jueves 27 de septiembre de 2007
Pensador al acecho
En 1983 André Glucksmann acababa de publicar «La fuerza del vértigo». De eso hace prácticamente veinticinco años. Occidente vivía un momento de incertidumbre, de miedo. Era el debate sobre los misiles SS 20 soviéticos y el despliegue de los Pershing. América y Europa recelaban recíprocamente. Como ahora, ya decía Glucksmann que era urgente pensar en Europa, en su verdadera y su falsa paz, y preguntarse por fin por qué esa punta de continente es tan incapaz de defender su paz. La URSS negaba el derecho a una Europa que tenía miedo y miedo de sus miedos. Un cuarto de siglo después Bin Laden amenaza Occidente, la crisis atlantista es crónica, Irán quiere un arsenal nuclear, Rusia chantajea a la comunidad occidental y China realquila Africa. Glucksmann osa mirar cara a cara al enemigo de Occidente, despoja el mal de sus disfraces, detalla los sistemas del odio. Desde la primera humareda del 11-S, dijo que el mundo había sido atacado por un nihilismo exterminador, la ideología del odio sin fronteras en busca de armas de destrucción masiva.
En «Occidente contra Occidente», Glucksmann explicó cómo con el 11-S -y los atentados en Madrid o Londres- comenzaba una guerra mundial contra los derechos humanos, entre la civilización y el nihilismo. Hay quien se resiste a aceptar la continuidad entre Jomeini, Saddam Hussein y Osama Bin Laden. Una civilización que se niega a ver la guerra acaba siendo objetivo de la guerra, del terrorismo y de las bombas humanas. El joven filósofo de mayo de 1968 luego admiró la grandeza de De Gaulle.
En las últimas elecciones, Glucksmann apoyó la candidatura presidencial de Nicolas Sarkozy. No es poca cosa escribir en «Le Monde», «J´ai choisi Sarkozy». Hace veinticinco años, Glucksmann dedicaba «La fuerza del vértigo» a un periodista ruso confinado por referirse a la intervención soviética en Afganistán. Ahora denuncia el genocidio de Chechenia. Por primera vez desde el fin de la guerra fría, doce bombarderos nucleares rusos de largo alcance patrullan el espacio internacional. Con Putin, Rusia es una democracia iliberal, con muchos de los componentes de una autocracia. Glucksmann se define no como un profeta del Apocalipsis: solamente un pensador al acecho.
miércoles, septiembre 26, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario