lunes 3 de septiembre de 2007
Doce más uno
POR JOSÉ LUÍS LLORENTE
La victoria es importante, pero la forma de obtenerla también. Las emociones, la complicidad, no surgen al final del camino, sino en el trayecto. El resultado cuenta, pero las actitudes y el compromiso generan vínculos. Como el que existe hoy entre muchos españoles, aficionados o no al baloncesto, y nuestro equipo nacional: por sus triunfos son admirados y por su comportamiento, queridos. Esta sintonía emocional, que se respira, que llegó para quedarse, es fácil de explicar. El equipo transmite alegría en la cancha, simpatía fuera y una unidad inquebrantable, la de los grupos que superan los egoísmos. De vez en cuando, el destino se empeña en dificultarles las empresas y en recordarles que son humanos. Es entonces cuando se muestran GRANDES de verdad. La retina de nuestra memoria mantiene frescas las imágenes de la final de Japón, con el equipo arropando a Pau, lesionado, aunque feliz, y a Pepu con el rostro tenso, emocionado y la mano en el corazón
Pero el guionista del destino no les concede un respiro. Garbajosa cayó gravemente lesionado en el mes de abril. La historia ya la conocen. Contra el pronóstico de los servicios médicos y la actitud conservadora de su equipo, Jorge ha trabajado a destajo para estar en el Eurobasket, con el constante apoyo de la Federación. Arriesga en el envite, pero su deseo de estar con sus compañeros y defender la roja de la eñe es incontenible.
Aunque, en esta ocasión, el final tampoco ha sido del todo feliz. La cruz de la moneda, Jordi Trías, se enteró de su descarte una hora antes de que se cerrara al plazo de inscripción. No estará, pero en este mes se ha ganado el respeto de sus compañeros y de la afición. Trías también juega.
lunes, septiembre 03, 2007
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