lunes, septiembre 03, 2007

Maria Maizkurrena, Volber

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04.09.2007 -
MARÍA MAIZKURRENA m

A primeros de septiembre no se puede hacer otra cosa que volver, sobre todo si hay niños en casa. Y si no se vuelve de ninguna parte, también. Septiembre es un regreso. Regreso al curso escolar, al curso político (¿terror!). A veces un regreso de nada, un regreso de lo mismo, del verano que pasó sobre la ciudad, sobre los paisajes familiares o sobre los solares inverosímiles que dejan la piqueta y el explosivo (Bilbao sigue adelante con su gran transformación y donde estuvo la Feria de Muestras hay ahora un cielo ancho, fantástico, que gravita sobre los escombros y se extiende hasta la cumbre más o menos nítida del Serantes). Por volver, hasta ETA ha vuelto. Le ha fallado la campaña de verano y ha intentado poner en marcha su propia operación retorno. Pero los 30 muertos de las carreteras (269 si contamos todo agosto) no son obra de ETA, sino de ese juego azaroso que encauza la última supermigración estival. Bandadas de bípedos implumes han volado a casa desde la gran ludoteca del mundo. Trabajan para hacerse con su porción de ocio, que es el bien de consumo característico de la sociedad postindustrial. Y el viaje, el movimiento casi frenético, el acopio de sensaciones y de imágenes, el laborioso trajín turístico, es en nuestro mundo rito de paso, oferta vital, ruta obligada como lo fuera en otro tiempo la ascensión a los pastos de montaña. El verano cantábrico ha tomado los modos de un otoño prematuro, así que podríamos pensar que septiembre ha llegado sin aviso. Nada de eso. Los titulares de los diarios han avisado de lo que cuesta renovar el equipo de los escolares, de lo que cuestan las hipotecas, de lo que vale un peine y de lo que van a costar los huevos, la carne, la leche y el pan. Según dicen algunos, es culpa de Bush, a quien se le encendió sobre la cabeza una bombillita como las que se le encienden al pato Lucas cuando tiene sus catastróficas ideas, y le entró un gran deseo de emular al Brasil asumiendo un modelo energético poco recomendable como modelo global, pues incentiva el cultivo de cereales para biocombustibles. Eso ha distorsionado el mercado mundial y encarecido los piensos, incluidos los piensos de los que se alimenta la especie humana. Pagarán el mayor coste los más pobres (no habrá excedentes que enviar a África). El calentamiento global acentuará la crisis pues según Zheng Guo-Guang, de la Adminstración china, va a reducir en un 10% la cosecha de cereales de aquel país en un plazo de veinte años. Entre nosotros, las inminentes subidas no van a ser descalabrantes, auguran los optimistas, pues los alimentos pesan sólo un 20% en la cesta de la compra. El resto va a los viajes, a los sueños sintéticos, a la magia electrónica, a la videoconsola. Cuando no va entero a la hipoteca, claro.

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