miercoles 26 de septiembre de 2007
ZP, el cambio climático y la ONU José Javaloyes
Librado del vértigo de la Cumbre con el primer mandatario de Barbados, conseguida la foto con el denostado presidente Bush, el presidente del Gobierno español, tenaz en sus apuestas por los temas inefables, ha lanzado la caballería de su encanto profético en ayuda del plan climático de la ONU. Es decir, en pos de la continuidad de lo que desembocó en el Protocolo de Kioto, y ha traído, internacionalmente, la base de una burocracia nueva: la de los gestores de lo inevitable. Porque el cambio climático no hay quien lo pare, por más que sean ya legión quienes lo glosan. Algunos, con tambores de Apocalipsis.
Aunque el impacto de su mensaje, como no podía ser de otro modo, resultara proporcional a su levedad, lo que más ha resaltado —igual que en tantos otros comparecientes por la Asamblea General de la ONU— ha sido también su aporte a la grande y tramposa elusión de la alternativa nuclear. Pues la energía de fisión es el primer instrumento de combate contra los caudales de polución generados en obtener electricidad con el empleo de combustibles fósiles. Sin ésta, sin los kilovatios suficientes, resulta impensable la sostenibilidad de la civilización industrial en la que se encuentra encastrado nuestro sistema de vida.
Llamando a las cosas por su nombre, pan al pan y vino al vino, la corriente global de opinión que llevó al puerto del Protocolo de Kioto, viene formada con todos los componentes de fondo que reúne la mentalidad socialdemócrata, amasada en olvidados reparos directos y en otros reparos nuevos, del más variado pelaje, contra el sistema capitalista, y en propuestas extraeconómicas de modelos alternativos a códigos sociales de siempre. (Se trata menos de un cambio y evolución, derivados del paso de los tiempos, que de una ideología de sustitución a la que se aplica la etiqueta de “progreso” y el adjetivo de “progresista”.)
Pues bien, con tales materiales como propuestas de referencia, se construyó desde el sistema de Kioto el tinglado del mercado de derechos de emisión —de gases de efecto invernadero—, como instrumento para una redistribución global de renta en beneficio de los países más desfavorecidos: sistemas que por su propio subdesarrollo carecen de industria y están al margen de los consumos contaminantes.
Todo ello podría incluso merecer el aplauso si existiera una probada relación de causa-efecto entre la contaminación ambiental, intrínsecamente perversa, y cambio climático, objetivamente imparable porque su dinámica depende de factores ajenos a la actividad del hombre. Depende principalmente de los niveles de actividad de las manchas solares.
Desde pruebas científicamente establecidas y sistemáticamente ignoradas por la masa de opinión ecologista que se procesa en la ONU, y que prepara eventos al respecto —para relanzar las verdades convencionales de Kioto, en la isla de Bali, el próximo diciembre—, la Casa Blanca ha lanzado, en paralelo, la convocatoria de una conferencia sobre el medio ambiente destinada a los países industrializados.
Es la respuesta a la elevación —o degradación— de los problemas gravísimos del medio ambiente a nivel de pancarta o como materia de un panfleto global. Un discurso que tiene como eje la señalada elusión de la energía nuclear. Única respuesta central disponible para desplazar la combustión de las energías fósiles y atender los ascendentes consumos eléctricos, del mundo occidental y de las grandes potencias económicas nuevas como China y la India.
Pero ZP, aun sin el omitido vértigo de la Cumbre con su homónimo de las Barbados, no logra despegar, en sus sueños de notoriedad internacional, de las Maravillas del País de Alicia.
jose@javaloyes.net
martes, septiembre 25, 2007
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