus dos primeros años al frente de la alcaldía cordobesa. Y según pintaran las circunstancias su sucesor podría ser un concejal de IU igualmente maleable o el primero de la lista del P(SOE).
El parcheo gubernamental decidido por Rodríguez y la patada hacia arriba a Chaves adelantaron por los pelos el cumplimiento del plazo acordado y Griñán, el designado por Chaves contra el deseo de Rodríguez, asignó a Rosa Aguilar el opíparo despacho de consejera de Obras Públicas. No hubo sorpresa alguna en desplazamiento de la compañera Rosa desde Córdoba a Sevilla para los pocos que, al parecer, conocían los términos del pacto. Dudo mucho que lo ignorase algún dirigente cualificado en la ejecutiva de IU, aunque todo es posible. Las veleidades y ambiciones de la ya ex alcalde de Córdoba andaban de boca en boca. Y era notorio su progresivo acercamiento al socialismo en el poder.
Rosa Aguilar goza de buena prensa. No ha existido en Córdoba festejo o acto con algún efectismo público, fuera del tinte ideológico o confesional que fuera, del que estuviera ausente. Pero no era esa su fama entre una mayoría de los cordobeses. Hizo muchas promesas, si bien sus realizaciones fueron escasas y no pocas veces desafortunadas. He conocido a lo largo de mi vida a políticos, empresarios y directores de periódicos siempre alabados pese a los fracasos que cosecharon con reiteración. Rosa Aguilar puede encuadrarse en ese grupo. Eso sí, no tardó mucho su equipo municipal en subir hasta 63.250 euros al años el sueldo de la alcaldesa, a 57.551 el de los tenientes de alcalde y en proporción a los concejales con algún tipo de responsabilidad funcional. Nada insólita en el panorama político nacional esta proclividad de los políticos de toda condición a cuidar sus particulares haciendas. Que para eso son los dueños de la hucha pública.
¿Qué queda de aquellas demandas hipócritas de unos y otros partidos de que el gobierno en unas u otras Administraciones fuera para la lista más votada? Promesas vanas cuando la alianza de los perdedores les puede reportar el momio del poder y su aprovechamiento a ultranza por si lo pierden en las siguientes elecciones. No es que el poder corrompa, como algunos sostienen en términos de generalidad. El poder corrompe siempre que quienes lo ocupan carezcan de frenos morales y consideren la honestidad un vicio de tontos. Y la consideración de que la política es una Puerto de Arrebatacapas prevalece en una supuesta democracia de profesionales cuya permanencia en el machito está ligada a una fidelidad perruna hacia el equipo dirigente del partido que confecciona la listas electorales o los sitúa en las complejas redes clientelistas, siempre propicias para hacer su agosto. Ya advirtió Alfonso Guerra con su habitual cinismo que el que se mueve no sale en la foto. De las tomas de posesión, por supuesto. Aunque siempre tendrán la puerta abierta para salir en ella quienes, como ahora Rosa Aguilar, aspiren a prosperar cambiando de chaqueta.
Más de uno se ha preguntado con sorna si quedaba alguien en su familia y en su pueblo al que no hubiera colocado Gaspar Zarrías, el muñidor de máxima confianza de Chaves. La respuesta, pero no sólo respecto de Zarrías, también de Chaves, puede encontrarse en los 51 capítulos de “La tela de araña andaluza” (Libertad Digital) que hasta ahora lleva escritos Pedro Tena. Un compendio con todo lujo de detalles sobre la extensa red de poder y corrupción tejida durante estos dieciocho años de califato socialista. Pero a costa de un índice de paro del 25% y de situar a la taifa en un extenuante subdesarrollo.
José Antonio Griñán, impuesto por Chaves como sucesor a despecho de la candidata de Rodríguez, disfruta de una elogiosa acogida mediática superior a la dispensada a Rosa Aguilar. Se alaba su formación profesional, su templanza, su equilibrio, su buen hacer y otras pretendidas virtudes. Pero se olvida que, como vicepresidente de la Junta y consejero económico, consintió y favoreció todas las tropelías de Chaves y sus manijeros de confianza, sin tan siquiera un amago de freno. Tampoco se le conocen en el ámbito de sus competencias válidas iniciativas encaminadas a resolver los muy graves problemas estructurales que sitúan Andalucía a la cola de las taifas en cualesquiera indicadores. Sea por consentidor o colaborador, tampoco Griñán se libraría de los resultados de una indagatoria judicial a fondo, fuera de la Fiscalía Anticorrupción o de la Audiencia Nacional. Materia la hay de sobra para emprenderla. Y no sólo a partir del contenido de los 51 capítulos de “La tela de araña andaluza”, cuyas denuncias de nepotismo y enjuagues múltiples no han sido rebatidas por los afectados. Ni en ámbitos mediáticos ni mediante querellas ante los tribunales de Justicia.
La pavorosa situación en que se desmedra Andalucía puede considerarse imagen fiable de la bancarrota hacia la se desliza aceleradamente el resto de España. Y no sólo a causa de la irresponsabilidad y arbitrariedad que signan la ejecutoria de Rodríguez y sus gobiernos aluvionales durante estos cinco años de desmadrado mandato. El problema es de muy superior hondura. Es el sistema nacido de la Constitución de 1978 el que está en quiebra. Y si la Nincolasa nació enferma de relativismo, su sistemática vulneración, incluso por el Tribunal que debía velar por correcta aplicación, la ha dejado hecha unos deshilachados zorros.
Las ideologías hace tiempo que quedaron tan reducidas a unas gachas como el queso de una “fondue”. Eso que se ha dado en llamar transfuguismo se reduce en la realidad a un mero subasteo de opciones económicas o colusión de intereses personales. Rosa Aguilar no es el primero ni será el último caso de transfuguismo. Cuando los valores morales decaen las pretendidas fidelidades ideológicas se convierten en moldeable plastilina. Es el caso, por ejemplo de la actitud de unos y otros partidos respecto del aborto. Siempre será el más perverso de los crímenes, lo mismo en el plazo y justificaciones legales, admitidos por el autotitulado centro-derecha que en la siniestra barra libre para matar que ahora propugna el retrorrojerío rodriguezco. Y así en todo. También en lo que concierne a la descomposición taifal de Españas, alentada desde fuera y asumida por los grupos que se disputan parcelas del poder en el cada vez más cosificado totalitarismo partitocrático.
¿Solución? Ninguna desde el interior del sistema, del que se ha convertido en referencia la equivocidad relativista de Barak Obama. La historia enseña que las regeneraciones políticas suelen surgir cuando el estallido del sistema genera vacíos de poder que la sociedad propende instintiva y violentamente a rellenar.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5165
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