miercoles 26 de septiembre de 2007
Regional preferente
IGNACIO CAMACHO
DICEN los anglosajones que los hechos son sagrados y las opiniones libres. Pues, bien, hechos: en la reciente cumbre de la ONU sobre el cambio climático, nuevo mantra del proyecto político de Zapatero, la delegación de la octava potencia mundial fue situada en un panel de trabajo con Micronesia y Mongolia, mientras Alemania compartía grupo con Rusia y Japón, y Francia con Gran Bretaña. Más hechos: el presidente del Gobierno español mantuvo entrevistas con los mandatarios de Turquía, Bolivia, Mauritania, Afganistán y Ecuador -estos dos últimos fuera de agenda, debido al atentado sufrido por nuestros soldados en tierras afganas-, además del secretario general de Naciones Unidas, mientras el brasileño Lula da Silva se veía con Angela Merkel, Nicolas Sarkozy y George Bush, de quien Zapatero obtuvo a última hora toda una escueta declaración de intenciones en el marco de una cena de protocolo: «Hola, cómo está, me alegro de volver a verle».
Estos son los hechos; las opiniones al respecto quedan al alcance de cada cuál. Se puede pensar que Micronesia y Mongolia -ay, la tentadora traición de los nombres- son Estados de gran futuro y prometedor presente en la muy contaminada geografía universal, zonas de mares cristalinos y cumbres de aire puro en las que espejar aspiraciones medioambientales, o que en Bolivia y Mauritania hay intereses españoles que defender a corto plazo, o que Turquía es el eje del gran debate sobre la ampliación europea. También se puede concluir que la escala de semejante agenda de contactos es correlativa a la importancia actual de España en el concierto internacional y acorde a la orientación de la política exterior del zapaterismo, exigua de relieve, roma de perfiles, huérfana de apoyos y enfocada con el rancio prisma ideológico de los antiguamente conocidos como países no alineados.
En realidad, no hacen falta conclusiones. La vida pone a cada cuál en su sitio, y en la ONU España se ha colocado sola -después de pagar una cantidad respetable para hacer valer su presencia en el foro- en la categoría de Regional Preferente, dedicada a hacer política de Tercer Mundo entre líderes de indumentaria extravagante. Es una opción, o lo sería si al menos hubiese en ella una voluntad de liderazgo que ni siquiera parece clara en la actitud de los interlocutores. La opción de Aznar ya sabemos cuál fue, pero si a alguien le molestaron los pies encima de la mesa de Bush, gesto excesivo y arrogante, puede remontarse a la experiencia de González, que en este tipo de encuentros solía verse con Helmut Kohl, Mitterrand, Bush senior o Margaret Thatcher.
No hay mucho más que decir. Cuando a uno lo sientan en una mesa con los representantes de Micronesia le están mandado un mensaje. Micronesia, micropolítica, microdiplomacia. Microimportancia, micropresencia, microrrelevancia. De Mongolia mejor no hablamos. Y conste que esto sí son opiniones. Pero los hechos, a veces, opinan por sí solos.
martes, septiembre 25, 2007
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