lunes, septiembre 03, 2007

Mabel Gonzalez, Las hipocresias de la proliferacion nuclear

Las hipocresías de la proliferación nuclear
03.09.2007 -
MABEL GONZÁLEZ BUSTELO


Las noticias relativas al programa nuclear iraní y las negociaciones de este país con la comunidad internacional han continuado durante el verano. A finales de agosto, Teherán y el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) hicieron público su acuerdo sobre un calendario de cooperación y un plan que debería clarificar la mayoría de los aspectos del programa. Como era de esperar, Washington no se dio por satisfecho por un plan que considera insuficiente, y el presidente George W. Bush volvió a utilizar su retórica más dura en un reciente discurso ante la Legión Americana, en el que afirmó que «confrontaremos esta amenaza antes de que sea demasiado tarde». También aprovechó la ocasión para volver a acusar a Irán de empeorar la situación de Irak mediante su colaboración con milicias chiíes. El Consejo de Seguridad de la ONU ha impuesto a Irán sanciones al comercio con tecnologías nucleares y de misiles, y seguirá debatiendo a partir de septiembre el endurecimiento de las mismas. No parece, sin embargo, que la retórica de Washington vaya a convencer a China y Rusia de que es preciso establecer sanciones más amplias, ya que ambos países son importantes socios comerciales de Irán y colaboran con el programa nuclear de este país. El Consejo pretende que Irán abandone el enriquecimiento de uranio como paso previo a la negociación de una serie de incentivos. Sin embargo, el presidente iraní Mahmoud Ahmadineyad ha asegurado de forma constante que su país no abandonará las actividades de enriquecimiento, y que eso sólo podría ser resultado de las negociaciones y no una premisa para las mismas. Desde Teherán se indica que el programa nuclear tiene fines pacíficos y que no es ilegal en el marco del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), ya que sólo pretende producir electricidad. Algunos analistas subrayan, por su parte, que el programa nuclear tiene importancia estratégica para Irán porque, aunque no sea su intención fabricar armas atómicas, sí le daría la capacidad de hacerlo en el futuro si lo entiende conveniente. Desde Occidente se considera que un Irán con potencia nuclear supondría una amenaza adicional para una región muy convulsa, con profunda inestabilidad en Afganistán, Irak, Líbano, Israel y Palestina. Sin embargo, no todo el mundo opina lo mismo. El año pasado, el Movimiento de los Países no Alineados, que agrupa a 118 Estados (incluyendo todos los de Oriente Medio, excepto Israel y Turquía) emitió un comunicado en el que apreciaba la cooperación de Irán con el OIEA y respaldaba el «derecho básico e inalienable» de todos los países a desarrollar energía nuclear con fines pacíficos. En el texto también se recordaba que el OIEA es la «única autoridad competente» para verificar si un país cumple sus obligaciones con el TNP, reclamaba una zona libre de armas nucleares en Oriente Medio e instaba a Israel a suscribir el TNP y acceder a la supervisión del OIEA sobre su programa nuclear. En medio de estas posturas encontradas, una cosa queda clara: la hipocresía y los dobles raseros de la comunidad internacional, y especialmente EE UU, a la hora de abordar las cuestiones de proliferación y desarme nuclear. Según el Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), EE UU tenía el año pasado 10.000 cabezas nucleares, de ellas 5.500 en activo. Aunque en el Tratado de Moscú de 2002 se estableció el compromiso de reducir su número a 2.200 en 2012, los progresos han sido mínimos. Además, la actual doctrina nuclear estadounidense considera de extrema importancia mantener y renovar los arsenales nucleares y contempla abierta la posibilidad de usar estas armas en un escenario de guerra convencional (algo ilegal, de acuerdo a una sentencia de hace 11 años de la Corte Internacional de Justicia, que declaró ilegal el uso y la «amenaza de uso» de armas nucleares). Por otro lado, varios programas actualmente en marcha están modernizando este arsenal para hacerlo más duradero en el tiempo y capaz de hacer frente a objetivos más diversos. La postura estadounidense también ha ido en esta dirección al negociar importantes instrumentos internacionales. El presidente Bush canceló a mediados de 2002 la participación de su país en el Tratado Antimisiles Balísticos, con lo que prácticamente firmó la defunción de esta norma. Y en diciembre de 2004, la Asamblea General de la ONU aprobó la creación de un Tratado sobre Material Fisible, que pondría fin a la producción de uranio y plutonio enriquecidos para fabricar armas. Sólo EE UU y la República de Palau votaron en contra. Pero, además, la retórica sobre el peligro del programa nuclear iraní pierde toda coherencia cuando va en paralelo a la firma de un acuerdo de cooperación nuclear con India, otro país ubicado en una zona peligrosa, que tiene armas nucleares, ha realizado pruebas atómicas y no ha firmado el TNP. Estos hechos demuestran, además del doble rasero, el escaso gusto de la Administración Bush por los marcos multilaterales y su creencia de que las normas pueden adaptarse o no cumplirse en función de sus intereses. Lo mismo ocurre en otros casos, como la reciente decisión del presidente francés, Nicolas Sarkozy, de transferir tecnología nuclear a Libia en el marco del acuerdo con este país. Tenga o no como finalidad la fabricación de armas, el programa nuclear iraní demuestra una vez más que no hay átomo pacífico, ya que un programa destinado a la producción de electricidad puede ser luego adaptado para producir armas atómicas. Si Irán consigue esa capacidad, y luego le siguen otros como Arabia Saudí, Egipto o incluso Argelia o Marruecos, ello significará que cada vez más países estarán en disposición de hacerlo si lo deciden. La energía nuclear y las armas nucleares van de la mano. La única solución posible a la cuestión iraní pasa por iniciar negociaciones que aborden de forma conjunta y completa la seguridad en Oriente Medio, así como reactivar la iniciativa de hacer de ésta una zona libre de armas y energía nuclear. Claro que, para ello, también las potencias nucleares reconocidas (EE UU, Francia, Reino Unido, Rusia y China) deberían cumplir sus obligaciones y dar pasos hacia el desarme y el desmantelamiento de sus arsenales. Para que las normas internacionales tuvieran más credibilidad también habría que dejar de lado los dobles raseros y hacer que todos los países cumplan las normas, no sólo aquellos considerados 'amigos'. Justo lo contrario de lo que se está haciendo.

No hay comentarios: