lunes, septiembre 03, 2007

Zapatero busca el credito perdido

lunes 3 de septiembre de 2007
Zapatero busca el crédito perdido
DESCARTADA cualquier veleidad de adelanto electoral, Rodríguez Zapatero ha empezado con ganas el largo curso político que culminará en las urnas el próximo mes de marzo. El presidente del Gobierno -«relajado y bronceado» según su entrevistador- habla largamente en El País sobre el pasado y el futuro, ofreciendo la imagen inequívoca de un político en plena campaña. A estas alturas nadie se cree que las treinta leyes pendientes sean tan importantes como asegura el líder socialista, de manera que la prolongación artificial de una legislatura políticamente agotada responde al puro interés partidista. Zapatero muestra sin rodeos la nueva imagen que pretende vender al conjunto de la sociedad desde que ETA reventó el «proceso de paz» al declarar concluida la mal llamada «tregua». Intenta convencer a los españoles de la bondad de sus propósitos, con un eco lejano del tono buenista que ya está pasado de moda. La palabra clave es ahora «implacable»: el presidente presume de los 26 detenidos desde el final de la tregua y utiliza expresiones contundentes sobre el triunfo de la democracia en la batalla contra ETA. Sin embargo, su problema es la falta de credibilidad. La opinión pública no se deja engañar por el nuevo discurso, cuando están demasiado recientes las revelaciones sobre la negociación con los terroristas. Tampoco se entiende por qué iba a carecer de «alma» si no hubiera intentado dicho proceso. Lo mismo ocurre con las reformas estatutarias, que abrieron vías inaceptables desde la perspectiva del modelo territorial vigente. Por mucho empeño que ponga en la tarea, Zapatero no tiene fácil presentarse ahora como un defensor intachable de la España constitucional, aunque mencione como una iniciativa personal la marca publicitaria «Gobierno de España», omnipresente en los últimos tiempos.
Más allá de la retórica vacía sobre la «modernización definitiva» de nuestra sociedad, Zapatero entra en el debate ideológico contra el PP, al que sigue reprochando además su planteamiento en la lucha antiterrorista. Es significativa la referencia al modelo «neoconservador» que imputa a los gobiernos anteriores, lo que hace pensar en una estrategia que insista en presentar al PP como un partido que se aleja cada día más del centro político. La Educación para la Ciudadanía o la Ley de Memoria Histórica son probablemente los instrumentos de una táctica que pretende apartar a la oposición de un sector decisivo de votantes. El PP tendrá que medir con rigor y habilidad su respuesta en este terreno tan delicado para no ofrecer al PSOE bazas innecesarias. Por lo demás, el presidente es más incisivo a la hora de recordar las dificultades internas del adversario que para reconocer sus propios errores. De hecho, es insólito que siga defendiendo una política exterior objetivamente fracasada. Aunque apoya -faltaría más- al ministro de Cultura recién nombrado, ni siquiera reconoce el error cometido con Rosa Regàs. Incluso se atribuye la idea de la Unidad Militar de Emergencias, sin tener presentes las serias dificultades que plantea esta peculiar concepción de las Fuerzas Armadas como unidades especializadas en protección civil. Por supuesto, se hace fuerte en una serie de políticas sociales -estratégicamente propagadas ayer en su mitin en Rodiezmo (León)-, cuyo objetivo es otorgar prestaciones efectivas a sectores importantes de la ciudadanía antes de las próximas elecciones para obtener rentabilidad en las urnas.
Es relevante el anuncio literal de que no piensa gobernar si no logra un voto más que Rajoy. Esta promesa forma parte ya del compromiso del PSOE con los ciudadanos y no puede ser manipulada según la propia conveniencia. Pero excepto en el caso singular de Navarra, los antecedentes no invitan a dar por buenas las intenciones del presidente. Su verdadero problema es, en el fondo, recuperar en pocos meses el crédito perdido a lo largo de toda la legislatura.

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