viernes 24 de abril de 2009
Regar cuando llueve
Ernesto Ladrón de Guevara
¿ LES asombra el título? ¿Parece un contrasentido, no?
Pues no se sorprendan. Este domingo salí con mis habituales escoltas a comprar el periódico, como todos los días festivos, y me topé en la calle con unos operarios de la empresa concesionaria de limpieza que contrata el Ayuntamiento de Vitoria, perfectamente enfundados en sendos chubasqueros de color de yema de huevo con su capucha cubriéndoles la cabeza, regando una plaza cercana a mi domicilio. Estaba lloviendo en ese momento con cierta intensidad, y las calles estaban mojadas y limpias como una patena. Raro es el día en esta latitud norteña en que la “panza de burro”, o sea, el cielo permanentemente encapotado, no descargue su ofrenda líquida. Yo, la verdad sea dicha, lo del calentamiento global no lo percibo. Igual es que el firmamento nos castiga a los vascos por díscolos sin dejarnos comprobar si es de color azul o su color natural es blanco grisáceo. Pero a lo que íbamos: Descartes dijo aquello de que pensamos luego existimos, y que si no lo hiciéramos, al no tener consciencia de nuestra esencia tampoco tendríamos existencia, pues la dimensión sensible de nuestra entidad como seres que pululamos en el mundo, nos proporciona un conocimiento sobre las cosas que son objetivas fuera de nosotros. Eso pensaba yo… Pero… Parece que lo que aparentaba responder a razonamientos lógicos debe estar en otra dimensión planetaria y que las cosas son de otra manera. La lógica cartesiana ha quedado desfasada. Hoy se hacen las cosas no por sentido común, sino porque a quienes tienen el mango del sartén se les pone en cierta parte hacerlo así. Y punto. Sin discusión.
Tomemos por caso el afán compulsivo del Gobierno Vasco por gastarse los cuartos antes de que venga el López ese a aposentarse en la Casa de los Ajuria. Lo que dicta la lógica es que un gobierno provisional dejara de tomar decisiones arbitrarias, y de condicionar la acción de gobierno de los que vengan después, sin gastarse el presupuesto en cosas baladíes. Pero no. Parece ser que les ha entrado una furia compulsiva y se dedican a prepararles nuevos coches con todo lujo de detalles a los nuevos inquilinos. Eso sí: sin blindar, que gastan si no mucha gasolina, y hay que respetar los acuerdos de Kioto. Luego habrá que recubrirlos de una buena coraza, no sea que se reconstituyan los chicos de Zumosol y coloquen algún artefacto de esos que suelen poner, con lo que habrá doble gasto. O, si no, remover el contrato, con doble costo a los sufridos contribuyentes por la indemnización a la empresa alquiladora de los vehículos. Al fin y al cabo, como dijo una ministra, el dinero público no es de nadie.
Hoy mismo, los inquilinos interinos del gobierno vascongado han decidido gastarse diez millones de euros para el servicio de mantenimiento informático. Ni que los ordenadores fueran amantes enjoyadas… La verdad es que la capacidad de trabajo de quienes tendrán que desalojar los despachos a partir del día cinco de mayo, en estos postreros momentos, es digna de admiración. Decían que los vascos somos muy trabajadores, pero estos chicos nacionalistas están hasta el último momento, sobre todo cuando de lo que se trata es de dejar todo atado y muy bien atado. Y decíamos de Franco… Por supuesto, las ikastolas no se han quedado sin recibir el aguinaldo de Semana Santa. Menos mal que no es el día del Olentzero.
Y eso lo que sabemos… ¡qué habrá…! Lo que sí van a tener que cambiar va a ser las trituradoras de papel, que deben estar que echan humo…
Otra cosa que está en otra dimensión de la lógica es la capacidad que tienen algunos para no ver, o para mirar para otro lado. Hace unos días se celebró la Korrika, y pasó por mi ciudad, cómo no. Estuvo muy nutrida. Se ve que los euskaltzales que viven del cuento a cuenta (perdón por el pleonasmo) del dinero público, engordando el gasto improductivo, deben estar preocupados. Más de veinte mil millones de las antiguas pesetas por año no deben ser mucho para cuestión tan altruista como las políticas lingüísticas. Sin esa lengua tabú totemizada no sé si seríamos más felices, pero lo que parece, al decir de algunos, seríamos menos vascos. Algunos dicen que la defensa del euskera no está ligada a posiciones extremistas, pero permitan que lo dude sin caer en pecado mortal. Las paredes de mi ciudad anochecieron con una nutrida apariencia proetarra. Había para todos los gustos: desde peticiones a favor de los presos, hasta apologías no muy ajenas al terrorismo. Por algo el Gobierno navarro (he dicho navarro, no vasco) niega ayudas a este tipo de organizaciones, pero aquí ni con agua hirviendo. A fin y al cabo son de la familia, un poco descarriados, eso sí, pero de los nuestros. Por cierto, si quieren hacer fiestecillas, al menos que utilicen las papeleras, pues dejaron la plaza de los Fueros (qué contradicción hablar de fueros en estas circunstancias) como el vertedero de Gardelegui donde van a parar nuestros despojos domésticos.
En esta colección de disparates podríamos sumar muchas más, por ejemplo eso de producir un gasto compulsivo y llegar al record del déficit en un plazo de tiempo inaudito, con el que nos regala el gobierno de ZP. Todos solemos hacer –salvo la gente más irreflexiva- un recorte del presupuesto cuando vemos que nuestros ingresos no alcanzan el día treinta de cada hoja del calendario, y eludimos los gastos innecesarios. Eso es lo que nos dicta el sentido común. Pero los políticos están empeñados en hacer lo contrario de lo que nos dice ese gnomo que está encerrado en nuestro subconsciente orientado por la experiencia. Existe la sensación de que como el dinero de los impuestos no tiene caras ni ojos da lo mismo, lo importante es aparecer ante los más simplones en el razonamiento como los que dan más, los que, con un paternalismo que avergüenza, mantienen los subsidios y las subvenciones, aunque las tengan que pagar en el futuro unas cuantas generaciones que van a ser las que sufrirán de forma más contundente la situación.
Y para terminar, pues la lista de los despropósitos daría para un libro más grueso que el Quijote, ese empeño en imponer las lenguas de los taifas contra viento y marea, y contra toda razón por muy rotunda que sea la lógica que la respalde. Unas monjitas de Cornellá dicen que es bueno para los niños obligarles a hablar en catalán en el patio de recreo, pues su modelo es de inmersión, como en todos los centros “educativos” de Cataluña, y sus pupilos tienen como lengua materna el castellano. Y que estando en Cataluña… ¡no van a hablar en castellano…! ¿Y por qué no? ¿Cuál es el motivo por el que los derechos genuinos de esos niños tienen que subordinarse a una lengua y a una religión pagana como es el nacionalismo? ¿Por qué la espontaneidad de los actos directamente relacionados con la naturaleza de la infancia ha de estar reprimida en función de la imposición de una lengua en la comunicación interpersonal de esos muchachos? ¿Qué principios pedagógicos guían ese criterio? ¿O es que la pedagogía es un chicle que se estira y se encoje según la pompa que queramos hacer?
Como en el País Vasco, los centros religiosos, que deberían estar al servicio del ideario que les guía que por su naturaleza intrínsecamente cristiana ampara la libertad como atributo directamente encarnado en la esencia del ser humano, abandonan esos principios en orden al dinero, a la condescendencia con el poder. Se prostituyen de forma escandalosa. Pero eso es tema para otro artículo, y me toca terminar éste para no aburrirles.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5158
viernes, abril 24, 2009
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