miercoles 15 de abril de 2009
CIVILIZACIÓN
Corrupción
Por Manuel F. Ayau Cordón
Cuando se vive bajo un Régimen de Derecho, las personas hacen las cosas por derecho y no con permiso, dentro del límite que impone el respeto a los derechos de los demás.
La violación de derechos ajenos debe ser certera y debidamente castigada. Pero no se puede evitar la colisión de intereses. Si alguien construye un puente, los lancheros de la zona resulatrán perjudicados y los caminantes, beneficiados. Quien inventó el automóvil perjudicó a los fabricantes de carruajes y benefició a los demás. Quien siembra mucho maíz perjudica a los demás cosechadores de maíz y beneficia al pueblo. La competencia perjudica siempre a los productores y beneficia a los consumidores.
La corrupción disminuye cuando se erradica la impunidad, cuando se descubre, apresa y juzga al criminal y con certeza se le aplica la pena correspondiente. La clave es la certeza, y para lograrla se requiere que el proceso de selección de los jueces no esté politizado y cuente con recursos económicos y humanos.
La principal fuente de corrupción es la oportunidad de los funcionarios de tomar decisiones discrecionales que afectan a los intereses de la gente. La mordida se da, precisamente, para que la decisión del burócrata sea favorable a quien está pidiendo permiso o suplicando poder hacer algo.
Nótese que se trata de hacer algo pacífico y legal. Por ejemplo, si usted quiere cortar un árbol en su propiedad o cambiar el techo de su casa, seguramente requerirá un permiso. En algunos casos necesitará un estudio previo y un dictamen oficial para poder hacer uso de lo que es legítimamente suyo. Tal reglamentación la justifican aduciendo que lo que usted haga afecta a los intereses de sus vecinos y que el gobierno está para cuidar esos intereses y no necesariamente sus derechos.
El punto es que no hay tal cosa como un acto que no entre en colisión con intereses ajenos. A lo más que se puede aspirar para no reprimir el progreso y no incentivar la corrupción es a que todos puedan hacer lo que no está prohibido, sea pacífico y respetuoso de los mismos derechos ajenos sin para ello requerir el permiso de funcionario con poder discrecional alguno.
Los funcionarios y burócratas son humanos, con sus virtudes y sus vicios. No son como nos enseñan en la escuela, abnegados servidores públicos que protegen los derechos e intereses de los ciudadanos. Cuando las reglas colocan los intereses del ciudadano a merced de un funcionario, ante éste se presenta el incentivo perverso del enriquecimiento indebido. Así las cosas, la causa de la corrupción es el sistema que deja los ciudadanos a mercer de la discrecionalidad de los burócratas.
El no poder hacer las cosas por derecho, el tener que hacerlas con permiso, es la clave de la corrupción. Esto explica por qué los países socialistas, donde todo se hace con permiso y no por derecho, son famosos por su extrema corrupción.
© AIPE
MANUEL F. AYAU CORDÓN, rector emérito de la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala).
http://revista.libertaddigital.com/corrupcion-1276236475.html
miércoles, abril 15, 2009
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