lunes, septiembre 03, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Carta sin ajuste

lunes 3 de septiembre de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Carta sin ajuste
Qué lejos queda aquella hermosa declaración de intenciones, cuando PSdeG y BNG acababan de decirse el sí quiero. Entre las muchas cosas que se dijeron ese día inolvidable había una dedicada a Televisión de Galicia, símbolo que fuera de los males del fraguismo y estandarte que iba a ser de la regeneración prometida.
Los recién casados hacían votos para garantizar la autonomía y el carácter de servicio público de la compañía. No hace tanto de esto, y sin embargo presenciamos un episodio de la guerra fría permanente entre los socios, en el que se da por sentado que la bella promesa está archivada en algún rincón, junto a las fotos de boda.
La discusión no es sobre la autonomía de la tele, sino sobre su dominio. Unos escamotean minutos, otros denuncian el robo de tiempos y espacios, se muestran informes que certifican la deslealtad televisiva. En la cartografía utilizada por los corresponsales de guerra, se afirma que este territorio es socialista y el de más allá nacionalista y se da cuenta de víctimas que se equivocaron al transitar por un sitio equivocado.
No existe, al parecer, una zona desmilitarizada. El medio es público sólo de nombre, porque en realidad sigue tan privatizado como en el régimen anterior, y como sucedía en el régimen anterior, hay una serie de cargos y consejos que son nominales. Un detalle curioso que lo prueba es que en esta pelea por la pole position en los informativos, se da por supuesto que directores y jefes son terminales del poder político.
El duelo es entre Touriño y Quintana, los Alonso y Hamilton de la situación. Nadie se acuerda de que existe un pomposo consejo de administración de CRTVG, con atribuciones similares a las de cualquier empresa. En realidad, no pasa de ser una escudería, con gente especializada en atender en boxes al partido que la nombró.
La escaramuza tiene todas las características de las anteriores, y seguramente acabará de la misma forma, o sea, con un arreglo que intentará delimitar las fronteras entre los peculiares aliados. Estos son socios que se sientan a la misma mesa, mientras se asestan puntapiés por debajo. El Consello de la Xunta se parece al consejo de seguridad de Naciones Unidas, con potencias que se amenazan hoy, y se intercambian mañana floridos mensajes diplomáticos.
Pero la televisión pública es un órgano muy sensible, muy delicado, que lleva sobre sí la pesada carga de la desconfianza social. Aunque el incidente se vaya disolviendo, añadirá un poco más de suspicacia al medio, y hará un poco más dificil la defensa de su neutralidad. Aquella famosa autonomía que se invocaba en los votos matrimoniales queda un poco más en entredicho al saberse que los novios no comparten, sino que reparten, la dote televisiva.
Salir en la tele o por la tele. En el lenguaje habitual no está clara la preposición, pero muchos políticos en el fondo creen que salen de la tele, es decir, que la televisión los fabrica, que sin ella no son nada, y que por tanto esos cinco segundos que les hurtan en el informativo son un golpe terrible. En realidad, salir o no salir no es la cuestión, sino su capacidad para aprovechar ese breve contacto con el espectador.
A veces, aparecer demasiado es demoledor. Volviendo a TVG, no está claro que la omnipresencia de aquel don Manuel malhumorado de los últimos años de mandato fuera muy positiva para él. Algunos repiten el error, olvidan las hermosas intenciones y proporcionan tema para una futura versión gallega de El ala oeste.

No hay comentarios: