miércoles, septiembre 26, 2007

Pablo Sebastian, Aznar y Bush en Texas

jueves 27 de septiembre de 2007
Aznar y Bush en Texas Pablo Sebastián

Las actas de la reunión que José María Aznar y George Bush mantuvieron en el rancho texano del presidente de Estados Unidos el 22 de febrero del 2003, en vísperas de la guerra de Iraq y reproducidas —suponemos que en parte— por el diario El País, constituyen un documento importante que confirma que ambos mandatarios eran conscientes de la ilegalidad de la contienda que estaba a punto de iniciarse, al margen del Consejo de Seguridad de la ONU. Pero, al mismo tiempo, el informe en cuestión revela el ansia belicosa del presidente americano, los temores “españoles” de un Aznar que sucumbió al liderazgo de Bush y, también, la estrecha relación del jefe del Gobierno español con el primer mandatario de Estados Unidos, en contraste con el vigente vacío de relaciones entre los dos gobiernos de Madrid y Washington, como quedó patente en el frío y escueto “hola, que tal” de Bush a Zapatero.
No creemos que estas revelaciones tengan una incidencia especial en Estados Unidos sobre el comportamiento y las mentiras ya conocidas de Bush sobre la guerra de Iraq, aunque sean un prueba más de su empeño por la guerra preventiva —como la que ahora planea sobre Irán—, al margen de la legalidad internacional. Pero para España en general y el PP en particular este documento sí tiene interés porque, sobre todo, desvela que Aznar era consciente de la ilegalidad de la guerra en ciernes —confirmando también sus mentiras sobre el conflicto—, y de las consecuencias políticas que esa decisión, avalada por él, tendría en España, en su partido y las elecciones. Conocedor como era el entonces presidente del Gobierno del rechazo masivo de los españoles a esa segunda guerra de Iraq y de los riesgos que incluía semejante decisión e implicación española.
Ello queda patente cuando Aznar le pide a Bush apoyo para afrontar la oposición de la opinión pública española, o cuando declaró: “estamos cambiando la política española de los últimos 200 años”. Sin embargo, y a pesar de los temores y dudas de Aznar que revela la conversación, el ex presidente se doblegó ante Bush, confiado en que la victoria sobre Sadam Husein y su exitosa invasión de Iraq harían olvidar pronto las mentiras e ilegalidad del ataque que Bush había decidido de antemano.
Lo sucedido después en Iraq, sus consecuencias en todo el mundo y en la crisis de las relaciones de Estados Unidos con Europa, así como el final catastrófico de la carrera política de los tres “señores de la guerra” de la foto de las Azores, Bush, Blair y Aznar, están a la vista, y todavía no han terminado, porque Estados Unidos no sabe qué hacer con Iraq ni cómo salir de ese conflicto.
En España y, al margen de la derrota electoral del PP en el 2004, en la que la guerra de Iraq influyó de manera determinante unida a los atentados del 11M en Madrid y a la mala gestión de los mismos por el propio Aznar, esa ruptura de la política exterior de España —de no intervención en las guerras ajenas de “remotos desiertos y lejanas montañas”— ha producido también otros daños colaterales de la mayor gravedad por causa de la desastrosa legislatura de Zapatero, en la que se puso boca abajo el modelo de Estado, zarandeando la cohesión territorial y dañando la convivencia entre españoles.
Y de todo ello será consciente Aznar, quien debería colaborar en rectificar el error —Rajoy ya reconoce que la guerra se hizo sin mandato de la ONU—, en beneficio de su partido y de los españoles en general, en lugar de huir de esta trágica realidad y de la verdad que perdura y que volverá a aparecer —ése es el objetivo del reportaje de El País— en la campaña electoral ahora en ciernes. Aunque mucho nos tememos que si Aznar no supo decirle “no” a Bush en momento tan crucial, no parece que vaya a hacerlo ahora, porque sigue manteniendo viva su amistad con el presidente Bush y con el Partido Republicano americano, lo que seguramente le habrá reportado a Aznar beneficios profesionales, tanto en lo personal como en su fundación FAES.
Desde la perspectiva actual, llama también la atención que Aznar llegara a conseguir esa especial relación con el presidente de Estados Unidos, lo que dio alas y un gran protagonismo a España en el mundo en esos años, en contraste con la vaciedad de la diplomacia de Zapatero. Aunque resultó bastante lamentable que esa influencia y amistad —que al parecer se fraguó en la guerra de Kosovo, donde Bush y Aznar no dudaron, por ejemplo, en apoyar el ataque al objetivo civil de la Radio Televisión de Belgrado, con la colaboración de Solana y la reticencia de Blair—, no las utilizara Aznar para exigir a su amigo americano la previa autorización de la ONU antes de dar paso a la intervención militar en Iraq.

No hay comentarios: