lunes, abril 13, 2009

Para salir de los monstruos urbanos, volver a nuestro espíritu

lunes 13 de abril de 2009
Para salir de los monstruos urbanos: volver a nuestro espíritu

Juan Pablo Vitali

10 de abril de 2009
Leía en un periódico acerca de la inminente conformación de megaciudades, donde en el futuro vivirá la gran mayoría de la población mundial. Casi podía verlas, teniendo en cuenta que serán solamente una prolongación interminable de las mismas urbanizaciones que conocemos, de los mismos ghettos establecidos según la clase social, en la cada vez más compleja maraña posmoderna.

Confieso que mis antiguas lecturas de ciencia ficción, me ayudaron a imaginarme ese fenómeno agobiante y angustiante. También pensé en los espacios que van quedando vacíos, como esos antiguos pueblos de España en los que tan a gusto me sentiría, o como esas interminables extensiones de la llanura argentina, en la que la soja es ya casi el único cultivo.

Reconozco que el panorama me oprimió el corazón. Seguí obsesionado con el tema, que es en realidad siempre el mismo tema que nos busca la yugular de uno u otro modo: el dominio tecnocrático, los hombres que pugnan por entrar en una matrix que los devora y los convierte en sub humanos.

Pensé en los grupos políticos antisistema, en movimientos y en partidos, en sectas y en iglesias, en los grupos y subgrupos que de algún modo he conocido o en los cuales alguna vez me he interesado, evaluando nuevamente sus posibilidades de éxito para oponerse a una forma de vida tan inhumana, concebida sin embargo en nombre de la humanidad. Un derecho general y abstracto, convertido en una esclavitud individualizada y concreta.

Recordé esos sutiles escritores que ya casi nadie lee y mucho menos comprende: George Orwell, Aldous Huxley, Gustav Meyrink, Cordwainer Smith, Leopoldo Lugones, Joseph Conrad, Carlos Gardini, Ambrose Bierce, Arthur Machen, Clark Ashton Smith, Algernoon Blackwood, H. P. Lovecraft, Edgar Alan Poe, J. L. Borges y tantos otros, que me hicieron sentir en forma casi física el peso de esa terrible realidad, que surge paradójicamente bella envuelta en sus formas literarias, las que a poco andar se convierten nuevamente en la gris y cruel realidad pos moderna.

La sensación de agobio no cesaba, y entonces pensé, o más bien sentí como una sensación profunda, como un impulso en determinada dirección, que aún en las condiciones nefastas en las que nos encontramos, todavía es posible el infinito viaje hacia el interior del hombre. Y no es que me sintiera de pronto un profeta, ni que me acometiera una especial comprensión del universo. No se trataba de eso.

De lo que se trató en realidad, es de concebir cuán profunda es la capacidad de resistencia del espíritu humano, casi tan profunda como su posibilidad de degradación. Pensé que ante tales realidades dolorosamente previstas por los escritores nombrados y por muchos otros, ellos pudieron hundirse pese a todo en su propio espíritu y en su propia inteligencia, y plasmar los símbolos de la resistencia, en una actitud que justifica al hombre ante el universo, iluminando la edad oscura, por negra que ésta sea.

Pude así abandonar un instante el horror de las megalópolis, y volverme hacia el único viaje posible y seguro, el que los griegos ya hicieron en nuestro luminoso origen: el viaje hacia el interior del hombre, donde todo se oculta y recomienza, donde los hombres de una elite secreta se emboscan a lo Jünger, y generan el ámbito de supervivencia del hombre nuevo, o sea del más antiguo de todos.

http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=3086

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