viernes, abril 17, 2009

Pio Moa, La muerte del ateo

La muerte del ateo

17 de Abril de 2009 - 08:18:33 - Pío Moa

Una loa a la muerte

Columna publicada el 19-01-2003

No sólo Millán Astray dio, según parece, un viva a la muerte. También la alaba, por ejemplo, Tarrida del Mármol, destacado ácrata implicado en el terrorismo de finales del siglo XIX y principios del XX. Tarrida encontró a la muerte un valor, por así decir, revolucionario: “Comprendemos que ínterin no venga la igualdad social durante la vida, la dulce amiga lleva ya resuelto el problema sociológico (…) igualando bajo su rudo golpe a nobles y a plebeyos, a parias y a magnates”.

Y encontraba otra buena razón de alabanza: “Cuando al cabo de un día pesaroso, el cuerpo fatigado descansa en brazos de Morfeo, es aquel sueño una delicia tal que al despertar y entrar de nuevo en posesión de nuestras penas, sentimos hondo pesar porque aquel feliz estado de reposo no se ha prolongado. ¡Loado sea el sueño! ¿Y la religión, que pretende eternizar el yo, quiere que se la llame consuelo? (…) La muerte es el sueño para no despertar. ¡Loada sea la muerte!”

Un tercer argumento: la muerte no sólo da fin a nuestros sufrimientos, sino que “preside las transformaciones incesantes de la materia, hace desaparecer los seres vetustos para dar origen a los nuevos, ella es el instrumento de la selección natural, fuente de todo progreso, ella es la dulce amiga que nos hace desaparecer del rudo combate cuando ya ansiamos (…) un reposo relativo”.

Pero en cuanto a consuelo, el de la igualación del magnate y del paria es nulo. Al revés, lleva a un summum insoportable la desesperanza del paria. Finados sus días irreversiblemente, el paria habrá sufrido su vida miserable sin alternativa posible, mientras que el magnate habrá gozado de la suya, desde el enfoque materialista de Tarrida. El desconsuelo para el paria es absoluto, pero al magnate, ¡que le quiten lo bailao! La desesperación bien podría convertir al paria en instrumento de muerte: ¿pierde algo con suicidarse o con segar otras muchas vidas mediante una bomba?

Cabe objetar que, aunque Tarrida esté harto de su yo, a otros, incluso “parias”, la destrucción del yo les angustia. Y que, aunque él desee el descanso eterno, la mayoría de la gente prefiere soportar todo el tiempo posible la dosis habitual de pesares y cansancio. A esta evidencia cabe objetar: ¿merece respeto esa gente ansiosa de vida, guiada por la irracionalidad y el instinto, incapaz de compartir ideas elementales como las que la razón dicta a Tarrida? ¿Merece mucho desvelo la vida de tales cobardes animalescos?

La loa de Tarrida descansa, en definitiva, sobre el carácter de la muerte como instrumento de progreso. Pero con ello se hunde por otra vía en las, para él, tinieblas de la religión y el misticismo. ¿Qué puede importarle a su yo, destinado a total desintegración, el progreso de posteriores generaciones? ¿Debería él aumentar sus pesares luchando y sacrificándose por ellas? ¿Puede haber un incentivo en la esperanza de ser recordado como un héroe? Vanidad ridícula, que no puede compensar ni en un átomo la vida de trabajos y miserias realmente pasada. Además, incluso ese consuelo vanidoso exige una fe: la de que la posteridad le vea como un héroe y no como un loco, un imbécil o un malvado, que también podría ocurrir.

La muerte, por otra parte, no sólo iguala al rico y al pobre: aun más desesperante resulta que iguale al bueno y al malo, por ejemplo al buen anarquista y al malvado burgués. El ácrata se justifica en la lucha por la justicia, o lo que él toma por tal, pero desde su materialismo, esa justicia se desvanece con la muerte, y su opción moral queda en nada. El único sentido de la acción anarquista, al final, consiste en una reacción resentida y desesperada por el hecho de no ser él magnate en vez de paria, de no poder dedicar su tiempo a disfrutar de los únicos bienes y la única vida posibles.

La muerte se mantiene ante nosotros como una esfinge tan indiferente a las loas como a las maldiciones, unas y otras por igual insignificantes. Pero la actitud adoptada hacia ella tiene efectos prácticos, al parecer. Por ejemplo, de encomiarla al modo como lo hace Tarrida, a convertirse en instrumento de ella contra sí mismo o contra otros, sólo hay un paso muy fácil.

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****La ultraderecha comparte, en general, las tesis populistas y en gran medida las socialistas contra el liberalismo económico (y político). Y es inútil que esas tesis, allí donde se han aplicado, han demostrado solo –y sin excepción—su capacidad de empobrecer y tiranizar a la gente. Unos creen que la voluntad de Dios es fomentar una pobreza “bien distribuida” –y ciertamente sirven a esa supuesta voluntad con muchas ganas, excepto cuando se trata de ellos mismos—y los otros, en nombre de la “Historia”, vienen a hacer otro tanto. Insisten en aquello de que el liberalismo hace a “los pobres más pobres y los ricos más ricos”, y tonterías por el estilo. Lo cierto es, a partir de los hechos, que las economías aproximadamente liberales (ninguna lo es hoy demasiado), han promovido una riqueza como nunca antes. Algunos argumentan con el caso del franquismo, pero la economía franquista fue también liberal en gran medida (basta ver la relación entre el PIB y el gasto estatal, mucho menos estatista que hoy).


Y, por supuesto, esas teorías suponen siempre que un grupo dicte las normas morales y políticas por encima y sin control de la masa de la población. Lo cual es muy coherente: por algo ilumina a ese grupo la voluntad de Dios o la de la Historia. A partir de ahí, apenas necesitan argumentar.





****http://www.diarioya.es/content/pío-moa-dará-una-conferencia-sobre-la-etapa-histórica-de-franco



****http://iglesia.libertaddigital.com/una-iglesia-alternativa-1276236480.html




La chusma política

****Pumpido acusa a la policía de no colaborar con él. Quizá sea porque él ha sido un eficaz colaborador de la ETA, junto con su gobierno, y ahí siguen todos ellos. Por ejemplo:
http://www.kriptus.com/foro/foro-ermua-comunicado-prensa-t15469.html






****"El segundo violador del Eixample", juzgado por masturbarse en el metro Pero ¿quién persigue a este hombre? ¿El gobierno fomentador del puterío? ¡Vamos! ¿A qué espera el gobierno para dar ejemplo masturbándose ante las cámaras? ¿Y Soraya? ¿Se va a quedar en tan poca cosa como sus posados para-porno? Por cierto, seguimos a la espera de que Rajoy pose en tanga. Mientras tanto seguiremos convencidos de que es un machista, por mucho que diga lo contrario. Obras son “amores”.





**** Esperanza Aguirre: "Tenemos un sistema laboral obsoleto heredado del franquismo" ¡Vaya ! También tenemos un sistema democrático heredado del franquismo, y que los politicastros llevan años desvirtuando y haciendo obsoleto, ¿no ?






****Feijóo ofrece un pacto a la oposición porque "Galicia no es del PP" Las mafias se reparten Galicia. Así entienden la democracia.


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Diálogos pastoriles



SULPICIO. Tranquilo, Mauricio, estamos de cháchara, no hay que ser tan riguroso…¡Hombre, aquí llega Fabricio! Fabricio, eres tartaja, chepa, tuerto, algo cojitranco y te faltan dos dedos en la mano izquierda… Nadie podrá dudar de que eres un hombre excepcional


MAURICIO. No tanto, no tanto, Sulpicio, porque Fabricio dice ser, al mismo tiempo, mucho más inteligente y sensible que nosotros, de modo que eso compensa sus otras excepcionalidades y lo convierte en un tío vulgar y corriente


FABRICIO. Vu…Vu…vuestro repugna…nante cach…cach..ondeo, mis q…queridos ami…gos, os defi… define como lo vi..les que so..sois. ¡Ya quisi…era yo ser un zo…zoquete que ni siente ni pa…padece, co…como vosotros, pero e…sa inteligencia y sen… sen…sibilidad no hacen más q…q…que agravar mis ma….les, la conci…ciencia de mis ta…taras (el transcriptor eliminará en adelante los tartamudeos, para hacer menos fatigoso al lector las palabras de Fabricio).


FELICIO. Hablábamos, caro Fabricio, del maravilloso florecer de nuestra querida villa de Porriño en todos los terrenos del saber, el arte y el pensamiento, y tú, no cabe duda, eres un buen ejemplo. Mas algo me preocupa, Fabricio, ¿no se vendrán abajo tantas flores por la crisis económica?


FABRICIO. Para eso, Felicio y los demás, hay que entender ante todo la crisis. Para empezar, desde el punto de vista económico, un ser humano no difiere de una máquina o de un animal doméstico: todos consumen y emplean cantidades de energía, y a ello se reduce la cosa: a los mecanismos y ciclos de producción y consumo de energía


FELICIO. ¡Pero eso es siniestro, oh Fabricio! ¿Dónde queda entonces la poesía, el romanticismo, la belleza de la vida?


FABRICIO. Quedan donde deben quedar. Un médico entiende y trata al hombre en calidad de portador de enfermedades, y no se preocupa de si su paciente disfruta con el olor de las cloacas, pongamos por caso.


MAURICIO. ¡Cómo qué cosas dices! ... ¡Salicio, coño, deja de tocar la maldita zambomba…! El olor de las cloacas es poco saludable y trae enfermedades, así que…


FABRICIO. Tienes razón, está mal elegido el ejemplo, pero se entiende, creo. En fin, fijaos en que muy pocos han previsto la crisis, y de los pocos que la han previsto casi ninguno la ha apreciado en toda su magnitud. ¿Qué deducís de ello?


SULPICIO. ¿Que la economía no es ciencia rigurosa?


FABRICIO. Quizá, quién sabe. Pero sigamos: las explicaciones de la crisis se dan entonces a toro pasado. De repente todo el mundo ve fallos por aquí y por allá, que antes no veía. Unos dicen que la crisis deriva de la excesiva intromisión de los gobiernos en la economía, otros, que del capitalismo salvaje y desregulado, del neoliberalismo y esas cosas. Pero yo digo que una explicación de los fallos no explica nada. Porque antes de la crisis hubo prosperidad, y si no explican bien esa prosperidad tampoco explicarán la crisis. Si las explicaciones de unos y de otros fueran ciertas, estaríamos en crisis permanente, fuera por la intervención del estado, según unos, o por el capitalismo salvaje, según otros.


MAURICIO. La crisis es la crisis, tío, es lo que hay que explicar ahora


FABRICIO. No sé, no sé. ¿Podríamos pensar que debería haber un equilibrio entre regulación y desregulación, entre capitalismo privado y gastos del estado y que, cuando ese equilibrio se rompe, sobreviene la crisis?


MAURICIO. También podemos suponer que si los gobiernos hubieran intervenido menos, la prosperidad habría sido mayor y quizá no hubiera llegado ninguna crisis. O al revés, que de haber sido más voluminosa la intervención estatal, todo habría ido mucho mejor.


SULPICIO. Contra eso puede argüirse que en España las regiones más intervencionistas, es decir, las socialistas, son más pobres, con más paro, y estoy por decir que si no están peor es porque chupan de las otras.


FABRICIO. Bueno, Sulpi, pero en Galicia y Castilla-León ha mandado muchos años la derecha, y no son ningún emporio, de ellas puede decirse casi lo mismo que de Andalucía, Extremadura o Castilla-la Mancha.…


http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado/la-muerte-del-ateo-4717/

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