martes 4 de septiembre de 2007
Rajoy, paso al frente
EL nuevo escenario político, marcado por el giro copernicano de la política antiterrorista del Ejecutivo, obliga al PP a intensificar sus esfuerzos y mensajes para subrayar que la rectificación de Zapatero no es otra cosa que la confirmación del diagnóstico que de la lucha contra ETA hizo durante meses Mariano Rajoy. El brusco y súbito cambio de dirección del presidente del Gobierno avala las tesis del presidente del Partido Popular, que debería impedir que Zapatero le arrebate su discurso más certero y lo exhiba como si fuera suyo sin ningún pudor. El máximo dirigente del PP - que ayer pasó al contraataque, anunciando reformas para apuntalar y fortalecer el crecimiento económico y el bienestar social- no puede fiarlo todo a la percepción que la opinión pública haga del «proceso de paz», convencido de que su fracaso se convertirá en la segura derrota electoral de Zapatero. Porque si bien es cierto que ETA no sólo no se ha entregado a la seducción del talante, sino que ha vuelto a la violencia con un frente político reorganizado y reinstalado en los ayuntamientos vascos, no lo es menos que Zapatero ha sabido rentabilizar su rectificación en materia antiterrorista con un mensaje tan cínico como eficaz en términos de opinión pública: «Mi obligación era intentarlo». El discurso de Rodiezmo ha abierto un curso político que desembocará en las elecciones generales de 2008 y que ya está marcado por la clara rectificación de los mensajes principales del presidente del Gobierno. Junto a la utilización electoralista de las pensiones y de otras medidas «sociales», Rodríguez Zapatero ha confirmado su nueva apuesta táctica de disputar al PP dos de sus principales argumentos de oposición: la idea de España y la lucha antiterrorista. Zapatero tiene a favor dos factores: la falta de pudor con la que es capaz de pasar de un planteamiento a su contrario y la predisposición de un amplio sector de la sociedad española a no ser muy exigente con sus gobernantes. Las razones por las que Zapatero no deja de hablar de España y de su implacabilidad frente a ETA se resumen en el diagnóstico de que la situación actual no es, en absoluto, la que había diseñado al comienzo de legislatura para renovar, cuatro años después, su victoria. En definitiva, Zapatero está terminando su mandato y ha comprobado que la pirotecnia radical de sus decisiones más polémicas no ha abierto la brecha que esperaba respecto del PP. Por eso el presidente del Gobierno no duda en asociarse constantemente a España, desde la marca oficial de su Gobierno a la redacción de sus discursos, y lo hace quien durante tres años ha descalificado a Rajoy como «patriota de hojalata», quien ha dicho que la nación es un concepto «discutido y discutible» y quien tiene de socios al Bloque Nacionalista Gallego y a Esquerra Republicana de Cataluña, los nacionalismos más independentistas. Lo mismo sucede con la lucha antiterrorista, protegida por éxitos policiales con los que el Gobierno quiere hacer olvidar toda una estrategia de negociación política basada en la negación de la eficacia policial y en el ataque al PP y a las víctimas -con juicios de intenciones en ocasiones perversos- por pedir que el Ejecutivo hiciera exactamente lo que ahora hace y de lo que se jacta.
Sin la oposición del PP, esta rectificación evidente de Zapatero no habría sido posible, pero, una vez producida, los populares no deben confiar en que los ciudadanos sepan sacar por sí solos la conclusión de que siempre es más fiable quien no tiene que rectificar. Rajoy puede y debe legítimamente atribuirse el mérito de que Zapatero, hoy, hable de España -sin adjetivos- y trate de acabar con ETA, porque el presidente del Gobierno no lo ha hecho en tres años, hasta que ha comprobado que muchos ciudadanos, los suficientes para decidir en las urnas, se identifican más con una política de cohesión nacional que de fragmentación y con la derrota de los terroristas antes que con una negociación humillante. El PP tiene ante sí la prueba de que tenía razón en los aspectos fundamentales de su actividad opositora. La tarea que le queda pendiente a Rajoy es trasladar a los españoles la idea de que, además de tener razón en el diagnóstico de los asuntos de Estado, el PP es mejor opción de gobierno que el PSOE, objetivo que exige liderazgo, presencia pública, suma de voluntades y empatía con unos ciudadanos cada día más preocupados por su futuro.
martes, septiembre 04, 2007
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