lunes 3 de septiembre de 2007
Qué solos se quedan los muertos
Tan callando. Diríase que en Sevilla no han enterrado a un futbolista novel sino al mismísimo Adolfo Bécquer, o a Federico García Lorca, porque en la capital del Sur todo se sublima y exagera y no hay vara —ni siquiera la de Antoñito el Camborio— de medir que ponga las cosas o a los muertos en su justo pedestal. Allí, en Sevilla, casan a una infanta como si fuera Sisí Emperatriz y entierran a Puerta como si fuera Maradona.
En Castilla son más sobrios pero no son más justos, porque hay que ver la desmesura de dos entierros recientes y de tronío, que dirían en la orilla del Guadalquivir, como han sido los de Polanco y Umbral, guardando, cómo no, las distancias entre Jesús del Gran Poder mediático español y el “Cachorro” de gato siamés de los “madriles”, importado de Valladolid, y criado con leche de pantera por Delibes y Cela, que lo mimaron en su disparatada y genial carrera de autor incansable de libros y de artículos en la prensa de papel.
La ausencia de Polanco ya se nota en la guerra del fútbol de la televisión, porque, de estar vivo el otrora patrón de Prisa, los zapatistas de La Sexta no se hubieran atrevido, ni por asomo, a moverle a Sogecable el fútbol de pago que no sabe cómo defender Cebrián, mientras el director de El País, Javier Moreno y sus muñecos, en una entrevista de salón con Zapatero le implora al presidente preguntándole, por dos veces, eso de “qué hay de lo nuestro”, o sea, del monopolio del fútbol de pago. Y el presidente, como quien oye llover, disimula y se deja querer, mientras en el panteón de los espectros se oye tronar a la estatua de Polanco: “En mi tiempo no habría cojones de quitarme el fútbol por televisión”. Adivina, adivinanza, ¿quién manda en el Grupo Prisa, quien dirige El País?
Entre muerto y muerto las vacaciones se nos han hecho muy largas, y al volver nos hemos encontrado con Pedro J. amortajando a Umbral con uno de los trajes de Jovellanos, a pesar que Paco, ni en la política, ni en el campo de las ideas, nunca brilló. Porque el de Valladolid sólo era un poeta, un trovador, que escribía en linda prosa sobre la actualidad y con sublime brillantez, y un orfebre del idioma castellano, a su aire, que ya es bastante, pero nada más.
Pero en el diario El Mundo, unos por hacerle la pelota al señorito de Umbral a ver si se quedan con la columna —el nicho— y otros por seguirle la corriente, se han convertido en unos vulgares y presumidos robacadáveres, con un abuso desvergonzado del “yoísmo”, para que quede claro que lo importante no era el muerto sino el autor de la necrológica. Yo estaba allí, él me lo dijo, yo le conté, fuimos al colegio juntos, o de putas “con un coño en el ojal” o rebuscando aquel “bálano —erecto— embravecido y los pezones enhiestos bajo la blusa”, que dirían de manera, un tanto soez, Del Pozo y Anson, jugando a viejos verdes atrevidos, aprendices de Miller, que han querido epatar y empatar su pelea particular por la caza de la columna de Umbral, que sólo Antonio Gala podría ocupar con éxito literario y social si quisieran el de Logroño y el “brazatorto” cordobés.
Las necrológicas, como la crónica de sucesos, son los géneros periodísticos más difíciles de escribir. Y raro es que Umbral no haya dejado escrita la suya antes de partir, conociendo como conocía el plantel de los que iban a ser sus enterradores, dentro y fuera de su periódico. Vamos, si Cebrián le reinterpretó, a su favor, el testamento a Polanco poniéndose él solito a nivel de sus herederos, qué no iba a ocurrir con Umbral que, aunque no tenía un duro, sí ocupaba un sitial en el diario con el que soñaban veinte a la vez. Pues eso, el muerto al hoyo y el vivo al bollo, y los finados, ¡Dios mío!, en su infinita soledad, mientras en España, con la bandera de la plaza de Colón a media asta por la muerte súbita de un futbolista, arranca la Liga y en la política se levanta el telón, con Zapatero bailando La Internacional y con Rajoy bostezando como un león.
lunes, septiembre 03, 2007
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