Carme Chacón, «sex-bomb»
TOMÁS CUESTA
Martes, 28-04-09
CARME Chacón («¡Capitán, mande firmes!») quizá no sea un arquetipo del espíritu castrense. No resulta improbable que todavía se haga un lío entre las alcayatas y las bayonetas. Y hasta es posible que, si la coges por sorpresa, confunda Waterloo con un «spa» de cinco estrellas. Sin embargo, ha conseguido colarse en el G-100 merced a sus muchas prendas cuando Elena Salgado, por poner un ejemplo, ya no sabe qué hacer para que le concedan una silla -o un taburete al menos- en las reuniones del G-20. Sin contar, además, con que el G-100 (una clasificación que integran las mujeres más «sexys» del planeta) tiene un punto epicúreo, reivindicativo, igualitario y postmoderno. O sea, el Punto-G, ése que tantos buscan y tan pocos encuentran. Así que la ministra de Defensa, a la que algunos consideran una mosquita muerta, no sólo ha levantado la moral fané y descangayada de nuestros Ejércitos, sino que ha mantenido el tipo haciendo gala de la firmeza legendaria de los antiguos Tercios. Para que luego digan que salimos de naja a fin de no enfrentarnos a un combate cuerpo a cuerpo. ¿De naja? Será de maja. Vestida, por supuesto.
Es obvio que los chusqueros de la envidia y los abanderados del resentimiento no reconocerán el mérito que entraña el que Chacón viaje hacia el futuro en el expreso del deseo. Que esté en la retaguardia (o en el furgón de cola, aunque la obscenidad colee) no reviste ninguna trascendencia puesto que, si todas son «sex-symbols», la única «sex-bomb» es ella. Cosa distinta es que, siguiendo los dictados del pacifismo intonso del señor Zapatero, pretenda convencerse -y convencernos- de que las alianzas militares son un chiste y los cañones, como advertía Gila a golpe de teléfono, no tienen agujero. En definitiva, que, pese a ser una «sex-bomb», carece de espoleta.
Desde una perspectiva puramente estética -no faltará quien piense que también desde la ética- es de cajón que no le beneficia utilizar cartuchos de fogueo. Con fuego real, por el contrario, se hubiese disparado a buen seguro en el escalafón de la concupiscencia. La libido echa chispas al solaparse con el riesgo. La calentura erótica -«A batallas de amor, campos de plumas», dejó escrito Góngora al respecto- corre pareja con el ardor guerrero. Seducir es vencer sin reparar en medios. «¿Llevas una pistola en el bolsillo o te alegras de verme?». Ni el mismísimo Clausevitz superaba a Mae West -que fue un auténtico misil inteligente- a la hora de diseñar una ofensiva y sacarle partido al armamento.
Ahora que don José María Aznar -con legítimo orgullo y sobrados argumentos- presume del «dream team» que puso a España en órbita durante su primer Gobierno, habrá que convenir que, si por seso no quedaba, el «sex-appeal» no era su fuerte. Ahí, mal que nos pese, la balanza se inclina a favor de Zapatero. Que Chacón logre ingresar en el G-100 ni lleva a ningún sitio ni aporta ningún remedio. Es más, podría fomentar el obamismo, aviesa mutación del vicio solitario que nubla el entendimiento y, a la larga, arruina las meninges y provoca ceguera. Pero fantasear con Isabel Tocino a lomos de una Harley, enjaezada con la prosopopeya un Ángel del Infierno, sobrepasaba el umbral de lo perverso. Nunca alcanzó el estatus de «sex-bomb», ni se arrimó siquiera. Los ángeles serán la bomba, pero no tienen sexo.
http://www.abc.es/20090428/opinion-firmas/carme-chacon-bomb-20090428.html
martes, abril 28, 2009
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