martes 14 de abril de 2009
El PP adelanta sus propuestas
Germán Yanke
Las propuestas del PP sobre "reformas estructurales" adelantadas ayer son, aunque no todas sean propiamente estructurales, un acierto. Un acierto para el debate que se precisa y para las propias perspectivas de la derecha ante la opinión pública y las próximas citas electorales. Hay que destacar que la Fundación FAES y el propio ex presidente Aznar avanzaron hace pocas semanas su punto de vista sobre el modo en que entienden se puede y se debe salir de la crisis económica. Ha funcionado por una vez la colaboración entre la Fundación de Aznar -ya que es más de Aznar que del PP- y el partido venciendo la asombrosa resistencia de Cristóbal Montoro, portavoz económico del partido de Rajoy, a presentar un programa alternativo o complementario a los balbuceos del Gobierno. Y es bueno que así sea porque ya no se tenía en pie la tesis de que a la oposición sólo le corresponde, por estrategia de desgaste del adversario, esperar el anuncio de medidas y oponerse. También se opone Esquerra Republicana, pero al PP le cumple algo más que ser oposición; debe ser también alternativa y era necesario escuchar su voz y su programa para las visicitudes actuales.
Llegan las propuestas (que abordan desde las cuestiones laborales a las energéticas pasando por la política fiscal y el funcionamiento de la Administración) en un momento muy oportuno. El nuevo Gobierno parece confiarlo todo a aumentar el gasto, algo que -sin las reformas para suplir nuestras deficiencias e ir resolviendo nuestra falta de competitividad- no es sino migajas para hoy y hambruna continuada para mañana (mañana mismo). El Gobierno baraja las reformas sin enseñar las cartas ni ponerlas definitivamente sobre la mesa: las promete a los analistas, las enarbola en el Congreso, quizá se haya hablado de ellas en la reunión de ayer mismo del presidente con sus vicepresidentes, pero todo se queda ahí por el momento y el paso del tiempo es una losa que no suplen las ansias propagandísticas de estar en el G-20 mediante invitación, en el G-8 representando forzadamente a la Unión, en la mesa de Obama como buen amigo y en Ankara mirando para otro lado.
Es difícil aceptar que, tras la renovación del Gabinete y la constatación de las carencias de lo que se ha hecho hasta ahora, no se ha anunciado y puesto en marcha un programa contra la crisis que vaya más allá de un gasto público que amenaza ruina y no puede seguir estirándose. Se entiende que la parálisis se debe más al miedo a tomar decisiones que al diagnóstico equivocado, como podría haberse pensado hace meses, el miedo a los pudorosos, a los demagogos y a los defensores de privilegios, que de todo ha habido y sigue habiendo en un sistema económico tan frágil y escondido en la burbuja. Se entiende que se tenga pavor a la reforma laboral ante los sindicatos que esgrimen el mantenimiento de salarios para afianzar el consumo como si el peligro no fuese la debacle en el empleo y la caída consiguiente y dramática del consumo. Se entiende que se tenga miedo a abordar seriamente el coste y la dependencia energética ante supuestos ecologistas. Se entiende que, engrasada una maquinaria administrativa al servicio de un Gobierno, se tema la reforma profunda de la función pública. Se entiende que, buscando apoyos para sostener malamente la actividad parlamentaria del Ejecutivo, se recele de poner orden en las administraciones autonómicas y en la defensa de la unidad de mercado. Se entiende, sí, pero no se puede aceptar.
Mejor que hacer bromas, algunas de mal gusto, sobre el nuevo Gobierno es presentar este detallado programa de reformas, de pactos y de posibilidades de debate y concertación. Tendrá el PP que explicarlo a los ciudadanos y esgrimirlo en los próximos meses no como un arma arrojadiza, que no llevaría a ningún sitio, sino como una hoja de ruta política. Sabe muy bien el PP (lo sabe si recuerda su triunfo en 1996 y su derrota en el 2004) que gana quien lleva, seriamente, la iniciativa.
http://www.estrelladigital.es/ED/diario/119699.asp
martes, abril 14, 2009
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