Ladron de Guevara, Unidad Abertzale

viernes 17 de abril de 2009
Unidad abertzale

Ernesto Ladrón de Guevara

B ATASUNA, partido inexistente por ilegalización, ha propuesto al resto de la llamada izquierda abertzale, la creación de un bloque independentista que deje al PNV al margen.

La rivalidad entre el PNV y el mundo proetarra viene de tiempos lejanos. Unos y otros se apoyan cuando la oportunidad lo requiere en una unidad estratégica para lograr el desiderátum de la balcanización de las Vascongadas y lograr gestionar la pobreza en un círculo geográfico más reducido. Nada que ver con la felicidad y la libertad de los individuos, y mucho menos con sus derechos intrínsecos por su condición de personas. Se trata de una lucha por el poder político con ansias de dominación sobre sus congéneres. Eso es lo que suele caracterizar al nacionalismo ideológico. Prima la etnia –en este caso falsa- y el territorio sobre el sagrado testimonio del legado histórico y el sacrificio de los antepasados por dar a las generaciones un mundo mejor. No tiene nada que ver con una izquierda humanista que prime los valores universales y la búsqueda de ese ideal cristiano que ensalza la irrepetible entidad de cada individuo y su sagrado e inviolable albedrío. No. Es la vuelta a la supremacía tribal, al sometimiento de la civilización por el totem y el tabú a los que se doblega la racionalidad.

Sin embargo, cuando no hay dinero que repartir por la pérdida del poder político, surgen las guerras de taifas, la lucha por la prevalencia. Eso tiene relativas consecuencias positivas. Todos los sistemas totalitarios se derrumban cuando sus pulsiones se desmiembran en pugnas por el control del rebaño.

Batasuna plantea la reunificación de las castas sedicentes, la aglutinación de fuerzas para la rebelión, para la sublevación, para el chantaje. Pero para ello no cuentan con el PNV del que no se fían porque el pez grande siempre se come al chico.

No nos debe extrañar la estrategia filoetarra. Batasuna es un ente inexistente jurídicamente pero no en su realidad organizativa. Subsisten, por la permisividad del Gobierno Vasco cesante, estructuras que funcionan de forma impune. Y, para burlar la legalidad que les impide actuar en la esfera institucional, postulan la unidad con otros partidos que persiguen idénticos fines aunque con una distinta escenografía. Veremos lo que hacen Eusko Alkartasuna, partido al borde de la desaparición, y Aralar, rama escindida del antiguo conglomerado de K.A.S caracterizado por la acción violenta. De momento Batasuna propone un acuerdo de mínimos para defender “los derechos de Euskal Herria y la construcción nacional” que es como si se cooptara a la defensa de los derechos de la pata del caballo del Cid o la formación del espíritu nacional en la Rusia Soviética.

Está claro, según el propio comunicado de ETA de este pasado fin de semana, que los “demócratas” del entorno etarra y sus aprovechadores de ocasión van a intentar crear un ambiente irrespirable al gobierno que se forme gracias a la unidad de los que postulamos la primacía de la palabra sobre las pistolas y el respeto al sumatorio de las voluntades de los ciudadanos que se proyecta por el cómputo electoral. El que logren o no sus objetivos mediante la imposición del terror y el bloqueo de la espontaneidad de los vascos en las relaciones intepersonales, dependerá del grado de compromiso de los ciudadanos. Normalmente ese combate personal para defender lo que es intrínseco a la dignidad de las personas no suele ser demasiado explícito. Suele prevalecer la cobardía y el miedo sobre la parte más noble de la existencia humana. Por ello, cabe temer que vengan tiempos duros en los que unos pocos tengan que poner la cara para que se la partan en defensa de los derechos del resto de los ciudadanos vascos. Pero, ¡qué se le va a hacer! Es el triste sino de la conquista de las libertades. Siempre toca a unos afrontar las penalidades para que otros puedan disfrutar de unas franquicias para las que no hacen ningún mérito. Es el sino de la generosidad. Si ésta no existe el cuerpo social se derrumba en su propia iniquidad.


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