martes, septiembre 04, 2007

Vientos de cambio en la economia

miercoles 5 de septiembre de 2007
Vientos de cambio en la economía
SI el mes de julio el mercado de trabajo daba síntomas de agotamiento, en agosto se ha confirmado el peor de los escenarios; el crecimiento de los inscritos en las oficinas de empleo y la sustancial disminución del censo de afiliados a la Seguridad Social ofrecen datos preocupantes. Tanto, que en esta ocasión el ministro de Trabajo decidió ahorrarse el mal trago de comparecer para explicar las cifras. Aún aceptando que agosto es un mes peculiar, que los empleadores se comportan de manera distinta y que hay factores estacionales que recomiendan prudencia a la hora de analizar y enjuiciar, parece obvio que estamos ante el umbral de un nuevo y complicado período que podría derivar en un cambio de ciclo económico. En cualquier caso, se impone una reflexión crítica. En las oficinas de empleo hubo en agosto otros 60.000 demandantes de una oportunidad de trabajo. Una cifra que dobla la del mismo mes del año anterior y que vuelve a situar por encima de dos millones el censo de parados. El pasado julio también conoció un aumento del paro registrado —cinco mil personas—, al que contribuyó el sector de la construcción, con doce mil desempleados inscritos. Pero este último mes han sido todos los sectores los que engordan el registro. Además, disminuye el ritmo de los contratos indefinidos, una de las apuestas del Gobierno a la que dedicó la última reforma del mercado laboral, pero que fue demasiado tibia y que no está dando los resultados esperados, pese a las campanas lanzadas prematuramente al vuelo por un optimista Jesús Caldera. Así, agosto presenta un cuadro de más desempleo y más precariedad.
Más relevantes e indicativas son las cifras de afiliación a la Seguridad Social, que venían acreditando fatiga desde hace meses y que en agosto muestran algo más grave que cansancio. La afiliación media del mes desciende en 207.000 personas, casi 40.000 más de las registradas el agosto anterior. Y si reparamos en las cifras con detalle, se observan datos negativos desde el día 10, sin que se consiga remontar en la última semana, un dato indiciario de que la afiliación parece haber emprendido un paulatino retroceso. Hay que esperar a conocer los datos de septiembre para establecer conclusiones más definitivas, pero los síntomas son altamente preocupantes, tal vez porque los empleadores perciben nubarrones que les aconsejan no contratar más o incluso no sustituir las bajas que se produzcan.
El sentimiento de los agentes económicos, según la encuesta conocida ayer, pone de manifiesto que la desconfianza parece extenderse sin remedio a pocos meses de las elecciones generales. El idílico paisaje que vendió el presidente del Gobierno en el último debate sobre el estado de la nación choca con la realidad de las cifras y, lo que es más grave, con el bolsillo de las familias, que tienen que ajustar su patrón de consumo por el efecto del aumento de los tipos de interés, por mucho que la ministra de la Vivienda insista en minimizar los efectos de la subida de las hipotecas.
Y no hay que olvidar que estos procesos se retroalimentan, pues a la menor percepción de una apreciable pérdida del nivel de ocupación —y por tanto de ingresos familiares—, el consumo se resiente, lo que desalentará a los empleadores que pospondrán su oferta de trabajo hasta que el panorama se despeje. Las dos últimas ocasiones en las que se produjo algo semejante fue en el trienio 2002/2004 —cuando el crecimiento del PIB bajó del 3 por ciento y el empleo creció por debajo del medio millón de nuevos puestos de trabajo al año— y el de 1992/94 —cuando la economía española padeció una de las crisis más agudas de la historia reciente, con PIB negativo durante un ejercicio y pérdida de casi 600.000 empleos en el trienio—.
Estamos en una fase de desaceleración evidente y queda por ver la profundidad de la misma. Las luces rojas de la economía se encienden justo cuando se acerca la recta final de la legislatura. En lugar de sacar pecho, bien haría Zapatero en tomar medidas eficaces para evitar males mayores.

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