lunes 3 de septiembre de 2007
Desnacionalización de la izquierda española José Javaloyes
El desistimiento diplomático español en los escenarios internacionales de referencia, desde Washington a Berlín, a lo que se suman las establecidas nieblas con París a propósito de las regularizaciones masivas, y el menosprecio por las instituciones españolas en medios periodísticos británicos como el Times, tenidos por serios, solventes y respetuosos, componen un cuadro de sobrevenida desconfiguración de lo nuestro propio. Todo, poco menos que inevitable, habida cuenta el general régimen de contumacia establecido contra el sentido nacional, bajo la agobiante levedad en la presidencia del Consejo de Ministros. Presidencia que pide otra legislatura para completar la desconfiguración nacional.
Quedó agosto atrás con el aún inaforado saqueo en los fondos de la Biblioteca Nacional, enmarcado en las vacaciones de maestra de escuela de la señora Regás (todos los años de junio a septiembre, menos en éste, pues la hizo venir el ministro de Cultura cuando trascendió el robo de los incunables cartográficos), alentada quizá por los dilatados descansos del presidente Rodríguez. (La vicepresidenta Fernández de la Vega dedicó un turno a defenderla, con un ataque implícito a quien la destituyó, acaso para agradecerle los servicios prestados en las liturgias de un sectarismo tan histórico como la propia memoria desmemoriada).
Despejada la murria del “proceso de paz” con el terrorismo nacionalista, libres de frenos, las fuerzas de seguridad del Estado hacen con normalidad, eficientemente, su trabajo, y la tropa de los asesinos va cayendo en significativos golpes policiales; es decir, encajándose el problema terrorista en el único marco de respuesta que le corresponde.
Y así se van ajustando las cosas, tan sensible y claramente, que a no pocos les da por pensar cuánto convendría que el jefe del Ejecutivo prolongara todavía más sus vacaciones. El Estado, con sólo sus inercias de funcionamiento, es capaz de hacer, como se demuestra, cosas que el Gobierno de Rodríguez impide con las suyas.
La establecida desafección de principio por aquello que se entiende como intereses nacionales trajo desde el primer momento una inversión en los esquemas y criterios de la política exterior seguida hasta entonces por España. Política tildada de “retórica” por Miguel Ángel Moratinos en un artículo publicado por el Wall Street Journal. Tal calificativo, motivado posiblemente por el rescate militar de Perejil, con el desalojo de los gendarmes que Miramamolín había enviado a ocuparlo. Inolvidable aquella sultánica emulación de la gloria imperial de su padre, Hassan II, con la “Marcha Verde” que abortó la descolonización española del Sahara.
Después, tras del 11, 13 y 14M, Mohamed VI sentaría a José Luis Rodríguez, en su primera, rápida y obsecuente visita a Rabat, debajo de un mapa jerifiano que incluye Ceuta y Melilla como territorios de Marruecos. Las tropas españolas que se encontraban en Iraq fueron retiradas sin ninguna explicación para el aliado norteamericano. Jacques Chirac y Gerhard Schroeder dieron en París sendas palmaditas en el hombro al nuevo presidente del Consejo, presuroso en renunciar a favor de Italia el derecho español a que se firmara en Madrid el Tratado Constitucional Europeo. Y abierto después al entierro de la descolonización de Gibraltar, al entregarle a los llanitos voz y voto en el litigio.
¿Cómo es posible toda política exterior si se carece del previo sentido de una política nacional, en la que todo se concierta, la exterior, la interior y la de defensa, la económica y la cultural?
En la incesante y torpe deconstrucción de la continuidad en las relaciones exteriores, especialmente con Alemania, destaca el ramo de flores con que Rodríguez obsequió a Angela Merkel en las últimas elecciones alemanas, vaticinándola como perdedora, y la guerra sucia a la OPA de E.On sobre Endesa, con el apaño de Ibiza para que pasara a manos de Italia el control de la primera empresa eléctrica española. Apaño obsequioso que ahora se completa rebajándole el Gobierno a Enel las condiciones impuestas por la Comisión Nacional de la Energía a la eléctrica pública italiana. Nadie pudo completar en tan breve plazo un medallero así del descrédito nacional y del abandonismo.
Ninguna cuenta de este rosario de dislates habría sobrevenido de haber existido un mínimo de conciencia española en quien preside el Consejo de Ministros ni en ninguno de sus aliados parlamentarios. Nunca se había deteriorado el sentir nacional hasta el punto de que el impulsor de todo esto esté en condiciones de revalidar su victoria del 2004. Jamás se había alcanzado desnacionalización más extensa y más compacta de una política gubernamental en España. Y todavía dice Rodríguez: “Busco una mayoría suficiente para la modernización definitiva de España”.
jose@javaloyes.net
lunes, septiembre 03, 2007
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