viernes, septiembre 28, 2007

German Yanke, Ibarretxe se columpia

viernes 28 de septiembre de 2007
Ibarretxe se columpia

POR GERMÁN YANKE
El empeño del nacionalismo por salirse con la suya es mucho más poderoso que cualquier pulsión a ser razonable e Ibarretxe se parapeta en que prometió una salida -esa salida- y que cumplirá en esta misma legislatura.
Todo se estructura en torno a un absurdo. Un absurdo, además, antidemocrático. Tanto el PNV como otros partidos nacionalistas en el País Vasco (y con la caricatura de partido nacionalista en la que se ha convertido allí Izquierda Unida) insisten ahora en que «la sociedad vasca tiene derecho a ser consultada sobre su futuro». Es una afirmación que no casa con una sociedad que, desde la Constitución de 1978, acude regularmente a las urnas, decide quiénes son sus gobernantes, ha refrendado un estatuto con amplísimas competencias, ha aprobado un régimen económico singular, etc.
Ibarretxe, solo o en compañía de otros, no cree en los procedimientos reglados del sistema democrático, ni en el principio de legalidad inseparable de la democracia y, escamado con un sistema que no le permite hacer de su capa un sayo, propone otra cosa, otra manera de decidir que no es el de la democracia existente y homologable, un modo que se acompase mejor con la totalidad de sus aspiraciones, que se base en el «pueblo» y sus primigenios «derechos» y no en la ciudadanía.
Misma murga
Además de absurdo, indigno. La retórica de que esta suerte de derecho de autodeterminación antidemocrático debe ponerse en marcha al margen de ETA -que no debería condicionar «la agenda»- cae por su propio peso cuando se plantea como una segunda fase: fracasó el «proceso» de diálogo con la banda, la iniciativa es ahora de «las instituciones y partidos vascos»; negociaron con Batasuna asuntos de calado, no podrán negarse ahora a hablar con nosotros, etc. Se trata, pues, de la misma murga, y no de cosas distintas: de aprovecharse de la promesa del fin de la violencia para obtener unas cesiones que un Estado democrático no puede aceptar.
Por ello ha fracasado la «desaceleración» que a las aspiraciones nacionalistas quiso poner Josu Jon Imaz que, basándose en los documentos del propio PNV, planteaba, primero, el fin de la violencia (una fase en la que se debería cooperar «transversalmente» con partidos no nacionalistas) y, después, en paz y con amplios acuerdos, las consultas. Ahora, Ibarretxe y quienes con el controlan la estrategia del partido, se han sacado de la manga un referéndum sobre si los vascos tienen o no «derecho a decidir» para iniciar el «acuerdo entre partidos vascos» a continuación y repetir la consulta sobre el contenido de ese pacto. Sólo el segundo exigiría no ya «ausencia de violencia». Así que es absurdo, indigno y burdo: una consulta ilegal para que se advierta su poderío, una negociación cuyo contenido debería contentar a la banda para conseguir el complacido desistimiento de ETA y un nuevo referéndum.
Se diría que los nacionalistas encabezados por Ibarrexte insisten por fanatismo, y es verdad. Pero también porque siguen viendo un resquicio, es decir, porque no se les dice claramente que no, que el fondo y la forma de su propuesta es tan anticonstitucional como antidemocrática, que el País Vasco no necesita la «normalización» que reclaman (es decir, considerar que el funcionamiento de la democracia y sus controles no es normal), sino, sencillamente, que se cumplan las normas. Pero el Partido Socialista de Euskadi no le dice que es hora de callar y respetar la ley sino que, para trabajar juntos por el objetivo de la «normalización», hay antes que acabar con el terrorismo. Y otros sectores intelectuales, por llamarlos pomposamente de algún modo, añaden, para no decir simple y llanamente que no, que quizá un proceso hacia el federalismo podría evitar los proyectos de Ibarretxe.
«Asunto personal»
Y, como ejemplo de la actitud de otros sectores, el presidente de los empresarios alaveses declara que el referéndum de Ibarretxe es «un asunto personal» en el que su asociación nada tiene que decir. El Concierto económico, las subvenciones y las «vacaciones fiscales» sí deben ser asuntos que van más allá de lo personal. Con todo ello, desde luego, Ibarretxe tiene un resquicio para seguir en sus trece más amplio que la renuncia de Imaz.
Absurdo en un país que, como reza su propaganda turística, quiere sorprender. Indigno en un lugar que ha perdido la compasión por las víctimas. Y burdo, en una sociedad en la que, junto a valientes defensores de la libertad, más valientes que en otros sitios, hay tantos que lo tragan todo. Así que absurdo, indigno, burdo pero, al mismo tiempo, no imposible. Por eso Ibarretxe puede columpiarse

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